Las aguas de la Hermida vuelven a su cauce

Agua pasada no mueve molino y el Balneario de la Hermida partirá de cero en busca de su esplendor perdido. Y es que un siglo atrás, La Hermida se identificaba más con un gran balneario que con un angosto desfiladero, porque un manantial de aguas minerales con genuinas propiedades curativas se había convertido en el eje de esta localidad que, por entonces, también se conocía como ‘Aguas Caldas’, por la elevada termalidad de éstas.
Desde aquella época dorada han transcurrido muchos años. Tantos, que la mayoría de los cántabros sólo han conocido un ruinoso y deteriorado edificio, condenado al abandono en el espectacular discurrir del desfiladero. En pleno auge de la hidroterapia y tratándose de las segundas aguas más calientes de toda España, su deterioro no dejaba de resultar paradójico. Así que cuando hace una década volvió a concursarse la explotación del manantial, dada la inactividad de sus antiguos propietarios, apareció en escena una promotora palentina dispuesta a sortear los obstáculos en un largo periplo que, por fin, culminará a finales de este año. Muchos lo habían intentado antes, siempre en vano, hasta que lo logró la sociedad Aguas de la Hermida, integrada por cuatro socios: Basilio Varas, Adolfina Santos, Juan José Garrido y Luis María de la Iglesia –los dos primeros propietarios de residencias de ancianos y los dos restantes dedicados a la construcción–.
Ahora, la reapertura del balneario ya es un hecho y sus nuevos responsables prevén que la zona termal esté lista para los últimos meses de 2005, aunque el hotel no quedará concluido hasta un par de meses después. Lo que no pueden prever es si el remodelado balneario volverá a atraer hasta este enclave de Peñarrubia a tantos asturianos, leoneses y palentinos como antaño. En cualquier caso, su esfuerzo se verá recompensado por la recuperación de un patrimonio cultural de gran valor que, además, servirá como medida de choque ante la despoblación de la comarca, gracias a la creación de 33 puestos de trabajo que, en su mayoría, se confiarán a oriundos de la zona.

Tan tortuoso como el Desfiladero

La reconstrucción del balneario comenzó hace catorce meses aunque, previamente, se habían hecho ensayos en los manantiales y reforzado el puente de acceso. A estas alturas, la estructura ya está terminada y han empezado a renovar la fachada, al tiempo que se desarrollan tareas de albañilería interior.
El arquitecto cántabro Santiago Fernández Elizondo, redactor y director de la obra, dice que está ejecutada en un 40% y que “lo difícil ya está hecho”. Y es que al tratarse de una rehabilitación se han encontrado con imprevistos, como la necesidad de ampliar algunas dependencias “sobre la marcha” o excavar en la roca, ya que algunas de las instalaciones, como la piscina, “están incrustadas en el monte”, señala Elizondo.
No obstante, ni las dificultades de la reforma ni siquiera la cuantía de la inversión –que ronda los cuatro millones de euros– son comparables a los problemas de adquisición del balneario, verdadero obstáculo para los nuevos concesionarios, que han tenido que bregar con la falta de entendimiento entre sus anteriores propietarios, lo que había paralizado la actividad de La Hermida durante años.
El binomio de titularidades –por una parte, la del aprovechamiento del agua y por otra la de las instalaciones– obligaba a negociar por separado con ambas propiedades. Tras un año de duras negociaciones, lograron convencer, en noviembre de 2002, a los adjudicatarios del manantial. Era una sociedad santanderina que se hizo con el aprovechamiento hace una década, cuando los anteriores concesionarios (dueños también de la finca) dejaron caducar la concesión, por falta de actividad.
Dado este primer paso, aún debían convencer a la sociedad lebaniega dueña del solar y, aunque les costó llegar a un acuerdo –porque eran muchos socios con pequeñas participaciones– lo lograron un par de meses después.

