Una industria naval que no puede construir barcos, pero sigue activa

Uno de los episodios más dolorosos de la reconversión industrial de Cantabria fue la pérdida de la construcción naval. Una actividad que durante siglos había sido una de las señas de identidad de la región.
Sin diques ni gradas en los que poder fabricar nuevos buques, tras el cierre de Astilleros del Atlántico en 1988 y las limitaciones impuestas a Astander por la Unión Europea, que impiden la construcción de barcos, el tejido industrial formado en torno a ambas empresas corría también un serio peligro de desaparecer. Sin embargo, no ha ocurrido así. Cantabria sigue contando con una veintena larga de firmas especializadas en trabajos muy diversos de la industria naval, hasta el punto de que si volviera a disponer de unos astilleros autorizados para ello, podrían construirse de nuevo buques de gran tonelaje apoyándose casi exclusivamente en firmas de la propia región.
Se reedita, de esta forma, una situación análoga a la que vive la industria de la automoción, donde aun sin contar con una planta de ensamblaje, Cantabria se ha poblado de empresas que producen muchos de sus componentes.
En el sector naval, la región puede proveer desde la calderería pesada, para moldear las planchas del casco, a los elementos que forman su superestructura (puertas, escaleras, tuberías, antenas, soportes de equipos de navegación…), pasando por el aire acondicionado, las hélices, los paneles de control del puente de mando, el equipamiento eléctrico, la carpintería, los sistemas contraincendios o la pintura.
Para sobrevivir, estas empresas han debido abrirse paso en las comunidades vecinas, colaborando con los astilleros que el sector público conserva en la Cornisa Cantábrica y con los astilleros privados que aún subsisten en Asturias (Naval Gijón y Astilleros Gondan), Galicia (Vulcano y Metalships & Docks), Cataluña (Unión Naval de Barcelona) o el País Vasco. De hecho, buena parte de sus plantillas se encuentran permanentemente desplazadas en astilleros de Gijón, Bilbao o Vigo.

Empresas históricas

La presencia de empresas cántabras en los astilleros de Juliana (Gijón), Astano (Ferrol), o La Naval de Sestao, se remonta a la década de los setenta, cuando la carga de trabajo de los astilleros de la bahía de Santander, activos en aquella época, ya no bastaba para abastecer a la industria auxiliar.
Es el caso de Saja Industrial y Naval (Saja Indyna), que pasó de fabricar puentes enteros para los barcos de Astilleros del Atlántico, en los años setenta, a trabajar con los astilleros públicos de AESA –ahora Izar–, especializándose en aire acondicionado y calderería ligera. A lo largo de su historia, esta firma ha intervenido en la construcción de más de 120 barcos y ahora trabaja de forma habitual para astilleros privados del País Vasco como Murueta (Guernica) y Zamakona (Santurce).
La calderería ligera es también la actividad de firmas con larga tradición en el sector como Degima, que ha hecho todas las superestructuras de la últimas dragas de Astilleros Juliana, de Gijón. Otra de las empresas habituales es Talleres Besaya, uno de cuyos últimos trabajos ha consistido en la fabricación de puentes de aluminio para los ferries ligeros que Astilleros de Zamakona construye en Santurce. La metalurgia de aluminio para el sector naval, que permite aligerar el peso del buque y aumentar su capacidad de carga, cuenta aún con pocos especialistas en España.
Otra firma con peso en el sector es Talleres Arozamena, cuya actividad se ha centrado en la fabricación de entrepuentes, portalones y rampas de carga para los barcos portacontenedores y ferries construidos en Vigo y que colaboró también con los ya desaparecidos astilleros de la Unión Naval de Levante.

