Verano tormentoso

La temperatura del Banco Santander Central Hispano empezó a subir en enero. Por entonces, Botín sugirió a Amusátegui que adelantase su marcha de la entidad para dar un nuevo impulso a la fusión que hasta ese momento era satisfactoria en la cúpula pero prácticamente invisible en las redes.
Según ha podido saber esta revista, el abogado gaditano, de prosa seductora y flema británica llegó a tener preparado para su lectura un discurso de despedida ante la junta general que el Banco celebró en Santander el pasado mes de marzo, algo que ni siquiera conocían los miembros de la Comisión Ejecutiva de la entidad, pero por motivos desconocidos, optó por cambiar la redacción esa misma mañana y, en consecuencia, permitió suponer que agotaría su mandato hasta la junta general del próximo año.
Las circunstancias se torcieron cuando dos meses después empezaron a aparecer informaciones referidas al malestar de una parte de los ejecutivos procedentes del BCH que se sentían desplazados de los centros de decisión. La reiteración de estas noticias, en términos cada vez más alarmantes, acabó por forzar una entente cordiale entre Botín y Amusátegui-Corcóstegui para avanzar un paso más en la fusión, unificando las redes, algo de lo que Botín nunca ha sido partidario –en la última junta lo desechó–, además de adoptar como marca la de BSCH, donde desaparece la palabra Santander, la que tiene más gancho comercial dentro y fuera de España.
Botín accedió con poco entusiasmo a estos cambios pero no se mostró dispuesto a aceptar que la situación volviese a escapársele de las manos y para ello forzó, de manera inesperada, el cese del director de Comunicación de la entidad, Luis Abril, en quien personaliza las fugas de información y una predisposición de los medios de comunicación en contra de su forma de gestionar. El cese le cogió por sorpresa al consejo, reunido en Santander después de mucho tiempo, pero Botín consiguió los votos necesarios. El sector BCH respondía al día siguiente con una amenaza de resolver la disputa en los tribunales, algo insólito para una pugna de poder en el interior del mayor banco del país.
Poco a poco, el financiero cántabro ha conseguido llevar a la mayoría del consejo a su terreno, hasta forzar la salida de Amusátegui y la de Santiago Foncillas (vicepresidente cuarto). La salida de ambos del consejo hace perder dos miembros al sector procedente del BCH y, por tanto, desequilibra muy claramente la relación de fuerzas a favor del Santander, por lo que no cabe imaginar en futuro nuevos episodios semejantes.

Crisis en el Gobierno regional

La ruptura del consejero de Economía con el presidente cántabro también se desencadenó con antelación, pero acabó por sustanciarse con los calores del verano. En realidad, Federico Santamaría no era un hombre cómodo para el Partido Popular. Quienes lo conocen bien nunca pudieron suponer que accedería al cargo, porque no sólo se encontraba completamente desligado de la política, sino que poco a poco trataba de ir abandonando responsabilidades en sus negocios, puesto que su patrimonio personal se lo permitía. Santamaría aceptó la oferta de ser consejero, pero convencido siempre de que mantendría una cierta independencia de criterio, algo que no resulta sencillo de encajar por el resto de compañeros de Gabinete, sobre todo si alguno recibe un “no” a sus pretensiones presupuestarias.
Santamaría quería suponer que podría hacer funcionar la Administración regional casi como una empresa, un esfuerzo encomiable pero poco realista, y finalmente comprobó que tenía demasiados problemas y la permanencia en el cargo le resultaba poco rentable. El consejero, por otra parte, tenía dificultades para cuadrar los presupuestos del próximo año y no estaba de acuerdo con la redacción que se pretende dar al anteproyecto que reformará la ley regional de órganos rectores de las cajas de ahorros.
A estos motivos de distanciamiento, los socialistas añaden otro, la supuesta negativa a validar unos oscuros gastos de la Empresa de Residuos que el interventor general habría rechazado. Esta sospecha está en el trasfondo de la petición de documentos que el Grupo Parlamentario Socialista ha hecho al Gobierno para que remita todos los expedientes que el consejero de Medio Ambiente, José Luis Gil, ha firmado en las dos semanas en que ocupó de forma interina el cargo. Una sospecha que creen refrendada por la elección de Gil para esta sustitución cuando habría resultado más lógico encargársela al consejero de Presidencia, que iba a convertirse poco más tarde el el titular de Economía.
En realidad, el presidente no tenía demasiado perfilada la crisis hasta el último día. Es cierto que Santamaría ya había mostrado anteriormente intenciones de dejar el Gabinete, pero está claro que cuando finalmente se produjo su dimisión cogió al presidente por sorpresa. De lo contrario no cabe entender que no tuviese preparado un sustituto.

