La invasión más pacífica

Hace quince años desembarcaban en la región dos cajas de ahorros foráneas gracias a una fórmula indirecta, la compra de los activos de la Caja Rural de Cantabria, cuya crisis insalvable había provocado su desaparición. Por entonces, el Banco de España no autorizaba a las cajas a salir de su región de origen y, si bien las más potentes procuraban tener alguna oficina de representación fuera (La Caixa tenía en Cantabria un despacho oficioso a través de una filial de leasing) no podían lanzarse a captar ahorro o a publicitar sus productos financieros típicos.
Sí estaba previsto, en cambio, el poder hacerse cargo de otra entidad en crisis, y Caja Madrid y La Caixa aprovecharon esta oportunidad para disponer, de la noche a la mañana, de una veintena de oficinas cada una en Cantabria. Es cierto que muchas de ellas estaban en el medio rural, que la mayoría de los trabajadores que tuvieron que asumir no tenían una formación adecuada y que el proceso resultó caro, pero también es verdad que las dos cajas más potentes del país entraban con enorme fuerza en un coto hasta entonces reservado a la Caja de Ahorros de Santander y Cantabria, que no había sabido reaccionar.
Con una presencia semejante, tardarían mucho tiempo en probar suerte otras entidades, sobre todo las cajas castellanas que saben que un buen número de sus clientes siguen teniendo relación estival con Cantabria. Caja Rural de Burgos lo hizo a través de pactos con cooperativas lecheras que le garantizaban una base de clientes desde el primer día y la posibilidad de ocupar el vacío dejado por la cooperativa de crédito cántabra desaparecida.
Poco después, al liberalizar el Banco de España la expansión territorial comenzaban a entrar otras cajas de ahorros propiamente dichas y una de las primeras era, para sorpresa de todos, la Caja de Badajoz, una provincia con la cual apenas existen intercambios comerciales.

El negocio de la construcción

El boom de la construcción a partir de 1995 atrajo a muchas otras cajas. La primera de ellas, Caja España, que llegó con grandes expectativas al haber financiado la promoción inmobiliaria más grande de las que se habían afrontado hasta esa fecha en Santander, la que Ciser iniciaba en el Parque Mendicouague que iba a mover unos recursos de casi 7.000 millones de pesetas y que para la caja leonesa supondría la posibilidad de heredar como clientes casi a perpetuidad a 700 familias que tendrían que subrogarse el crédito de la promotora a partir de la entrega de las viviendas.
Sin embargo, la crisis de Ciser, a consecuencia del fracaso económico de otra promoción anterior, el Edificio Maura, estuvo a punto de provocar un serio problema a la caja castellana, que logró resarcirse gracias a la decisión de los acreedores de reemplazar a la promotora y ponerse al frente de la obra hasta su conclusión.
Esta mala experiencia es posible que haya limitado un poco la ambición de las cajas foráneas en la financiación del sector inmobiliario, pero no ha reducido significativamente su agresividad. La Caixa tuvo, desde el principio, un papel muy destacado en este tipo de negocio y las restantes que han ido llegando no han desperdiciado la oportunidad de conseguir una base de clientes importante a través de una sola operación financiera, aunque para eso hayan tenido que ofrecer condiciones bastantes más favorables para los promotores de las que hubiesen concedido en su región de origen. Esta política de captación de cartera de negocio es muy habitual entre los recién llegados y plantea un problema notable a la entidad local, Caja Cantabria, puesto que se enfrenta a la disyuntiva de entrar en la guerra de precios y aumentar su riesgo o no alterar su política crediticia por estas interferencias, a costa de perder mercado.
Como hacen sus ahora competidoras en sus respectivas regiones de origen, la Caja cántabra ha optado por no secundar una guerra en la que podría perder demasiadas plumas, al contaminar las operaciones de su cartera habitual de clientes. Fuentes del sector dan por sentado que es normal y comprensible que quienes más arriesguen sean los que ahora llegan, puesto que vienen con otros objetivos distintos, con otra política de costes y con cierta libertad para ofrecer lo que nunca ofrecería su casa en su provincia de origen.

