Una terma entre montañas

Antaño, La Hermida se conocía como Aguas Caldas. Es más, algunos piensan que este pequeño enclave de Peñarrubia, en mitad del Desfiladero que conduce a Liébana, debe su nombre a la última mutación de la palabra ‘hervida’ en alusión a los 60 grados de temperatura del agua que brota de sus tres manantiales. Y ha sido esta termalidad de sus aguas clorurado-sódicas la que está detrás de la reconstrucción del Balneario.
Los promotores aún no entienden cómo un lugar tan emblemático ha podido permanecer tanto tiempo condenado al olvido, aunque aseguran que se necesitaban “objetivos más profundos que los simplemente inversores o especulativos” para rehabilitarlo. Basilio Varas, experto en medicina termal y uno de los actuales propietarios, alude a razones más románticas para justificar su decisión de invertir en este pequeño pueblecito cántabro: la “irresistible atracción sentida por cuatro personas doblegadas ante el poder vehemente de este agua fantástica”.
Adolfina Santos, Juan José Garrido y Luis María de la Iglesia, empresarios vinculados al sector de la construcción y a la explotación de residencias para mayores, son los tres socios que decidieron acompañarle en este viaje nada fácil que comenzó con la adquisición de los derechos sobre los manantiales de agua minero medicinal, para conseguir después la finca y los restos del antiguo hotel balneario, disgregados entre distintos propietarios. En febrero de 2003, tras arduas negociaciones y no pocas disputas, el Balneario y los manantiales eran suyos.
El proceso había comenzado dos años antes, un día en que los actuales dueños decidieron detenerse para curiosear las ruinas del Balneario como simples turistas. Fue entonces, al quemarse en contacto con sus cálidas aguas, cuando “surgió un enamoramiento y un pacto de fidelidad” que dura hasta ahora y que acaba de culminar con la apertura de un moderno complejo termal.

Más de dos años de obras

La complejidad que suponía el tener que afrontar la rehabilitación del Balneario dentro de un pasillo tan angosto como el que forma el Desfiladero de La Hermida tampoco les disuadió de su propósito: “Hemos tenido que robarle terreno a la Naturaleza porque el río Deva nos moja los pies por delante y las montañas de Peñarrubia se nos echan a la espalda por detrás”, dicen. Por ello, insisten en la importancia del “buen hacer de Teide 90”, la constructora palentina dirigida por Juan José Garrido, que se ha encargado de las obras.
Los trabajos de reconstrucción del balneario comenzaron en abril de 2004. El proyecto arquitectónico, redactado por el arquitecto cántabro Santiago Fernández Elizondo, pasaba por rehabilitar y ampliar tanto el edificio primitivo del hotel, convertido hoy en un establecimiento de cuatro estrellas, como las antiguas galerías de baño. Además, debían construir un aparcamiento subterráneo de 65 plazas para uso de los clientes alojados y de los bañistas externos que acudan a recibir tratamientos médicos o estéticos. La rehabilitación del puente sobre el río Deva que separa el balneario de la carretera y de la vieja capilla, además del acondicionamiento de los manantiales y del exterior eran otras actuaciones imprescindibles antes de poder explotar comercialmente el nuevo balneario.
En conjunto, la superficie construida supera los 7.000 m2 entre el hotel (5.500 m2) y el centro termal (2.000 m2). En la planta baja del hotel se encuentra el restaurante, la cafetería y la recepción y en las tres plantas superiores se distribuyen las 57 habitaciones que van a añadirse a la oferta turística de la zona.
La zona de baños se reparte en dos plantas, una húmeda de 1.500 m2 que ofrece tratamientos con agua termal y otra seca, de 1.000 m2.