Redondo y las empresas, una relación difícil

Como ocurre con Aznar, a Martínez Sieso le cuesta mucho hacer remodelaciones y por eso le incomodó la marcha de Santamaría, pero hacía tiempo que deseaba hacer cambios en la Consejería de Industria, un departamento para el que incluso se llegó a buscar un sustituto. Alvarez Redondo era cuestionado en privado por gran parte de las empresas más significativas de la región que, sin embargo, nunca se han atrevido a exponer públicamente sus quejas por temor a las represalias del consejero. Sólo las compañías vinculadas a las nuevas tecnologías han manifestado explícitamente su malestar por la política que seguía la Consejería e, incluso, han llegado a crear una plataforma para hacerlo constar, repartiendo los costes que tiene en Cantabria cualquier rebelión.
El ex consejero de Industria había creado un clima muy poco fluido donde lo más importante no era lo que se hacía, sino lo que se decía. No son pocos los empresarios de Cantabria que han sido llamados al orden por el propio Alvarez Redondo u olvidados en proyectos significativos por haber realizado alguna manifestación que no era de su agrado, lo que ha dado lugar a situaciones tan ridículas como el que una de las mayores fábricas del sector no fuese invitada a participar en el proyecto del Centro Tecnológico de Automoción, a pesar de que era la que podía obtener más rendimiento de él, y a la vez darle un mayor empuje, por unas declaraciones que en su día realizó su director.
Esta política de combatir la discrepancia no era exclusiva de Alvarez Redondo, pero sí ha sido el consejero que la ha llevado más lejos y si bien es cierto que con ella ha conseguido que no se alce en la región ninguna voz crítica contra la política industrial oficial –ni siquiera la de los sindicatos– no ha tenido ningún efecto estimulante en el sector empresarial, que nunca se ha sentido bien entendido por el ex consejero.
El relevo de Alvarez Redondo resulta tan significativa como la ascensión de Juan José Fernández, que se hace con la cartera de Economía y deja a sus hombres en Presidencia y en el entorno del presidente. Fernández, que hace tiempo se ha significado por intentar articular el Partido Popular cántabro en torno a Martínez Sieso es, en consecuencia, el menos piñeirista de los consejeros populares, en contraposición a Alvarez Redondo. El hecho de que a éste se le comunicase el cese unas pocas horas antes del nombramiento público de su sucesor o que la remodelación de gobierno se haya producido cuando Gonzalo Piñeiro se encontraba fuera del país, refuerza la tesis de un distanciamiento entre el presidente del partido y el del Gobierno regional, a pesar de que Piñeiro se apresuró a dar su conformidad a los cambios.

