Comienza la era de la energía eólica en Cantabria

Cantabria ha tardado mucho en incorporarse al club de la energía eólica, tanto que ha sido la última comunidad autónoma en autorizar la construcción de un parque de molinos de viento en su territorio, pero está decidida a apostar por esta energía con el ímpetu del converso. Si los planes de la Consejería de Industria se cumplen, la comunidad triplicará la potencia inicialmente prevista en el Plan Energético Regional, hasta alcanzar los 1.000 megavatios de producción eólica, y los aerogeneradores serán habituales en el paisaje cántabro.
Por lejos que se quiera llegar, siempre hay un primer paso y esta condición de pionero le corresponde a un grupo de empresas cántabras y foráneas, denominado Eólica 2000, que, tras cerca de diez años de espera, ha conseguido poner en pie el primer parque eólico de la región, en el ayuntamiento de Soba.
Situado cerca del puerto de los Tornos, muy próximo al límite con los territorios burgalés y vasco, el Parque de Cañoneras cuenta por el momento con 21 molinos, capaces de generar la electricidad necesaria para abastecer a 13.700 hogares, lo que da idea del papel que pueden acabar jugando los parques eólicos para asegurar la autonomía energética en la región.
Sin embargo, las instalaciones recién inauguradas sólo son la primera fase del parque. Aún faltan por levantar otros diecisiete molinos, una tarea que se ha visto demorada por las peculiares características eólicas de la zona elegida, donde la fuerza del viento es de tal magnitud que exige aerogeneradores más robustos que los existentes en el mercado.
Cuando el parque se complete, en el verano de 2009, los 38 molinos producirán 32,3 Mw, el equivalente a lo que se consume en 27.200 hogares (una ciudad como Torrelavega). Una energía limpia, que será distribuida en la zona oriental de la región, la más deficitaria en suministro eléctrico.

Molinos reforzados

Cuando en 1999 Eólica Cantabria, una de las promotoras del parque, comenzó a estudiar posibles emplazamientos para instalar aparatos de aerogeneración, Soba era uno de los lugares más prometedores. La orografía del terreno, su relativo aislamiento y el régimen de vientos convierte esta zona del territorio cántabro en una de las más adecuadas para la producción de energía eólica. Pero también presenta un problema y es la excesiva velocidad del viento en determinados momentos.
Los molinos necesitan viento para poder generar electricidad, pero no demasiado. La seguridad estructural de unas torres tan elevadas se pone en riesgo a partir de los 50 metros por segundo y las mediciones que se hicieron en la zona advirtieron de la posibilidad de que, cada 20 o 30 años, se produzcan ráfagas de hasta 180 kilómetros por hora. Ante estos riesgos, de los 38 puntos elegidos en Soba –dos crestas montañosas separadas por un pequeño valle, el Portillo de Orejo– tan sólo en veintiuno podían instalarse los aerogeneradores existentes en el mercado. Para los otros diecisiete era preciso fabricar estructuras reforzadas, capaces de aguantar vendavales como los que se pueden llegar a producir en esas cresterías donde se cruzan las diferencias de presión de la Cornisa Cantábrica y de la Meseta.
Ante el riesgo de no poder completar el parque por estas circunstancias, los promotores han optado por dar entrada en la sociedad a Iberdrola. La compañía eléctrica se ha hecho con el 49% de Eólica 2000 a cambio de garantizar que, en un año, Cañoneras contará con aerogeneradores reforzados como los que Gamesa ha diseñado para la propia Iberdrola, que los utilizará en un parque eólico que va a instalar en Méjico. De este modo, Soba se convertirá en el banco de pruebas de máquinas especialmente diseñadas para zonas con grandes turbulencias.
La necesidad de dividir el parque en dos fases ha perjudicado el rendimiento que los inversores pensaban obtener de su entrada en funcionamiento. Los molinos que están ya operativos son los menos expuestos al viento y, en consecuencia, los que menos electricidad generan. Esto explica que a pesar de ser tan sólo diecisiete los que faltan por levantar, su contribución duplicará la energía producida por el parque.
La ubicación en zona montañosa ha condicionado también el tamaño y la potencia de los aerogeneradores. Los instalados en Cañoneras son de 850 kw. Los mástiles tienen 44 metros (la altura de un edificio de quince plantas) y las palas una longitud de 25 metros. Nada que ver con los grandes monstruos que se levantan en zonas más llanas del interior del país, con estructuras que llegan a alcanzar los cien metros de altura y palas que rozan los 40 metros. Estos colosos permiten albergar rotores capaces de generar hasta 3 Mw. No obstante, las torres instaladas en Soba no dejan de tener un tamaño más que respetable y cada una de ellas necesita para su sujeción zapatas de diez metros de lado que llevan cien toneladas de hormigón y once toneladas de armadura de acero.

