‘Los empresarios tenemos que aprender a compartir proyectos’

Hace diez años, Jesús Pereda tomó la decisión de establecerse por su cuenta, pero no quería montar una asesoría convencional y acudió a una consultora especializada en franquicias, Tormo y Asociados, para darle un matiz diferenciador. Ellos le aconsejaron crear un modelo a medio camino entre la franquicia y el despacho americano, con una central por provincia donde se lleva el día a día de la empresa cliente, con la que se mantiene una relación estrecha por email y vía telefónica. Otro área privada dispone de una pequeña base de datos de ese cliente.
El modelo de negocio de Asepyme, en el que dos socios de Tormo decidieron tomar una participación, está preparado para extenderse en forma de franquicia, con lo que resuelve uno de los problemas tradicionales de las asesorías, el que una parte del equipo opte por marcharse y crear la suya propia, llevándose parte de la clientela. Por lo pronto, Asepyme ya ha abierto en Madrid y pronto lo hará en otras provincias.

P.– ¿Cómo decidió hacerse empresario?
R.– En el año 2001 empecé trabajando en una asesoría tradicional y en un principio no me gustaba la forma de trabajo con el ordenador, los horarios… A mí me apetecía hacer algo con más posibilidades creativas que ir a trabajar de nueve a dos y de cuatro a ocho y me asocié a Jóvenes Empresarios, que presidía Román Villaescusa. Allí me encontré con gente con iniciativa y con ganas de hacer cosas. Llegó el punto en el que me dí cuenta que lo que sabía hacer era llevar una asesoría y me decidí a montarla, aunque no me parecía un sector especialmente atractivo. La verdad es que le debo mucho a la Asociación y a la gente que estaba en ese momento.

P.– Como ha sido hasta ahora vicepresidente de Jóvenes Empresarios de Cantabria, tiene experiencia sobre lo que necesitan los emprendedores ¿Ustedes se lo ofrecen?
R.– La Asociación de Jóvenes Empresarios tiene ahora dos puntos de atención a emprendedores con bastante éxito, en Calvo Sotelo 19, en Santander y en la calle La Llama, en Torrelavega. Y somos la única institución en Cantabria, junto con la Cámara de Comercio, que se ha dado de alta a través de la Dirección General de la Pyme como Punto de Análisis e Inicio de la Tramitación (PAIT) y podemos constituir sociedades en 48 horas con un coste de 60 euros de notario y 40 euros de gestor mercantil. Es una iniciativa que habían intentado todos los Gobiernos que han pasado y al final se puso en marcha la última etapa de Zapatero. Nosotros solicitamos la licencia y la conseguimos.
Jóvenes empresarios lleva desde el 84 atendiendo a emprendedores. Eso lo llevo viendo toda la vida –antes se hacía en Jiménez Díaz– y por ahí pasó mucha gente.

P.- Eso quiere decir que hay iniciativas empresariales…
R.– Todos los años son más de 700 los proyectos que se presentan, es decir, más de 700 autónomos que se dan de alta. También es cierto que hay mucha rotación, ya que desgraciadamente ahora se dan de baja un 30% más de los que se dan de alta. Son iniciativas bastante modestas, no son proyectos que salgan en la prensa, pero existen.

P.– El hecho de que no cuajen más proyectos de emprendedores, ¿es consecuencia de las circunstancias del mercado, de las dificultades de financiación o de la falta de ideas?
R.– Desde el punto de vista del apoyo a los emprendedores, se está francamente bien; constituir una sociedad limitada te lleva uno o dos días. Con nosotros o en la Cámara de Comercio te vas a encontrar con gente que te va a orientar, te va a decir cómo hacerlo, qué forma jurídica puedes elegir… Luego, hay unas subvenciones del Gobierno de Cantabria que te conceden entre 5.000 y 6.000 o 7.000 euros a fondo perdido y 3.000 o 4.000 para pagarte los autónomos. También conllevan un préstamo de protección al trabajo a un tipo de interés muy bonificado.
La realidad es que esas subvenciones funcionan bastante bien, lo que pasa es que tardan en llegar unos diez o doce meses y el préstamo a la protección del trabajo es casi imposible de conseguir.
El problema es que el mercado está fatal y ahora el que emprenda algo tiene que tenerlo muy claro, con un proyecto muy diferenciado y un análisis DAFO mucho más volcado hacia las fortalezas y las oportunidades que antes. En este sentido, es más difícil. Y, luego, la falta de financiación es muy grave. Lo otro ha mejorado, como el asunto de las licencias de apertura, que bloqueaban los inicios de los proyectos de una manera absurda. Las trabas parece que por fin se van a acabar con un decreto y se hará como debiera hacerse, es decir, te doy la licencia mientras no se demuestre que me has mentido.