Los nuevos consejeros

El nuevo consejero de Industria, Pedro Nalda, es el auténtico hombre de confianza de Martínez Sieso, quien no prodiga la proximidad. Su último cargo había sido jefe del Gabinete del Presidente, donde ha tenido el reconocimiento general. A su vez, ha nombrado jefe de su gabinete a Francisco Royano, un economista que ocupaba el cargo de director y Inversiones y Proyectos de Sodercan, donde ha tenido un papel destacado en las negociaciones para el asentamiento de Evobus y Altadis.
El nuevo consejero de Presidencia, Jesús María Bermejo, era hasta ahora director de la Función Pública, un cargo en el que ha conseguido desbloquear el insidioso problema de los interinos que se arrastraba desde 1986. Tras llegar a acuerdos con los sindicatos y desbrozar los numerosos recursos judiciales ha podido llevar a cabo las convocatorias de oposiciones y de consolidación de plazas que por fin normalizarán la plantilla de la Administración regional.
Otro hombre procedente de la consejería de Presidencia se hará cargo de la jefatura del Gabinete de Martínez Sieso, José Ortiz, fichado por Fernández y que en su día fue secretario general de AIGAS.

Un equipo más dialogante

El resultado es un equipo más próximo al presidente, con el que se siente más cómodo, y de lo que no cabe la menor duda es que será más dialogante, como ha reconocido el propio Martínez Sieso en la presentación. Estas expectativas se confirman con la sustitución de otros altos cargos (Pedro Herrero por Francisco Royano, en Industria, o José Antonio del Barrio por Francisco Acero, en Educación). La sustitución del director general de Educación es especialmente significativa, puesto que controlaba un volumen presupuestario de casi 30.000 millones de pesetas, el equivalente a tres consejerías, y sus relaciones tanto con los sindicatos de docentes como con la Universidad siempre han sido muy conflictivas.
La situación de la Consejería de Educación preocupa en el interior del Consejo de Gobierno por el importante déficit que está generando la transferencia y que amenaza con crear problemas con otros departamentos. El pasado año, el coste salarial de la plantilla docente se desbordó en mil millones de pesetas con respecto a la cuantía presupuestada, y que obligó a detraer parte de las dotaciones que tenían las consejerías de Industria y de Obras Públicas. El hecho de que los gastos de personal no son un problema puntual del ejercicio, sino que se consolidan en el tiempo, permite esperar nuevos problemas presupuestarios. A pesar del hermetismo gubernativo para reconocer cualquier problema, el ya es consejero Federico Santamaría admitió recientemente en un acto público el desfase en los gastos de Educación y el temor del Gobierno a que algo semejante, pero en términos mucho más graves, pueda pasar con la transferencia de la sanidad.

Carlos Montes y la Caja

Ningún partido se ha librado de los vaivenes de este verano. En el PSOE Carlos Montes, miembro de la Comisión de Control de Caja Cantabria, lanzaba otra carga de profundidad al abandonar la Comisión Ejecutiva Regional, a través de una carta pública en la que comunicaba a su secretaria general su malestar por algunas operaciones que su formación y el PP habían aprobado en Caja Cantabria y que, en su opinión, podían llegar a los tribunales. Unas denuncias que el PSOE achacaba al malestar por no haber sido nombrado coordinador de la representación del partido en la entidad de ahorro y le instaba a que presentase las denuncias correspondientes.
Dos días después, Montes solicitaba ante los órganos de gobierno de Caja Cantabria la creación de varias comisiones de investigación para analizar la operación aprobada por la entidad para evitar la quiebra de Canpisa, una fábrica de piensos propiedad de Mariano Linares, y las participaciones de Sistemas Financieros, una filial de la Caja, en las inmobiliarias Socueva, a cuyo frente estaba hasta fechas recientes Miguel Mirones, y en Flavia XXI, una promotora que opera en Castro Urdiales. En opinión de Montes, en los tres casos se van a producir importantes quebrantos económicos para la entidad de ahorro.
Aunque la denuncia afecta, por extensión, a todos los partidos y sindicatos representados en el consejo de administración de la entidad, que han respaldado estas operaciones, todos ellos han optado por el silencio.
Esta extraña coincidencia de avatares ha agitado el verano cántabro. En el transcurso de una semana, la Caja, el BSCH, el Gobierno regional y los dos principales partidos de la región habían sufrido convulsiones sorprendentes cuyos resultados prácticos sólo con el tiempo se podrán valorar. Agosto ya no es lo que era.

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