La crisis no puede con la fiesta

Los hosteleros, con las casetas, y los comerciantes, con la noche blanca, han buscado la calle como una plataforma comercial más sugerente, algo que los residentes parecen recibir con tanto o más alborozo que los turistas. Además, este año se han sumado eventos poco habituales, como la escala del espectacular velero ‘Juan Sebastián Elcano’, que utiliza la Armada para la formación de sus guardiamarinas.
El balance económico ha sido aceptable, en opinión de los hosteros, sobre todo el de la Semana Grande de Santander. Aunque la gente ha gastado menos, la asistencia a las 61 casetas ha sido elevada (se pudo haber batido el récord histórico de no haber llovido dos días) y en el Festival de Música Amstel de La Magdalena, la entrada fue razonablemente buena, aunque quizá no lo suficiente como para acercarse a los 60.000 espectadores que dicen haber alcanzado los organizadores.
La concentración de acontecimientos y el hecho de que Cantabria haya sabido completar un programa de actividades lúdicas y culturales casi ininterrumpido desde comienzos de julio hasta finales de agosto empiezan a marcar las diferencias con otros destinos turísticos de costa que tienen asegurado el sol y pueden conformarse con centrar su oferta en el ocio de playa.

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