P.– ¿Y lo que le preguntaba sobre las ideas?
R.– La idea bomba, como la que un tipo se hace millonario yo no las he visto nunca, pero sí las ideas tradicionales donde al final se mete mucho esfuerzo y mucha dedicación. Esas van bien. El que monte hoy un negocio no va a notar que hay crisis, porque es lo único que ha conocido, y si en estas condiciones le va bien probablemente haya puesto los pilares de una empresa de éxito.

P.– Pero quizá hay otros muchos que llevan años de empresarios y ahora piensan: ojalá me hubiera hecho funcionario…
R.– Al que tiene un proyecto de emprendedor yo creo que le cuesta mucho encaminarse a puesto de trabajo ordinario. Es verdad que hay gente que se arrepiente, que tiene que cerrar, que lo deja y se pone a trabajar por cuenta ajena, pero al final, ¿qué es más seguro, depender de 50 clientes pequeños o depender de una sola empresa a la que también puede que le vaya mal?

P.- ¿Pero, en ocasiones no tiene la sensación de que el esfuerzo de ser empresario no compensa?
R.– Yo creo que el secreto del éxito de una empresa es que al final dentro de tu objetivo social o empresarial haya algo más que la mera remuneración económica. Que tú creas que has aportado algo mejor de lo que había, eso te va a permitir tener un entusiasmo más allá del dinero. Aunque durante un tiempo haya que arreglarse con menos dinero, te sigue compensando porque crees en algo. Las empresas que no creen en nada, que son una mera especulación, yo creo que son las primeras en morir, porque no tienen un fin social.

P.– En los años 60 el que emprendía montaba un taller, es decir, una industria. En los 90, una empresa de servicios, ahora una página web para convertirse en autónomo. ¿Nos vamos olvidando de la industria para refugiarnos en proyectos cada vez más modestos y con menos empleo?
P.– Sí que hay mucha gente que piensa en el autoempleo, como los profesionales liberales, pero no sé si eso es malo. Yo creo que al final eso incrementa la eficiencia general de todo el sistema. Por ejemplo, el informático que trabaja en una empresa y desempeña su función cuando un compañero o su jefe tienen algún problema. Pero el resto del tiempo, en cierto modo, desperdicia su potencial y rinde menos a la sociedad que si tiene veinte o treinta clientes, se siente empresario y le trata al que le contrata de tú a tú, en vez de tener una relación de empleado-jefe. Al final, ese hombre va a trabajar más siendo autónomo, va a dar mucho más de sí mismo y va a estar más contento. Por tanto, la eficiencia general va a ser mayor. ¿Que habrá mucho autónomo? Ojalá, mejor. ¿Que es verdad que no hay proyectos industriales? Pues sí, pero pienso que eso es un problema estructural. Todos hemos dejado que sólo fabrique China. Aquí el que tiene una industria suele comprar las cosas hechas y las retoca o las monta. Ese sí que es un problema que no se cómo acabará.

P.– Por primera vez en la historia, todo el mundo maneja las mismas herramientas, al menos en el campo de la informática, y eso iguala las oportunidades. Entonces, ¿por qué un emprendedor norteamericano piensa en crear una multinacional y un emprendedor español en un negocio que le de para vivir?
R.– Quizás sí que aquí tenemos menos ambición y la gente busca cubrir sus necesidades. El problema de nuestro empresariado es que nos falta la capacidad de compartir proyectos. Porque, si lo analizas, el que llega lejos siempre ha ido soltando control y soltando capital de su empresa. Si quieres llegar muy lejos con un proyecto, en algún momento vas a perder el control de la empresa y ésta va a tener su propia personalidad y te va a sobrevivir. Por lo menos en Cantabria, la gente no está acostumbrada a ceder parte de su capital para que la empresa le sobreviva. Igual tenemos que aprender a colaborar un poco más.
La Asociación de Jóvenes Empresarios está bastante volcada con la economía social, una forma jurídica a caballo entre la cooperativa y la sociedad limitada, que se llama sociedad limitada laboral y obliga a que todos los empleados tengan una participación en la empresa. Hay un ratio, no puedes tener más de un empleado por cada cuatro socios, y eso va favoreciendo el que la cosa crezca y vaya mas allá del propio dueño. Quizá ese es el pero que nos falta.
A mí, personalmente, me encantaría que mi empresa me sobreviviera, no me importaría ir cediendo capital a gente con talento, que se lo merezca y que la haga crecer, y dentro de 20 años pudiera salir al Mercado Alternativo Bursátil, que es un mercado júnior de la bolsa. Sería un orgullo.