Traslado complejo

Trasladar esas grandes estructuras hasta el punto elegido no es tarea fácil y la encargada de la obra civil del parque, la empresa Copsesa, se vio obligada a construir doce kilómetros de pistas forestales para que los camiones pudieran acceder hasta la zona donde se han instalado los molinos.
La reducida anchura de estas pistas y la restauración de los puntos donde se han producido movimiento de tierras para ejecutar la obra formaban parte de las correcciones impuestas por el informe de impacto ambiental que tuvo que superar el proyecto.
Dada la especial sensibilidad con que se observan este tipo de instalaciones, sobre todo por su impacto visual, la Administración regional ha sido muy escrupulosa en el apartado ambiental. El informe realizado por la Fundación Torres Quevedo, aconsejando varias medidas proteccionistas, fue completado por la propia Consejería de Medio Ambiente, que añadió nuevas medidas correctoras, como la minimización del impacto visual de la subestación construida al pie del parque. El seguimiento de todas estas medidas ha sido realizado por otra empresa cántabra, Teican Medioambiental.
El riesgo de estas grandes estructuras para las aves también fue analizado antes de elegir el emplazamiento de los molinos, con el fin de no interferir con una zona de paso, aunque la experiencia indica que el único escenario donde un parque eólico ha cambiado las costumbres de las aves ha sido en las cercanías de vertederos que atraían colonias de buitres. Otro de los inconvenientes que suele achacarse a estas instalaciones, el zumbido provocado por las aspas al girar, se ve minimizado por el hecho de que el lugar habitado más cercano se encuentra a cientos de metros.
Las excavaciones y el movimiento de tierra que requirió la obra han contado también con un seguimiento arqueológico para preservar posibles restos.
En definitiva, la condición de pionero del Parque de Cañoneras lo ha convertido en piedra de toque para la tramitación de las instalaciones eólicas que a partir de ahora se van a levantar en Cantabria.

Viesgo como cliente

Buena parte de la infraestructura del parque va destinada a la evacuación de la energía producida por los molinos de viento. Para ello, la empresa Inelecma ha construido una subestación eléctrica y catorce kilómetros de línea de 55 Kv, que conecta los molinos con la subestación que Viesgo tiene en Ramales. De esta forma, el destinatario final de la electricidad generada en Soba van a ser los hogares e industrias situados en la zona oriental de la región.
El parque genera electricidad desde el pasado mes de diciembre, aunque ha arrancado con los molinos que, por emplazamiento, van a resultar menos productivos. Para que las aspas sean capaces de generar electricidad basta con que el viento tenga una velocidad de entre 12 y 15 kms a la hora, aunque el régimen óptimo de producción se alcanza entre los 35 y los 40 km/h. Por encima de 90 km/h, y para evitar el riesgo de averías, las palas se orientan en bandera y los rotores se inmovilizan.
Si a las turbulencias del aire se unen las temperaturas extremas que se alcanzan en invierno en esta zona, situada a unos 1.200 metros de altitud, se entiende la importancia que cobran las tareas de mantenimiento de las instalaciones. Para facilitar el engrasado de las piezas móviles del aerogenerador y efectuar la lectura de los testigos, las torres cuentan con una escalera interior que permite acceder hasta la barquilla que aloja el rotor, situada a 44 metros de altura.
Por el momento, es personal de Gamesa el que se encarga de estas tareas, pero la propietaria del parque está formando a trabajadores de la zona para que se ocupen del mantenimiento. Vigilar el funcionamiento de un parque de 38 molinos sólo requiere el trabajo de dos o tres personas, pero en un ayuntamiento tan despoblado como Soba, estos empleos son bien recibidos.