Un sueño universitario

Para Adolfina Santos, el éxito de la operación residió en “ser constantes durante la negociación y no venirse abajo por los continuos rechazos”. Basilio Varas añade que siempre tuvieron muy clara la compra porque “confiaban en la excepcionalidad de las aguas termales de La Hermida y en su tradición balnearia”.
Resulta curioso que este médico ya tuviera noticias del balneario cuando estudiaba hidrología termal, en 1984. Despertó su interés y, tras viajar a Potes hace cinco años, comenzó a interesarse por su posible compra. Fue entonces cuando comenzaron sus vicisitudes, aunque reconoce que, en todo momento, contó con el apoyo del Ayuntamiento de Peñarrubia y, en concreto, el de su alcalde Secundino Caso. Adolfina Santos también lo confirma: “Gracias a él conseguimos aligerar las gestiones, conseguir las licencias y optar a subvenciones”.
No obstante, pese a la ayuda que han obtenido con cargo a los incentivos regionales del Ministerio de Economía –612.864 euros–, el esfuerzo económico y personal de los socios ha sido ingente.

Modernidad pero respeto a la tradición

El viejo edificio en ruinas se está transformando en un moderno complejo y la estación termal en un centro de hidroterapia que concentra los últimos avances en balneoterapia. El arquitecto recalca que en la reforma se ha respetado el aspecto primitivo de las instalaciones y se ha tratado de recuperar todo lo posible del original. Sin embargo, la cubierta del hotel no se ha podido mantener porque estaba deteriorada, pero sí la envolvente y la sillería de piedra del balneario. La imagen final será similar a la ya conocida, pero con materiales modernos que transmitan sensación de luminosidad y limpieza.
“La oferta de hostelería será de calidad, con un hotel de cuatro estrellas y las últimas innovaciones tecnológicas en servicios”, destaca Varas. Para albergar a un máximo de 120 huéspedes, contará con sesenta habitaciones, dos comedores y tres salones.
A través de una vía subterránea se accederá desde el hotel al antiguo edificio de baños que se encuentra contiguo. Pero eso no significa que sea exclusivamente para los huéspedes. A esta renovada estación termal de unos 1.700 m2 también podrá acudir cualquier otro bañista externo que quiera recibir tratamientos médicos y estéticos.
Habrá dos zonas diferenciadas, una seca y otra húmeda para tratamientos con agua termal que, a su vez, se reparte en dos compartimentos distintos: uno de tratamientos individualizados tradicionales y otro de balneoterapia lúdica, con piscina, saunas, baño turco, duchas, salas de lodos o baños por contraste. Una gruta termal con surgencia natural al nivel del suelo y un baño de vapor auténtico que, según Varas, no posee ningún otro balneario, son otros añadidos.
La finca, incrustada en un angosto seno que forma el Desfiladero, se completa con un aparcamiento y una capilla, que ya se ha rehabilitado para fines religiosos o para convenciones de hasta cincuenta personas.

Aguas cálidas en la boca de Liébana

Decía Benito Pérez Galdós que al Desfiladero “lo llaman garganta cuando debieran llamarle el esófago de La Hermida porque al pasarlo se siente uno tragado por la tierra”. Pero es en el pequeño ensanchamiento de esa garganta, a menos de 200 metros sobre el nivel del mar, donde afloran naturalmente las aguas termales que pueden resultar claves para el renacer de La Hermida.
Y si algo no ha cambiado a lo largo de los años son los beneficios de sus cálidas aguas para la salud de los bañistas. Destaca su alta termalidad, –el agua mana entre 50 y 60 grados de temperatura– y el volumen de su caudal que, según los sondeos, ronda los 8 litros por segundo, lo que proporciona unos 24.000 litros a la hora. A estas dos características –abundancia y alta termalidad– se añade una tercera: su composición química, que la convierte en un agua idónea para tratamientos terapéuticos. Su mineralización clorurado sódico es de ocho gramos por litro (seis de cloruro sódico y el resto de mineralización menor). Un equilibrio de composición capaz de provocar cambios sobre el organismo que la recibe por vía tópica y, aunque no se puede embotellar, también se utilizará como agua de boca en tratamientos por vía oral.
A las condiciones mineromedicinales de estas aguas se une la inexistencia de más balnearios en la zona occidental de Cantabria y tampoco en Asturias, Palencia o León, lo que hace albergar a los propietarios grandes expectativas. “Todo el mundo lo echaba de menos”, sostiene Varas. En pocos meses, se podrá confirmar.

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