La fábrica que introdujo el inoxidable en las casas

En 1964, un fabricante alemán apellidado Thielmann entró en contacto con los metalúrgicos cántabros José y Manuel Gómez Casuso para ofrecerles la introducción de los fregaderos de acero inoxidable en España, un país que estaba viviendo una fiebre constructora tan importante como la reciente burbuja inmobiliaria, porque 17 millones de personas salían de sus pueblos y se realojaban en grandes ciudades. Un momento, también en el que las viejas cocinas de carbón y fregaderos de loza o de cemento estaban dando paso a los nuevos electrodomésticos.
A pesar de su juventud, los hermanos Gómez Casuso, que empezaron su carrera profesional en Corcho, ya habían creado unos talleres para fabricar calderetines y complementos de cocinas de carbón (Industrias Polar). Una empresa con más ambición que medios, porque se veían obligados a pedir la esmaltería a la propia Corcho, pero que empezó a crecer con rapidez, ya que en ese momento prácticamente todo el parque nacional de cocinas seguía basándose en el carbón.
Las instalaciones de la calle Carlos Haya se les quedaron pequeñas y decidieron abrir una nave con un nuevo nombre, Industrias Hergom, después de comprar una finca en Cajo, a las afueras de Santander. Pero el proyecto quedó congelado al conocer al industrial alemán y sus fregaderos de acero inoxidable, que los Gómez Casuso consideraron un producto con muchas posibilidades en el mercado español, a pesar de que en ese momento los precios del inoxidable eran demasiado caros para una familia media. El proyecto de Hergom quedaba aplazado, aunque no por mucho tiempo.

La primera época, con Hergom

La alianza con Thielmann dio lugar a Teka Hergom Española, un nombre que aprovechaba la marca comercial que Thielmann y su jefe de fábrica y socio Klien habían creado para distribuir sus productos en Alemania uniendo sus dos iniciales. Manuel y José Gómez Casuso se convirtieron en accionistas mayoritarios de la nueva sociedad, al aportar la mayoría de los activos. Los alemanes ponían el know how y una lealtad que siempre hizo sentirse cómodos a sus socios cántabros mientras permanecieron en el capital.
José Gómez Casuso se convirtió también en el director técnico de la empresa de fregaderos, después de conocer en Alemania el proceso de fabricación. Él fue el responsable de buscar la forma de abaratar los precios para conseguir que este producto estuviese al alcance del consumidor español, en lo que contó con la ayuda de la propia proveedora del inoxidable, la compañía Acerinox, nacida en la época, que puso mucho empeño en colaborar para buscar los materiales más adecuados.
Manuel, por su parte, decidió potenciar su antiguo negocio de cocinas construyendo una nueva planta en Soto de la Marina que se inauguró en 1971, una fábrica que se especializó en estufas de leña y que hoy es líder de su sector.
Teka se convertía en una de las pioneras en España en la fabricación de fregaderos de acero inoxidable, un material noble, limpio y distinto, que por primera vez introducía en las cocinas una aleación concebida para el ámbito industrial. El éxito fue inmediato. Dos años después empezaba a exportar, aprovechando que la planta de Santander era capaz de fabricar a un precio bastante más barato que la de Alemania y las ayudas a la exportación del Régimen. En dos años más empezó a producir los fregaderos encastrables, su mayor éxito.
No obstante, la alianza accionarial no duró mucho, ya que Thielmann murió a los pocos años y los nuevos accionistas alemanes, a cuyo frente estaba Klaus Graft, nombrado presidente de la Teka Española en 1973, optaron por controlar todo el capital antes de iniciar una fase de internacionalización y de acelerar aún más el crecimiento.
Si el desembarco en Santander fue la segunda etapa de Teka, empezaba una tercera, la conversión en una auténtica multinacional. Thielmann había creado en 1924 un taller de calderería en acero inoxidable en la localidad de Haiger y sus productos pronto se convirtieron en un referente entre las industrias químicas y alimentarias, que comprobaron las magníficas condiciones higiénicas del acero inoxidable. Él también había desarrollado un método industrial muy eficiente para fabricar fregaderos en ese material, para entrar en el mercado doméstico y la llegada a Santander había conseguido unos precios con los que se podía competir en casi cualquier lugar del continente. Ahora, en este tercer salto, era la ocasión de completar la gama de productos para buscar las sinergias y de ampliar los mercados, a través de la apertura de nuevas plantas y a la compra de otras empresas. Un salto que en tres décadas transformó Teka, aunque su negocio siempre estuvo relacionado con el acero inoxidable, que sigue ocupando al 70% de los 4.800 trabajadores de la empresa.

