Dos contenedores más, el de orgánicos y el de metales

La vuelta de tuerca que la Unión Europea quiere dar a la recogida selectiva de residuos va a llenar nuestras aceras de contenedores. A los ya existentes para la recogida de basura doméstica, envases, papel y vidrio, vendrán a sumarse uno específico para los residuos exclusivamente orgánicos y otro para metal.
Pero la trasposición de esta directiva a la nueva ley de residuos que está redactando el Ministerio de Medio Ambiente no esta exenta de algunas reticencias por parte de las comunidades autónomas. No por la obligación de segregar estos residuos, sino porque la fecha fijada por la directiva europea para la implantación de los nuevos contenedores, 2015, está demasiado cercana para que el objetivo se pueda cumplir de manera realista. “Esto supone –señala la subdirectora de Medio Ambiente en Cantabria, Carmen Cuesta– unas obligaciones importantes para los ayuntamientos y para la empresa pública Mare que en Cantabria asume la recogida en más de 80 municipios”. De ahí que en muchas de las alegaciones presentadas por las comunidades autónomas al anteproyecto de Ley de Residuos se pida la fijación de un plazo más dilatado para implantar los nuevos contenedores.

Una nueva definición de compost

La directiva europea incide especialmente en el fomento de la recogida selectiva de los bioresiduos, un concepto que abarca todo tipo de restos orgánicos, desde los de comida hasta los procedentes de podas de jardinería.
Una de las consecuencias de extremar las exigencias en torno a la recogida de residuos orgánicos es la nueva definición de lo que debe ser considerado compost y que habrá de recogerse en la norma española. Una definición que puede tener consecuencias económicas y no solo ambientales, porque deja fuera de juego el compost que se fabrica en la planta de Meruelo y en otras similares.
El compost es un abono rico en nitrógeno, carbono y potasio muy apreciado por los agricultores. Buena parte de la basura orgánica que va a parar a esta planta cántabra, acaba convertida en ese fertilizante, en cantidades que rondan las 30.000 toneladas anuales. Pero, al no existir separación en origen de residuos orgánicos, aunque se lleve a cabo esa segregación en la propia planta de Meruelo no se puede eliminar del todo la presencia de otros restos. De ahí que el resultado final no encaje con esa “enmienda orgánica obtenida a partir del tratamiento biológico, aerobio y termófilo de residuos biodegradables recogidos separadamente” que establece la norma europea. El producto obtenido de residuos mezclados pasará a ser un mero “material bioestabilizado”, de utilidad inconcreta.

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