Terapéutico y lúdico

Las características fisicoquímicas de las aguas de La Hermida las hacen especialmente indicadas para tratar enfermedades reumáticas –artrosis, artritis, fibromialgia, dolores de espalda…–, afecciones de la piel, patologías respiratorias como la bronquitis crónica o el asma y, por supuesto, para hacer curas antiestrés. Sus cualidades son bien conocidas y utilizadas desde el siglo XVII, aunque sus nuevos propietarios se han esforzado por conjugar la tradición de la casa de baños con las tecnologías propias de la balneoterapia actual. El resultado son zonas diferenciadas que abarcan desde los tratamientos más lúdicos hasta los puramente terapéuticos.
Las técnicas de termalismo tradicional se encuentran en la zona húmeda, que dispone de once bañeras de hidromasaje, aerobaño, cromoterapia, masaje manual subacuático, salas de envolvimiento en algas y lodo marino, pediluvios, maniluvios y diferentes tipos de duchas: Vichy, circulares, etc.
A esta zona de tratamientos individualizados hay que añadir el circuito termolúdico, cuya finalidad es conseguir la puesta en forma de bañistas de cualquier edad. El protagonismo en este caso lo tiene una piscina termal dinámica dotada de puestos de hidromasaje a diferentes alturas, camas, asientos, cuello de cisne, cortinas de agua y zona de nado a contracorriente. Pero, también hay otras instalaciones que permiten disfrutar del agua a distintas temperaturas como un jacuzzi de ocho plazas, una batería de cinco duchas a diferentes presiones y temperaturas, varios tipos de baños, una terma romana, una sauna seca y una sala de rocío frío con un dispensador de agua fragmentada en pequeñas gotas.
El circuito termal también combina lo viejo con lo nuevo al ofrecer el baño de vapor original que hizo famoso a La Hermida. Esta genuina técnica consiste en sumergirse hasta la cintura en una masa de agua caliente, dentro de un espacio cerrado de unos 12 m2, con el resto del cuerpo expuesto a vapor de agua a 55 grados. Es un tratamiento muy beneficioso para el sistema circulatorio y cardiopulmonar aunque necesita prescripción médica.

Motor de La Hermida

Al contrario de lo que ocurre en todos los demás balnearios, La Hermida conserva la antigua gruta natural de donde aflora el agua termal. Los propietarios reconocen que, en un principio, tuvieron la tentación de preservarlo por su significado milenario pero finalmente decidieron que fuese visible al público para que los clientes pudieran contemplar cómo brota el agua a sesenta grados de temperatura y beneficiarse terapéuticamente de ella. La cavidad que aloja el manantial, cerrada como si se tratara de un lugar sagrado, está a 55 grados de temperatura y su humedad relativa es del 80%.
El complejo termal se completa con una zona seca que acoge la recepción, los vestuarios y despachos médicos, el gimnasio, ocho salas de masaje manual y fisioterapia, cabinas de aplicación de parafango, electroterapia y tratamientos estéticos. Además, hay una fuente para curas hidropínicas, ya que las aguas calientes que brotan del manantial también pueden tomarse bebidas, para aprovechar su efecto diurético y depurador de las toxinas internas del organismo. En esta zona seca, resulta novedosa la presencia de dos salas de hidroterapia del colon, una técnica que todavía es poco frecuente en los balnearios de nuestro país.
Entre el personal necesario para atender a los agüistas (fisioterapeutas, masajistas, técnicos de baños, esteticistas y dos médicos especialistas en hidrología) y los que van a hacerse cargo del funcionamiento del hotel, la reapertura del balneario ha supuesto la creación de cuarenta empleos en el pueblo, la mayoría de gentes de la comarca. Quizá eso explique que el día de la inauguración pocos pudieran ocultar la emoción de ver como un municipio como el de Peñarrubia puede renacer al propio calor de sus aguas. Y es que, a partir de ahora, el Desfiladero de la Hermida será algo más que una espectacular garganta calcárea que da acceso al valle de Liébana.

Suscríbete a Cantabria Económica
Ver más

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Botón volver arriba
Escucha ahora