Cruceros de lujo

En ingeniería eléctrica, una de las empresas más activas del país es Ienisa, que trabaja asiduamente tanto para los astilleros del Grupo Izar –incluyendo los andaluces de Sevilla, San Fernando y Puerto Real– como para los astilleros privados.
Subsisten carpinterías navales históricas, como Talleres Cagigas, creada como empresa auxiliar de Astander hace más de medio siglo, y que tras la reorientación del astillero hacia tareas de mantenimiento y reparación, tuvo que buscar trabajo fuera de Cantabria. Su colaboración con una ingeniería vasca de diseño naval, Oliver Design, ha llevado a esta empresa astillerense hasta Portugal, para transformar buques de pequeño tonelaje en cruceros de lujo, a Canarias donde trabajan habitualmente en los ferries de la Naviera Armas o a las Baleares. Un equipo de diez trabajadores de la empresa, desplazados desde Santander, trabajó durante dos meses a bordo de un ferry de Balearia para rehacer sus salones, mientras el barco cubría con toda normalidad su ruta entre la Península y las islas.
Cagigas participó también, junto a Oliver Design, en la construcción del buque hospital ‘Esperanza del Mar’, realizado en Juliana.
La infraestructura con que aún cuenta Cantabria en el sector naval, ha sido una excelente base para llevar a cabo varias transformaciones de barcos, unos trabajos en los que se ha especializado la ingeniería vasca. La primera fue la reforma en 1999 del ferry ‘Ciudad de la Laguna’, realizada en los antiguos muelles de Astilleros del Atlántico, y la más reciente, la conversión de un pequeño barco de pasaje en un lujoso hotel flotante, en los Astilleros Solana, de Maliaño.

Un futuro incierto

Pero el panorama dista mucho de estar despejado para el sector. La crisis en que se debate la construcción naval desde hace años sigue planteando interrogantes sobre unas empresas cuya actividad depende, en buena medida, de la carga de trabajo de los astilleros públicos.
En los años sesenta y setenta, la industria naval española era un sector muy activo, gracias a una política de fuertes subvenciones a los armadores y a una mano de obra barata, pero la irrupción en las últimas décadas de los astilleros coreanos y la más reciente de China, con sus bajos costes salariales y sus prácticas de competencia desleal, se han convertido en una amenaza para todo el sector naval en Europa. Los astilleros coreanos controlan ya el 65% de las nuevas contrataciones para construcción de barcos y China el 8%, mientras que otro 20% se lo reparten entre Japón y Estados Unidos. Los astilleros europeos apenas conservan ya el 3% del mercado.
Los efectos de los atentados del 11 de septiembre de 2001, se ha hecho sentir, y especialmente en Europa, con un brusco descenso del 50% en los pedidos durante el 2002. Esta situación ha llevado a la UE a prorrogar por un año las ayudas públicas a los astilleros de los países miembros, permitiendo subvencionar hasta un 6% del precio de los portacontenedores, gaseros y buques de productos químicos y petrolíferos.
La escasa cartera de pedidos, junto a la negociación del convenio colectivo, ha sido el detonante de los últimos conflictos vividos en los astilleros públicos de Izar, con especial incidencia en los andaluces.
Los astilleros ubicados en la Cornisa Cantábrica sí cuentan, sin embargo, con una discreta carga de trabajo. En Sestao está en proyecto un gasero para la naviera Knutsen, similar a otros dos construidos anteriormente para Fernández Tapias. Este tipo de barcos son los más complejos y, por tanto, los que más valor añadido comportan, algo que tiene su reflejo en su precio, que puede alcanzar los 30.000 millones de pesetas. El astillero también tiene en estudio la construcción de un petrolero para la misma compañía noruega y dos dragas.
En Juliana (Gijón) está prevista la construcción de un portacontenedores de 25.000 toneladas y de otro barco hospital, aunque el pequeño tamaño de este buque convierte a los astilleros privados en serios competidores de Juliana. El brusco descenso de la demanda de barcos pesqueros, una vez concluidas las ayudas para la reestructuración del sector, ha llevado a estos astilleros a pujar duramente por la construcción de mercantes pequeños.

Diversificación

Para paliar la excesiva dependencia de un sector tan cargado de incertidumbre, las empresas cántabras dedicadas a la industria naval, han optado por diversificar su actividad hacia otros sectores. El ejemplo más claro lo ofrecen las caldererías, que han encontrado en el medio ambiente un prometedor área de trabajo, con la construcción de plantas depuradoras, potabilizadoras o el emergente mercado de la desalinización. Son sectores de gran potencial para empresas que nacieron al calor de los históricos astilleros de Cantabria, y que, tras su práctica desaparición, han mantenido viva la memoria de la construcción naval, que tan importante fue en épocas pasadas para la región.

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