¿Qué va a pasar con las titulaciones?
La homologación de las titulaciones universitarias españolas con las europeas, la correspondencia entre las nuevas carreras y las antiguas y la posible pérdida de competencias profesionales que puede traer consigo el llamado Proceso de Bolonia mantienen en vilo a los colegios profesionales cántabros. Y es que, como defensores de los intereses de su colectivo, la convergencia europea les afecta desde una doble perspectiva. Por un lado, deben velar para que se establezca una correspondencia justa entre su titulación académica y sus homólogas europeas y, por otro, lograr que se respeten las atribuciones colegiales que ejercen desde antaño.
Aunque el Gobierno se esté esforzando por transmitir una sensación de tranquilidad, nada impide que quienes cursan estudios universitarios en estos momentos se cuestionen si su titulación seguirá vigente cuando acaben. Tampoco, que quienes terminaron hace tiempo se pregunten por la validez que tendrá su carrera si se ‘cae’ de los planes de estudio o no es declarada equivalente a ninguna de las que sí figuren en el nuevo mapa europeo de titulaciones.
Los colegios oficiales, como representantes históricos de los intereses de las profesiones, no saben si podrán conservar todas sus funciones colegiales dentro del futuro modelo, lo que también les causa desasosiego. Y es que las nuevas líneas educativas dibujadas por Europa ponen mayor énfasis en las universidades que en los colegios a la hora de reconocer la capacitación profesional de un titulado. Un hecho que choca de frente con la realidad española donde, hasta ahora, el pleno ejercicio profesional, y en particular, la firma de proyectos, queda en muchos casos condicionada a estar inscrito en un colegio oficial.
Novedades importantes
Por si no teníamos una amplísima variedad de titulaciones, tras la adaptación europea tendremos más. Inicialmente, se barajó el dejar en 82 carreras las 140 actuales, pero no va a pasar nada de eso. Simplemente, se renovarán las que existen y se incrementará su número si la universidad o la sociedad así lo demandan.
Ya no serán ‘carreras’ en sentido estricto sino ‘grados’, que es como pasarán a llamarse. Así, el unificado modelo de formación superior que va a implantarse en todos los países europeos tendrá una duración de cuatro años, divididos en dos ciclos formativos denominados grado y postgrado que, en su conjunto, quedarán estructurados, a su vez, en tres ciclos.
El grado es un primer nivel de contenidos generales, encaminado a lograr una cualificación profesional para el mercado de trabajo. El postgrado, por su parte, integra un segundo ciclo de estudios –de formación avanzada y dirigida a la obtención de un título de máster– y un tercero, más avanzado, que conduce al título de doctor.
Como ya está ocurriendo en otros países europeos, el Gobierno sólo se va a ocupar de definir grandes familias de títulos con una denominación genérica y, después, serán las universidades las que diseñen la mitad del plan de estudios que el Ejecutivo deja abierta.
Al finalizar el grado, lo que obtiene el estudiante es una titulación general –o varias– con una mención particular correspondiente al centro donde haya cursado los estudios. No puede confundirse la mención con la especialización, que únicamente se alcanzaría mediante estudios de postgrado.
Otra novedad del sistema es que establece itinerarios de libre elección entre las distintas titulaciones para poder saltar de una carrera a otra cuando ya se ha cursado el tronco común e incorpora planes de estudios que permiten alcanzar dobles titulaciones. Estas fórmulas entroncan con una de las bases del nuevo sistema, la flexibilidad, para que cada alumno diseñe su plan de estudios como considere oportuno.
Como resulta evidente, todo esto revuelve los cimientos sobre los que se asienta la actual formación universitaria. Por eso, el Gobierno ha insistido en que el proceso se hará despacio. De momento, dedicará los próximos meses a definir el 50% de los contenidos de un grupo de carreras, divididas por áreas de conocimiento –humanidades, ciencias sociales y jurídicas, ingenierías, ciencias experimentales y ciencias de la salud–. El resto dejará que sean las universidades las que lo decidan.
Poco a poco, los títulos del actual catálogo serán sustituidos por otros y, en 2010, estudiantes y titulados podrán circular sin cortapisas porque su sistema de estudios será comparable y comprensible en cualquier otro país de Europa.
Las carreras más polémicas
Afectados por esta reorganización se sienten los ingenieros técnicos españoles que, a efectos de la administración europea, no están reconocidos como titulados superiores y, al contrario que sus homólogos en otros países, no tienen acceso al ciclo de doctorado ni al grupo A de la Función Pública. Habrá que ver en qué situación quedan tras el Proceso de Bolonia pero es posible que el hecho de que exista una única ingeniería acabe por beneficiarles.
Lo más paradójico es que el nuevo modelo dice que para obtener un título oficial de grado es necesario cursar entre 180 y 240 créditos, una cantidad que hoy alcanzan y hasta superan los planes de estudio de diplomaturas como enfermería, magisterio y ciencias empresariales. ¿Significa eso que, en un futuro, carreras medias españolas podrían equivaler a superiores europeas a efectos de homologación? Es otro de los puntos calientes del debate.
Pero, si hay una polémica abierta es la posible desaparición de carreras de letras como Historia del Arte o Humanidades y el futuro de las filologías. Al menos, ya se sabe que Historia del Arte seguirá existiendo y que se crearán títulos propios para cada una de las lenguas oficiales españolas. Aunque, a estas alturas, lo único evidente es que hay pocas certezas y demasiadas incertidumbres.