La ciencia al día

A la espera del próximo cometa

A principios de este año la Agencia Espacial Europea anunció que abandonaba su misión de mil millones de euros consistente en hacer aterrizar un artefacto espacial en el cometa Wirtanen. El proyecto ya se empezó a tambalear en diciembre cuando un cohete Arianne V explotó nada más despegar desde la base espacial de Kouru, en la Guayana francesa, dado que el satélite Rosetta, que así se llamaba el artefacto, debía viajar a bordo de un cohete de ese tipo.
Ahora vamos al lado humano del asunto. Pongámonos en lugar de los científicos que han trabajado durante diez largos años esperando este momento y que ven que tanto trabajo se pierden en la nada; pero la cosa es bastante peor porque la próxima oportunidad para efectuar ese intento de abordaje no se va a presentar hasta dentro de 170 años. Eso significa que habrá de buscarse otro cometa con parecidas condiciones científicas y económicas. Y aunque haya un cierto número de candidatos que más o menos cumplen esas condiciones, la cancelación de la misión hace suponer que una nueva de similares características tenga que esperar todavía algún tiempo y probablemente serán otros científicos los que culminen el experimento. No hay que olvidar que el tiempo del viaje hasta Wirtanen era de unos once años.

No por mucho regar…

Hay un refrán que dice “No por mucho madrugar amanece más temprano” ; pues bien en el mismo sentido una investigación llevada a cabo en la universidad de Córdoba nos dice que no por gastar más agua se obtienen mejores cosechas.
Gracias a la planificación de los riegos, en las regiones secas del sur de Europa se podrían obtener mejores cosechas con menos gasto de agua de regadío, que ya sabemos que en estas zonas es muy escasa.
El proyecto se centraba en los árboles frutales de alto valor económico como los cítricos o los olivos, debido a que son precisamente los que más sufren a causa de la mala gestión del agua ya que sus efectos se trasladan a los años siguientes. El objetivo declarado de la investigación era la optimización del agua y los nutrientes a la vez que minimizar las pérdidas y mejorar la calidad de la fruta.
A partir de sensores TDF, que detectan la fluctuación del diámetro del tronco, los científicos han sido capaces de medir la retención de agua en los árboles. Esta información se envía a los programas de riego para determinar la cantidad óptima de agua necesaria para obtener una buena cosecha.
Los resultados han sido sorprendentes, pues ha sido posible ahorrar entre el 10% y el 340% del agua sin afectar a los resultados y, al mismo tiempo, mejorar la calidad de la fruta.

Científicos bosquimanos

Esta es una historia de esas que los padres debían contar a sus hijos. En el desierto del Kalaharia en el sur de Africa hay un tipo de cactus que se llama hoodia y que los bosquimanos de la tribu san han venido usando desde tiempo inmemorial para resistir el hambre en sus largas expediciones de caza. Una investigación científica ha demostrado que puede reducir el apetito hasta 2.000 calorías por día y ahora va a ser utilizado en la sociedad occidental, mucho más avanzada, para combatir la obesidad.
Un organismos científico sudafricano patentó el descubrimiento y ha contratado su explotación con uno de los gigantes farmacéuticos mundiales, para ser utilizado en píldoras que desterrarán las ansias de comer en una clientela potencial de más de 100 millones de personas de todo el mundo que quieren mejorar su línea o están en riesgo de padecer enfermedades relacionadas con la obesidad.
Ahora lo que todos nos preguntamos: ¿Y los bosquimanos, qué? Porque los que han descubierto el asunto han sido ellos. Efectivamente, tanto el patentador como el licenciatario han tenido que afrontar sonoras críticas porque para el desarrollo de la pastilla ni se les ocurrió preguntarles a los de la tribu san lo que opinaban ellos del asunto. Uno de aquellos organismos trató de justificarse con el poco científico argumento de haber supuesto que los bosquimanos ya se habían extinguido. No obstante tras la evidencia de que aún quedan unos 100.000 en esa parte de Africa, se ha llegado a un acuerdo con ellos, de modo que van a percibir una parte de los beneficios que produzca tan singular medicamento, lo cual les ayudará precisamente a no desaparecer y a que vivan mejor a partir de ahora.

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