El caso de las cajas vascas

La llegada a la región durante los últimos cinco años de numerosas promotoras inmobiliarias castellanas, gallegas y vascas también ha contribuido a la aparición de cajas foráneas con las que trabajan habitualmente en sus regiones de procedencia, en una mutua prestación de servicios. Pero también llegan siguiendo a los particulares, como ha ocurrido con las cajas vascas. Con el desplazamiento de su clientela natural hacia el oriente de Cantabria, las cajas vizcaínas han optado por seguir este movimiento natural y hoy, en Castro Urdiales, Laredo o Noja son tan frecuentes las oficinas de la Kutxa como las de Caja Cantabria. No obstante, su progresión hacia el occidente parece inevitable, y la BBK, que había llegado hasta Maliaño, ha inaugurado una oficina en Torrelavega y está a punto de inaugurar otra en el Paseo de Pereda, de Santander.
Hay otras justificaciones para la apertura de sucursales en una comunidad pequeña, como Cantabria, y donde la clientela parece muy fidelizada por Caja Cantabria y por el BSCH, dado que se da la circunstancia de haber sido la región de origen del Banco Santander. Para las grandes cajas, sobre todo, evita la cesión de operaciones a otras entidades que ya estaban presentes en la plaza, de forma que los ahorros que produce al hacer innecesaria esa externalización ya justificarían su presencia y, una vez que llegan, es obvio que sus ambiciones no se pueden conformar con la gestión de las operaciones que provienen de la matriz.
Aún hay otros casos particulares, como el de Caja Duero, que llegó a la región como resultado de la compra del banco Crédit Lyonnais, que tenía en Cantabria dos oficinas y una red nacional que Caja Duero no sólo ha conservado, sino que ha decidido ampliar hasta llegar a cubrir las pocas provincias que aún no alcanzaba.
Por este cúmulo de circunstancias, hoy están presentes en la región una quincena de cajas de ahorros, un número de entidades soprendente que ya casi iguala al de bancos. Este escenario, que nadie podía imaginar hace sólo década y media es producto, también, de la concentración bancaria y de la especialización de muchas entidades medianas y pequeñas que han renunciado a redes extensas para concentrarse en actividades mayoristas.

Caja Cantabria reacciona

En el otro lado de la balanza se encuentra la política de Caja Cantabria que hasta ahora ha sido remisa a abrir oficinas fuera de la región y parecía conformarse con mantener una en Madrid y con el apoyo que le presta la Confederación de Cajas. En la última junta general esta política ha variado 180 grados y la entidad cántabra ha decidido iniciar una expansión regional hasta sumar una veintena de oficinas fuera de los límites regionales, un objetivo muy ambicioso, especialmente si se tiene en cuenta la estrategia de fuerte restricción de gastos que se inició el pasado año.
Las expansiones son caras y no suelen resultar rentables a corto plazo. Un razonamiento que hasta ahora había servido para mantener la política de concentrarse únicamente en el mercado local, donde la entidad es fuerte, y simplemente buscar acuerdos de colaboración con otras cajas de comunidades uniprovinciales que tienen el mismo problema de limitación de crecimiento que la cántabra. Los primeros puentes, tendidos hacia Caja Asturias, que dio entrada a Caja Cantabria en Hidroeléctrica del Cantábrico y propició la mejor inversión que haya realizado la Caja, se disiparon pronto por la retirada de la entidad cántabra, que se limitó a ejecutar las plusvalías.
La Caja cántabra abrirá pronto dos oficinas en Madrid, conjuntamente con su filial Bancantabria, especializado en leasing, renting y factoring y que ya hace más operaciones fuera que dentro de la región. Con esta base de negocio resultará más fácil amortizar los costes de una expansión fuera de las fronteras regionales que se concentrará especialmente en Madrid, el mercado donde sigue habiendo más oportunidades, en parte por el gran vacío que dejó Caja Madrid al apostar por la conquista de la geografía nacional antes de crear una red más tupida en su zona de origen.

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