P.– ¿Qué puede hacer su Asociación por los jóvenes empresarios?
R.– La Asociación tiene que hacer cosas por la sociedad y por sus asociados. Con respecto a qué hacer por los de afuera está claro: favorecer el emprendedurismo y ayudar a la gente que monta empresas. Esto lo vamos a hacer a través de nuestros puntos de atención a emprendedores que van a ir creciendo para llegar cada vez más cerca. Allí se van a encontrar con otra persona que normalmente ya es empresaria y les va a contar todo. Se va a encontrar con un técnico que les va a explicar qué forma jurídica les interesa, cómo darse de alta en la Seguridad Social y qué subvenciones pueden conseguir, enlazadas a cada forma jurídica. Le van a explicar todo y a la medida. Es decir, que no se encuentra con una ventanilla donde le dicen las subvenciones que hay y en otro sitio le explican las formas jurídicas de la empresa y él ha de casarlo. Y se van a encontrar también con el respaldo de un conjunto de personas que ya han montado empresas con las que poder compartir experiencias y tejer relaciones que más adelante pueden ser de amistad o comerciales.
La asignatura pendiente son los que están dentro, porque todo el mundo tiene su asesor, su sitio donde acudir, su persona de confianza… A pesar de todo, podamos orientarles, pero tenemos que pensar un poco más en qué servicios darles. Y creo que la vía va por el networking, es decir, por hacer un grupo, relaciones, conocer gente y darles la oportunidad de no sentirse solos.

P.– ¿Surgen oportunidades de negocio entre los socios?
R.– Entre los socios que son activos sí. Se crean muchas relaciones proveedor-cliente e incluso nuevos proyectos conjuntos.

P.– ¿Cuántos asociados tienen?
R.– Ahora demasiados pocos para los que deberíamos tener. Algo más de cien.

P.– ¿Está asegurado el reemplazo generacional de los empresarios cántabros?
R.– El censo de empresarios en Cantabria no se mantiene. Se está destruyendo mucho tejido empresarial, tanto de jóvenes como de mayores. Yo personalmente creo que los que más están sufriendo con la crisis son aquellas personas a las que les coge mayores, un poco más cansados y con menos flexibilidad. Gente con mayor patrimonio y con más que perder. Es triste, porque tienen muy buenos conocimientos, capacidades e ideas. Pero claro, si facturas tres millones al año con unos costes fijos de dos y de pronto la facturación se te va a la mitad, a ver cómo rebajas los costes fijos a la mitad.

P.– El empresario, por su carácter individual, casi siempre tiene que rumiar solo sus problemas. ¿Pueden ayudarle algo las asociaciones?
R.– En la nuestra hemos lanzado iniciativas como lo que llamamos Gabinete de Crisis para aquellos empresarios que se sienten desamparados y no saben a dónde acudir. La persona lleva la documentación que quiere –como si no lleva nada– y nos da la información que quiera darnos –la confidencialidad la va a marcar él– y durante 45 minutos se encuentra con un fiscalista, con un jurista, con un experto laboral y con otro de estrategia. En esa reunión se le escucha y se le bombardea con posibles ideas para resolver sus problemas. Esto nació porque nos vino un señor de más de 50 años que tenía su vivienda en Santander, su segunda residencia, sus ahorros de toda la vida y una empresa de construcción. Le dejaron a deber quinientos mil euros y lo perdió prácticamente todo. No me parece justo. Si la legislación dice que cuando alguien hace una suspensión de pagos puede dejar de pagar, debiera haber una fórmula similar para que a ti eso no te lo eche todo abajo. Tampoco es justo que paguemos los más pequeños las cosas que los grandes saben como comerse.
Sí que tenemos iniciativas. Para octubre-noviembre presentaremos un proyecto de microcréditos, de financiación para emprendedores. Estuvimos en Madrid con una empresa de capital riesgo que invierte normalmente cantidades grandes y nos contaron que tenían problemas para encontrar buenos productos. Les lanzamos el guante y les dijimos: ¿Por qué no habilitas 50.000 o 100.000 euros para la Asociación de Jóvenes Empresarios, para dar microcréditos de 6.000, 8.000, 10.000 o 12.000 euros sin interés ninguno, y así tenéis acceso a la información de 50-60 proyectos y detectar cosas realmente interesantes para invertir más adelante?
El objetivo de la Asociación es conseguir asociados y dar servicio, por eso intentamos mover estas iniciativas, aunque te sorprende que la respuesta de la gente a veces no es tanta como debiera. Quizá es que nosotros no llegamos bien a ellos.

P.– ¿Y cómo ve la situación económica?
R.– Yo creo que hay que ser realista. El PIB lleva dos años descendiendo y se ha destruido mucho empleo, pero entre quedarte en el paro y estar perdiendo el tiempo buscando un trabajo que no hay y montar tu propio negocio… Cuando eres joven no tienes nada que perder y tampoco pierdes el tiempo si el negocio no sale bien. Durante ese periodo vas a aprender y a formarte. Por tanto, yo aconsejaría a quien tiene una idea y un ideal detrás de esa idea que se pongan a trabajar en ello, porque se puede sacar adelante. Y que sepan que hay bastante más gente que les puede apoyar de los que ellos creen.

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