Arquitectura para vender sueños

La Robla funde lo viejo y lo nuevo, lo rural y lo urbano, el minimalismo con la profusión de detalles. Y es que contrastes y armonías se dan la mano en esta posada rural que acaba de abrir sus puertas en el municipio de Castañeda como resultado de la fusión de una casona solariega del siglo XIX –rehabilitada desde el respeto a la estructura y a las viejas huellas de la vivienda original– con un edificio de nueva construcción que apuesta por la piedra, el vidrio y el metal.
Ideado para vender tranquilidad en un entorno poco explotado por el turismo rural, el secreto de la Robla está “en haber dejado una trayectoria de lo restaurado que traza la diferencia entre lo antiguo y lo moderno”, dice Luis Castillo, el arquitecto encargado de diseñar el proyecto. “Sólo así se puede hacer una lectura de la restauración del edificio, como si se tratara de un cuadro o de una vasija”, añade.

Destinada al derribo

Vista ahora, resulta difícil imaginar que el destino previsto para esta casa construida en 1885 fuera el ser convertida en un montón de escombros. De hecho, la finca que ocupa, a la que da nombre un centenario roble, fue comprada para construir viviendas porque nadie había reparado en su valor. Hasta que, a punto de ser derribada, el constructor Miguel Ángel Ramos –uno de sus promotores y aparejador de la obra– decidió salvarla y comenzó a rehabilitar el edificio, hace un año y medio.
Ramos confiesa que algunos factores aconsejaban su rehabilitación como “las buenas proporciones de la vivienda antigua”, aunque otros jugaban claramente en contra, como su ubicación, algo hundida en un valle húmedo. Nada que no pudiera corregirse con ayuda de la técnica, a través de un trazado de tubos ocultos y cámaras de aire.
La Robla forma hoy un conjunto arquitectónico de 950 m2 –entre el edificio antiguo y el nuevo )–, con una parcela ajardinada de más de mil metros cuadrados.

Algo diferente

Luis Castillo deseaba salirse del estilo arquitectónico que ya empieza a tipificar todas las hospederías que se abren en Cantabria. “He huido del estilo mesón y he luchado por hacer lo contrario de lo que se está haciendo, a través de la introducción de nuevos materiales en un edificio antiguo”, dice.
Para ello, sobre la fachada de la antigua casona ha proyectado un muro cortina con balcones orientados al sur y barandillas de vidrio. Algo nada habitual en este tipo de alojamientos y que, para el aparejador Miguel Ángel Ramos, encuentra su razón de ser en un doble propósito: “No imitar lo que hicieron otros antes y buscar la luz, para lo que no se necesita más que madera y vidrio”, en su opinión.
Los materiales utilizados para el edificio anexo son consistentes y algunos muy especiales como una piedra arroblada, importada desde la India, con la que se ha revestido la fachada, o el cobre de la cubierta, que cambia de tonalidad conforme pasa el tiempo. Incluso, el muro que rodea el perímetro de la finca tiene un trazado curvo, con objeto de conseguir un juego de luces y sombras que no hubiese producido un muro recto.
Esta mezcla de materiales no sólo define el exterior del nuevo alojamiento rural, sino también su interior, donde el moderno diseño de sus espaciosas estancias contrasta con la calidez de las vigas de roble y el tillado de castaño. Diez habitaciones dobles con todo tipo de equipamientos y seis apartamentos adecuados para albergar a una familia de cuatro o cinco miembros.
Dotados de salón-comedor y una cocina equipada, los apartamentos incluyen los mismos servicios de limpieza y desayuno que el resto de las habitaciones.
En realidad, aunque haya optado a la categoría de posada, para buscar un público muy amplio, el nuevo establecimiento equivale, al menos, a un hotel de tres estrellas.

Línea vanguardista

Acorde con el estilo vanguardista de la edificación, la línea decorativa de La Robla se pone de relieve en los tonos suaves y las reproducciones de Picasso o Kandinski que cuelgan de las paredes, el mobiliario de diseño italiano y la prioridad que se le ha concedido a la luz exterior, hasta el punto de haber colocado las cabeceras de las camas contra la galería para favorecer al máximo la claridad de las habitaciones.
La planta baja dispone de una recepción, un salón dotado de chimenea –construida con ladrillos recuperados de la antigua vivienda– y un luminoso comedor donde los más de treinta huéspedes que pueden alojarse encontrarán los platos de la cocina tradicional casera, “con especial atención a los productos gastronómicos de la tierra”, puntualiza el gerente.
En la primera planta se reparten cuatro habitaciones dobles –una de ellas adaptada a minusválidos– y cuatro apartamentos. La segunda planta repite una distribución semejante y en las bajo cubierta se ubican dos habitaciones dobles tipo suite, de más de 28 m2, con un amplio salón que muestran la antigua estructura de roble, en uno de los edificios y en el otro dos apartamentos de 50 metros cuadrados cada uno.
 
Lugar estratégico

L os responsables de La Robla son conscientes de que la oferta de alojamientos rurales en Cantabria es muy abundante, por lo que van a intentar diferenciarse no sólo por sus instalaciones, sino también por sus servicios. Eso explica que, tan pronto como puedan, ofertarán paquetes con actividades de fin de semana en régimen de media pensión, como, por ejemplo, recorrer en moto la región.
Miguel Ángel Suárez cree que las regiones más cercanas serán las principales destinatarias de su propuesta y quiere reforzar “una oferta deportiva y de ocio a la que los cántabros no damos demasiado valor pero que los visitantes siguen demandando”, dice. Su intención es ampliar el programa a medida que vaya comprobando la aceptación de cada una de las actividades que van a ofrecer: golf, senderismo, paseos a caballo y rutas en bicicleta por los casi cuarenta kilómetros del carril bici que pasa junto a la posada.
En una zona que todavía no está saturada de alojamientos rurales, “debemos aprovechar lo mejor del entorno, que es la tranquilidad y su situación estratégica para realizar excursiones”, señala el gerente. Una opinión coincidente con la del aparejador Miguel Ángel Ramos, que indica que “la tendencia es construir casas rurales en grandes concentraciones turísticas, cuando lo importante es vender sueño para que el turista pueda descansar”.
La Cueva es un lugar que por el momento no aparece vinculado a este circuito turístico, pero el viajero está a cinco minutos del Parque de Cabárceno o de las cuevas de El Castillo; a diez minutos de Liérganes o del Palacio de Elsedo y a un cuarto de hora de Santillana del Mar o del Museo de Altamira, sin olvidar las playas de Santander o los pueblos costeros. Aunque, una vez se despierte en La Robla, que por las mañanas huele a chocolate por la proximidad de la fábrica de Nestlé, es posible que se le quiten las ganas de salir.

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