Un kilovatio incentivado

Aunque no tan elevados como los incentivos que se ofrecen a otras energías alternativas, las primas que se pagan por el kilovatio de origen eólico son lo bastante atractivas como para justificar los 37 millones de euros de inversión que ha requerido el parque. Una cantidad que sus promotores confían en amortizar en unos quince años, es decir, en la mitad del tiempo que durará la concesión.
El régimen especial que regula la producción de electricidad a partir de energías renovables prevé dos modalidades de prima: la fija, en la que se establece un mismo precio para toda la energía que se produzca, independientemente de la hora del día, y la variable, en la que el mercado fija el precio en cada momento y el vendedor asume el riesgo de esas oscilaciones. Un riesgo que se acentúa más en el caso de la energía eólica, que depende de algo tan imprevisible como que haya o no viento.
En el contrato con Viesgo, Eólica 2000 ha optado por esta última modalidad, con la obligación de permanecer al menos durante un año en el régimen de precio variable.
El pasado año el kilovatio eólico se pagó, en tarifa fija, a 7,2 céntimos de euro, de los que unos tres céntimos correspondían a la prima con la que se incentiva este tipo de energía renovable. Mucho mejor remunerado está el kilovatio solar, que se pagó a 45 céntimos, seis veces más caro que el generado por el viento. Sin embargo, este incentivo tan elevado es difícilmente sostenible por el mercado eléctrico español. La proliferación de huertas solares ha sobrepasado ya los objetivos que se perseguían para esta modalidad de energía y el próximo mes de septiembre se producirá un descenso notable en las primas asignadas a la electricidad fotovoltaica.

La buena acogida de las juntas vecinales

El interés de la promotora por situar el parque eólico en esta zona de Soba ha contado con el apoyo de la alcaldía y de las juntas vecinales propietarias del suelo. Que a poco más de 500 metros de donde se levanta el parque de Cañoneras ya existiesen molinos de viento asentados en territorio burgalés era un sólido argumento a favor de la promotora cántabra.
Para los vecinos de Soba es la única manera de sacar rendimiento a unas instalaciones con las que de todas formas han de convivir y por las que ellos no percibían nada. Con el acuerdo firmado con Eólica 2000, las juntas vecinales se repartirán anualmente 120.000 euros, mientras que el Ayuntamiento recibirá 30.000 euros cada año y aspira a recaudar otros 70.000 por impuestos. A esto hay que añadir los puestos de trabajo que va a generar el parque y que se han reservado para los lugareños.
El dinero que ya han recibido las pedanías se ha plasmado en varias pequeñas obras públicas que han mejorado la calidad de vida en estas poblaciones.
El Parque de Cañoneras no es el único proyecto impulsado en Cantabria por los socios iniciales de Eólica 2000 –Eólica Cantabria, Ocyener (ambas del grupo Ocyasa), Elecdey y un accionista particular, Fernando Manjón–. De los tres planes eólicos –seis parques, en total– que el Gobierno cántabro aprobó antes de la entrada en vigor de la moratoria de 2001, uno de ellos pertenece a los mismos promotores, agrupados esta vez en una sociedad llamada Iniciativas Eólicas de Cantabria. Esta firma tiene dos proyectos más para la zona de Campo de Yuso, que recientemente han recibido el informe favorable de impacto ambiental junto a otros dos promovidos por Boreas Eólica –una sociedad perteneciente a Gas Natural–, que irán situados en la zona de Santiurde de Reinosa.
Los cuatro parques están a la espera de recibir la definitiva luz verde de la Consejería de Industria cuyo titular, Javier del Olmo, es un decidido defensor del aprovechamiento de esta energía renovable, hasta el punto que espera que pueda aportar un tercio de la electricidad que consume Cantabria. Ese empeño obligará a reformar el Plan Energético regional –mucho menos ambicioso– y a buscar consensos para la localización de nuevas zonas donde puedan ubicarse estas estructuras sin poner en peligro uno de los mejores activos de Cantabria, su paisaje.

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