La patata vuelve por sus fueros en Valderredible

Entre las muchas estrategias que se han intentado para conservar la población del medio rural e incentivar la incorporación de jóvenes al medio agrario, ninguna resulta tan eficaz como asegurarles la rentabilidad.
La patata de Valderredible es uno de los productos agrarios que mejor acogida tiene entre los consumidores de la región, sabedores de su calidad culinaria, pero también es uno de los más expuestos a las bruscas oscilaciones de precio de un mercado en el que debe competir con las masivas importaciones de patatas procedentes de otros países de la Unión Europea, como Francia y Holanda, y con las producciones de provincias españolas donde los cultivos están más racionalizados.
Esa competencia exterior y las incertidumbres que siempre rodean el precio y la producción de la patata han acabado por reducir su presencia en Valderredible a tan sólo 150 hectáreas. Para tratar de evitar que llegue a desaparecer, la Consejería de Ganadería promovió hace tres años la constitución de una cooperativa patatera en la que participan nueve explotaciones de la zona.
Unir las fuerzas de quienes no se habían resignado al abandono de la patata era la mejor fórmula para negociar ventajosamente con las comercializadoras, pero también para acabar con la fraudulenta venta de patatas procedentes de otros lugares que se hacen pasar por cosechadas en la zona.
Tras unos comienzos dubitativos, el proyecto ha comenzado a asentarse, ayudado por los altos precios que la patata ha alcanzado este año y por los canales comerciales de una distribuidora de Peñacastillo, Patatas Riego, a la que la cooperativa ha confiado esta tarea.
Como otros agricultores de la zona, los cooperativistas también cuentan, desde octubre, con la posibilidad de que sus patatas puedan acogerse al marchamo institucional de Calidad Cantabria (CC) puesto en marcha por el Gobierno regional, siempre que cumplan los requisitos marcados en el reglamento que regula las condiciones para el uso de esta marca de garantía. El resultado ha sido satisfactorio y los cooperativistas confían en transformar a medio plazo esta marca en una Indicación Geográfica Protegida (IGP), por ser la etiqueta que defendería del modo más eficaz la singularidad de la patatas producidas en ese rincón de Cantabria. No obstante, para ello deberán convencer a la Unión Europea de que se trata de un producto con características propias y vinculadas al lugar, algo que nunca resulta fácil.

La importancia del clima

La patata de Valderredible es una patata tardía, que no compite con las extratempranas de la zona levantina. Su siembra se suele hacer en el mes de mayo y la cosecha en octubre; un ciclo largo de producción que, ayudado por las altas temperaturas del valle, suele deparar entre 25.000 y 30.000 kilos de patatas por hectárea de regadío.
Aunque no se trata de una variedad autóctona, las características del suelo y del clima de Valderredible contribuyen a dar a estas patatas unos valores organolépticos que las diferencian de otras, como el color amarillento de su carne o una textura firme que mantiene la consistencia tanto en la cocción como en la fritura.
Estas cualidades han quedado recogidas en el decreto que regula el uso del marchamo de Calidad Cantabria, que también exige que el contenido de materia seca de las patatas sea superior al 18% y su calibre no baje de los 45 milímetros ni supere los 88.
De las cuatro variedades que permite este reglamento (baraka, agria, spunta y jaerla), los cooperativistas de Valderredible se han decantado por la denominada agria, la más resistente a las enfermedades y, sobre todo, la que mejor soporta el almacenamiento a temperatura ambiente, algo muy necesario cuando, como en el caso de la Cooperativa Valdevelilla, no se dispone de cámaras refrigeradas.
En el control de las enfermedades juega un papel clave el uso de semillas certificadas, que son subvencionadas por la propia Consejería. De este modo, además de erradicar las plagas, es posible asegurar una calidad uniforme de las patatas, uno de los aspectos en los que más insiste la ODECA, el organismo encargado de verificar que no se envasen con el sello Calidad Cantabria más patatas que las producidas en la zona y que cumplan las condiciones sanitarias y morfológicas.

Un mercado oscilante

Las peculiaridades de su mercado hacen que la patata sea un cultivo de rendimientos muy variables. Eso es un riesgo, pero también una oportunidad. En un año que los agricultores consideran bueno, como éste, es uno de los productos agrarios que mayor margen de beneficio deja.
Mientras que cereales, vino o aceite están sujetos a unas normas específicas de producción y contingentados, el cultivo de la patata no cuenta con ninguna limitación y tanto su producción como su precio están al albur de las condiciones meteorológicas o de que alguna plaga reduzca las cosechas. Pero eso no significa que una buena cosecha sea sinónimo de grandes ingresos. Si es muy abundante, a los pequeños agricultores puede no que les quede ni siquiera el recurso de vender sus patatas a bajo precio a las empresas feculeras que lo transforman en almidón o en pasta para la industria alimentaria. Además, la producción y los precios suelen moverse en ciclos muy rápidos; a un año bueno le sucede uno malo y viceversa.
La campaña actual está siendo especialmente rentable para los productores, que están cobrando a 25 céntimos por kilo de las distribuidoras.
Nunca es fácil hacer los cálculos en el campo, pero se estima que, para cubrir gastos, la patata de la zona requiere un precio mínimo de diez céntimos. Así puede entenderse el optimismo que se vive este año entre los agricultores, que también han empezado a notar un incremento de las ventas de maíz forrajero, otro de los cultivos básicos del valle. Los ganaderos cántabros, que tradicionalmente han comprado este forraje en Castilla o en Zaragoza se están aprovisionando ahora en Valderredible.
Los técnicos de la Consejería saben que un año no es una referencia válida para estimar una tendencia, pero confían en que, si la promoción de la patata da sus frutos y consigue un precio estable, las 150 hectáreas de cultivo actuales podrían llegar a convertirse en más de 500, al revertirse muchas de las que han pasado a dedicarse a cereales, maíz o praderas. Esto significaría pasar de las 3.500 toneladas anuales de patatas que producen Valderredible a unas 12.500.
La Cooperativa tiene sus propios planes para fortalecer el negocio, realizando las inversiones precisas para poner en pie una nave en la que centralizar los trabajos de clasificación y envasado. Una vez conseguido, el objetivo es dotarse de un almacén frigorífico, con lo que se podría alargar la campaña de comercialización más allá del mes de abril, sin merma alguna de la calidad de la patata. De esta forma, los consumidores cántabros, que empiezan a acostumbrase a ver en los puntos de venta las atractivas bolsas de cinco kilos que contienen las patatas de Valderredible, podrían encontrar todo el año este producto. Un paso vital para fidelizar a la clientela y asegurarse un hueco en un mercado en el que es imprescindible diferenciarse y la calidad es cada vez más apreciada.

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