Campanas y hornos eléctricos

En 1976 Teka fabricó la primera campana extractora tradicional y un año más tarde optó por adquirir dos empresas competidoras en el ámbito de los fregaderos de acero: Equinox, una compañía propiedad del Banco de Granada que poseía una fábrica en Alcalá de Henares, y la granadina Portinox, con la que posteriormente empezaría a fabricar barriles de cerveza, botellas de gas y otros equipamientos para cocinas de hoteles, restaurantes y colectividades.
En esa época (1977) fabrica en Santander su primer horno eléctrico y se queda con una participación mayoritaria de las zaragozanas Lackey (hornos encastrables) y la esmaltadora Vitrogar.
En plena expansión, con la apertura de filiales en Portugal y Francia, Teka comprueba que tiene ante sí un amplísimo mercado en el centro y sur de Europa y no duda en lanzarse a productos tan innovadores como la vitrocerámica. De hecho, sus plantas de Alemania y España harán las primeras de Europa (1983). Sólo un año después, Teka empieza a fabricar en Portugal los microondas, otro electrodoméstico absolutamente desconocido en el continente hasta ese momento.
La fábrica de Santander había ido creciendo en superficie. Las dos parcelas y la nave inicial apenas eran ya una pequeña parte de una factoría que dio un salto significativo cuando pudo adquirir los terrenos posteriores que habían sido utilizados por un ramal de ferrocarril. En esa expansión hacia el sur, acabará por llegar, años después, a la carretera de La Marga.
En 1983 Teka facturaba ya 6.070 millones de pesetas diez veces más que en 1975 y tenía 330 trabajadores, pero no perdía su vinculación con Cantabria, donde además de su implantación industrial se había convertido en el patrocinadora de un equipo de balonmano que estaba proporcionando grandes satisfacciones a la afición con sus títulos dentro y fuera del país, y de un equipo ciclista que dejó muestras de su garra en las grandes pruebas. No obstante, la empresa había adquirido una dimensión multinacional y optó por trasladar su sede a la plaza del Marqués de Salamanca, en Madrid (1986) desde donde podía manejar con más facilidad su grupo internacional.

Compra de empresas

Ese mismo año, Teka compró una participación mayoritaria en la empresa barcelonesa Thor Ibérica y poco después entró en el negocio de la electrónica adquiriendo el Grupo Sitre, que no le daría demasiadas satisfacciones, a pesar de las complementariedades que buscaba con sus electrodomésticos. Obtuvo mejores resultados con otra compra de esa misma época, la empresa mallorquina de griferías Casa Buades, que le permitió incorporar a su catálogo los grifos con marca Teka.
La política de compras de empresas rivales o complementarias fue muy activa en esa época, cuando Teka se convenció de que necesitaba competir con una gama de electrodomésticos tan amplia como le fuese posible. Tampoco le importa hacer incursiones en otros negocios relacionados con el acero inoxidable, y a través de Portinox adquirió la empresa belga Comet y su filial austriaca FSB Fassindustrie, fabricantes de barriles de cerveza. Casi simultáneamente compró en Holanda la empresa Teka Catering Industry, con varias filiales.
El Grupo había adquirido una dimensión notable en Europa, a través de fábricas y representaciones en varios países, pero el continente se había convertido en un mercado maduro, de forma que comenzó a buscar los emergentes, donde las cocinas de las casas todavía no estuviesen equipadas. En 1990 constituye dos nuevas filiales en Grecia y México, un país en el que abre dos plantas, una de fregaderos y otra de barriles de cerveza.
Cuatro años después entra en el mercado asiático. Establece su primera filial en Tailandia y en solo un trienio consigue implantarse, también, en Hong Kong, Malasia, Singapur e Indonesia.
Entre tanto, en Europa había adquirido el grupo húngaro de fábricas de grifos Mofem y había integrado en Teka Industrial su fabricante de campanas extractoras Equinox. La matriz santanderina también compró la firma Teka Küchentechnik, que pertenecía a la rama alemana del fundador, Thiemann.
La caída del Muro le proporcionó un nuevo mercado y creó filiales en Polonia, Chequia y Hungría. En Europa Occidental adquiere la marca de electrodomésticos alemana Küpperbusch, con filiales en Bélgica, Austria y Holanda. Una muestra de su diversidad de intereses y de su potencia inversora en esa época es la compra simultánea de Ucon, un fabricante de contenedores industriales de acero inoxidable, o la expansión de su negocio de griferías (Casa Buades) a Austria y Alemania.
Teka ya había tejido una red suficientemente tupida en Europa y entró en el nuevo siglo cada vez más interesada en otros continentes. Constituye Teka USA y Teka Sanghai, además de implantarse en Corea, China, Rusia, Australia, Emiratos Árabes y Ecuador.

Entrada en China

A partir de ese momento, el ritmo de aperturas se relaja, lo que no le impide adquirir un fabricante de cocinas en Italia (Zepa) y otroen Turquía (Simeco) o abrir un fábrica de grifos en China (2008). La última implantación, por el momento, es la vitrificadora Vitrogar, también en China (2009).
Para entonces, la empresa ya había optado por separar su complejo entramado de negocios en tres unidades distintas, a partir de una sociedad holding que tiene sede en Suiza, aunque sus accionistas sean casi todos alemanes: Teka Industrial, está presidida por Arturo Baldasano; la división de contenedores y barriles de cerveza; y la de cocina industrial, las dos últimas domiciliadas en Alemania. Entre las tres facturan más de 600 millones de euros al año.
A pesar de su diversificación y del reparto de sus mercados, el peso de sus ventas en Europa sigue siendo sustancial, por lo que Teka no pudo evitar los efectos de la crisis, con una caída significativa de la facturación y la necesidad de renegociar su préstamos, con la ayuda del Banco Santander, que posee el 10% de las acciones de Teka Industrial desde hace algo más de una década a través de una compañía de capital riesgo.
El negocio, no obstante, ha seguido creciendo con fuerza en Asia, Oriente Medio y América del Sur. Teka también ha puesto en marcha un plan de desarrollo en África. Eso no impidió que hace tres años tuviese que cerrar una de las dos líneas de producción de la fábrica matriz de Santander, la de las encimeras, para mantener únicamente su primer producto, los fregaderos. Eso supuso el despido de 170 trabajadores, de los que la mitad fueron recolocados en otra empresa ajena de nueva implantación, Nestor Martin. Una operación que acabó fracasando por la polémica gestión de esta última.

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