Por fin, algunas buenas noticias

Miguel Angel Revilla advirtió, nada más tomar posesión de la catástrofe que se nos venía encima en las cifras del desempleo. En los meses anteriores, el Ejecutivo de Ignacio Diego había buscado la manera de conseguir cumplir la promesa de que acabaría su legislatura con menos desempleados de los que encontró al llegar, y había utilizado varias estratagemas para forzar las cifras a la baja, desde la entrega de dinero a los ayuntamientos para que contratasen a casi 4.000 desempleados a la desaparición del censo de parados de todos aquellos que recibían cursos. Todo ello produjo una evolución del paro registrado muy favorable (insólitamente buena en un mes habitualmente malo, como marzo) y, por comparación, todo lo que ocurriese a partir de ese momento resultaría peor, sobre todo cuando finalizasen los contratos municipales de seis meses.
Curarse en salud advirtiendo lo que iba a ocurrir le dio al Gobierno de Miguel Ángel Revilla unos meses de crédito hasta el repunte de la economía en el primer trimestre del presente año. Pero, a partir de la Semana Santa, la situación económica empeoró radicalmente (“es como si hubiese caído la bomba atómica”, se lamentaba gráficamente el presidente de los hosteleros) y la moral del Gobierno, resentida por los cada vez más agónicos ajustes que impone Madrid, empezaba a resentirse, porque además se acumulaban las malas noticias.
Afortunadamente, entre finales de mayo y comienzos de junio han entrado en el camino de solución media docena de problemas de gran calado, que enturbiaban el crédito personal del presidente. Uno especialmente le quitaba el sueño: el futuro de la fábrica reinosana de Gerdau. El Gobierno era conocedor de que había al menos once candidatos a la compra del grupo español de aceros especiales propiedad de la multinacional brasileña y también era sabedor de que la mayoría de ellos proponían cerrar la planta de Reinosa, porque era la más difícil de rentabilizar en estos momentos, sobre todo en su sección de grandes piezas, que van destinadas a centrales hidráulicas, barcos y plataformas petrolíferas, unos clientes muy afectados por el hundimiento del precio del petróleo o por la durísima competencia asiática.
“He hecho llamadas a medio mundo en estos meses” asegura Revilla, “porque esto no me dejaba dormir”. La perspectiva de dejar a más de 700 personas sin empleo en Reinosa, más los de muchas empresas que trabajan para la planta, era tan dramática que hubiese sido un golpe psicológico para toda la región. Para suerte de Cantabria, el País Vasco, con mucho más peso político, también apostaba por el candidato que finalmente se ha hecho con la antigua Sidenor, una empresa formada por un grupo de directivos, que no solo se ha comprometido a mantener abierta la fábrica de Reinosa sino que le ha asegurado a Revilla que va a crear más empleo en ella.
Resuelto este problema, el más grave sin ninguna duda, el siguiente no parecía mucho menor, Sniace. En realidad, su fracaso ya estaba descontado políticamente, porque lleva cerrada más de dos años, pero el Gobierno era consciente de que abrirla “podía a ser una inyección de optimismo para Torrelavega”. Después de superar una auténtica carrera de obstáculos en forma de tribunales, Comisión Nacional del Mercado de Valores, acuerdo laboral con los trabajadores, vuelta a cotizar y una ampliación de capital en la que casi nadie creía, Sniace volverá a abrir en septiembre. Será su segunda resurrección. Y aunque es verdad que ha recibido la ayuda del Gobierno, la cuantía no es relevante para el número de empleos que recupera, al menos si se compara con las aportaciones que son necesarias para proyectos empresariales mucho menores.
Otra resurrección otoñal va a ser la de Greyco, una fundición de Los Corrales que lleva más de quince años de mano en mano y sin un futuro claro. El compromiso del Grupo Vela, una empresa cántabra de transportes, ha sido decisivo para adjudicársela, y aunque Sodercan de nuevo tendrá que volver a implicarse, esta vez lo hará con menos riesgo y más garantías. Aportará un millón de euros (lo mismo que el comprador) y otro millón más en un crédito participativo a medio plazo).
Quedaba aún Forjas de Reinosa, una industria que nació al servicio de la Naval –incluso dentro de su recinto– y que pasó por muchas incertidumbres hasta que la Generalitat catalana acudió al rescate del grupo, que tiene casi todos sus talleres en aquella comunidad. No obstante, la planta de Reinosa siempre fue un apéndice deslocalizado y frágil.
A poco de llegar el actual Gobierno cántabro, Comforsa, la sociedad propietaria, le advirtió de su intención de desprenderse de esta instalación, que no ha podido rentabilizar. En estos meses se le ha buscado una solución hasta que, finalmente, Sodercan ha decidido quedarse provisionalmente la compañía, para evitar el cierre, con la intención de revenderla en un plazo muy breve, para lo cual tiene dos posibles candidatos. La supervivencia de estos 22 empleos tampoco es gratis, ya que ha tenido que poner un crédito de un millón de euros y 700.000 de subvención. Era, proporcionalmente, un problema de bastante menor cuantía, pero también sumaba.

El Racing, a la espera

A este rosario de catástrofes evitadas en el último momento se tenía que haber sumado la salvación del Racing, un asunto muy complejo ante la opinión pública y las autoridades comunitarias que el Gobierno ha conseguido esquinar al encontrar un patrocinador privado que le evita implicarse directamente con los diez millones (uno por año) que pedía el club para la próxima década. No obstante, el no haber conseguido subir a Segunda, pone en duda la entrada de este patrocinador (el grupo torrelaveguense PYTMA) y las propias cuentas del equipo, ya que en Segunda los ingresos son mucho mayores y eso hubiese producido un notable desahogo.
Las últimas satisfacciones del Gobierno son el fortísimo descenso del paro en junio (más de 3.000 personas), que por fin coloca la cifra de desempleados por debajo de la que encontró, y la magnífica temporada turística que se espera. Si resulta como se prevé (y dadas las reservas comprometidas no parece que pueda ser de otra forma) va a cambiar más el tono de la economía local que todas las otras juntas, algo que ya ocurrió el verano pasado. Otra cosa distinta es confirmar si la ola de optimismo que genere se desinflará en septiembre o si esta vez podrá enganchar con una tendencia clara de crecimiento que se note en los bolsillos de la gente.

El factor obra pública

Lo que no tiene duda es que una parte de ese crecimiento estará cercenada por la ausencia de obra pública. Durante su comparecencia en el último Foro de Ser Cantabria, Revilla lamentó amargamente la absoluta ausencia de obras del Estado (retó a que alguien mencionase una sola entre Castro Urdiales y Unquera, con la excepción de unas mejoras de trazado del Desfiladero de la Hermida) y dijo que sólo por esa causa Cantabria pierde entre 1 y 1,5 puntos de PIB.
En su opinión, esa razón, por sí misma, ya justifica la diferencia de crecimiento con otras comunidades. Bastaría volver a la inversión estatal habitual (unos 300 millones de euros por ejercicio) para pasar de ser una de las autonomías que menos crece a ser una de las que más.
Pero esas obras ni existen ni existirán a corto plazo, porque desde su planificación a su ejecución pasan una media de dos años y en estos momentos no hay ninguna planificada, a excepción del Tren de Altas Prestaciones que, con un poco de suerte, vería licitado su primer tramo (el desdoble de la vía entre Santander y Torrelavega) a finales del año que viene. Sería la primera obra importante en mucho tiempo, unos 120 millones de euros.

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