La fabada se hace en Cantabria

A partir de este otoño, Santoña no sólo será un referente de la semiconserva de anchoa, sino también de uno de los platos de cocina tradicional más populares en la cultura gastronómica española: la fabada asturiana.
La decisión del Grupo Consorcio de trasladar a sus instalaciones cántabras la fábrica gijonesa de Campanal, adquirida en 2005, va a añadir una novedosa gama de productos a la industria alimentaria local que, hasta la llegada de esta línea de precocinados, giraba en torno a los productos del mar.
Aunque la diversificación se ha convertido en una necesidad para muchas de las firmas conserveras locales, tanto para superar la crisis de la anchoa como para adaptarse a los cambios en los hábitos de consumo, el paso más radical lo ha dado Consorcio, con la incorporación de una línea de platos preparados donde los protagonistas son los callos y las legumbres. Platos tradicionales ya en el mundo del envasado, pero que siguen contando con una amplia aceptación en el mercado nacional.
Esta circunstancia impulsó a la dirección del grupo a decantarse por la adquisición de la firma asturiana, en vez de poner en marcha una línea propia de precocinados.
El resultado ha sido la creación en Santoña de una fábrica de 2.500 m2, con una capacidad de producción que multiplica por cinco la que tenían las viejas instalaciones de Campanal en Gijón, y la creación de al menos nueve puestos de trabajo, ya que, salvo el jefe de fábrica y el director comercial, los trabajadores de Campanal no se han animado a trasladarse a Cantabria.

Cocina doméstica a escala industrial

Aunque la ubicación geográfica de la producción sea distinta, lo que no va a variar es la fidelidad a unas pautas de elaboración que han venido siendo el rasgo distintivo de Campanal: la utilización de productos naturales, sin aditivos ni conservantes. Se trata de conjugar el valor de la cocina doméstica con la mejora en tiempos y procesos que permite la aplicación de técnicas industriales.
Consorcio ha dotado las nuevas instalaciones con depósitos de descongelación y lavado de la materia prima, cortadoras, ollas de cocción y preparación de salsas, envasadoras o autoclaves en los que ha invertido más de un millón de euros.
Cuando la fábrica esté a pleno rendimiento, será capaz de producir entre 80.000 y 100.000 latas al día de fabada, callos, lentejas y alubias, y para ello le bastará con trabajar a un solo turno. Un volumen de producción que jamás se podría haber alcanzado en la obsoleta fábrica asturiana, cuya capacidad no superaba las 15.000 latas diarias.
Las nuevas instalaciones se han dimensionado de acuerdo a las expectativas comerciales que se abren para los productos de Campanal, tras su adquisición por Consorcio. Hasta ese momento, el mercado de la firma asturiana se encontraba en Madrid, que es el principal consumidor de platos precocinados, en las comunidades del Cantábrico y en Castilla León. Los hábitos de alimentación de estas zonas coinciden con la contundencia gastronómica de una fabada asturiana o de unos callos con garbanzos. Más renuentes se muestran otras regiones españolas, como Andalucía o Levante, con otras tradiciones culinarias.
Con la incorporación a Consorcio, Campanal dispondrá de los canales comerciales que ya tiene el grupo santoñés, facilitando así su penetración en las grandes cadenas de distribución de toda España. Los responsables del grupo se plantean, incluso, explorar las posibilidades que ofrece el mercado exterior (Consorcio nació con una clara vocación exportadora), para esta línea de precocinados. Son conscientes, sin embargo, del choque que los potentes sabores de estos platos puede suponer para los paladares de otros países europeos. No descartan, por ello, adaptar las elaboraciones a los gustos de cada país, rebajando la presencia de algunos ingredientes o utilizando las especias a las que estén más acostumbrados.
Consorcio tiene una gran presencia en Italia, a donde envía buena parte de sus anchoas y conservas de túnidos, pero para la fabada, las lentejas o los callos parecen más propicios los mercados de Alemania y Centroeuropa.
La expansión de Campanal irá acompañada de un cambio de imagen, con el diseño de un nuevo logotipo. También se han introducido otras novedades para que las latas sean más visibles en los líneales, como adaptar las máquinas cerradoras para que los envases sean apilables, algo que no era posible hacer con los viejos equipos.

Seguir creciendo

La compra de Campanal es sólo el primer paso en la estrategia de Consorcio para formar un gran grupo alimentario y también el primero dado fuera del ámbito de la salazón. La adquisición más significativa, hasta el momento, había sido la de otra firma anchoera, Pelazza, lo que amplió su cuota de mercado en el campo de las semiconservas de primer precio y en el de las marcas blancas, que se elaboran para las grandes cadenas de distribución. Actualmente, el grupo cuenta con una planta de producción en Colindres (donde fabrica anchoas de la marca Consorcio) y otra en Santoña (en la que se elabora conservas de atún y bonito del norte y donde está ubicada la fábrica de Pelazza). A estas instalaciones industriales ha vendido a unirse la nueva planta de Campanal. Se completan con un gran almacén, totalmente robotizado, que el grupo construyó en Santoña el pasado año para dar servicio a todas las fábricas. En las cámaras frigoríficas para la semiconserva caben unos 550 palets y el almacén puede albergar otros 1.800 en sus túneles y calles automatizadas.
La expansión del grupo le ha permitido generar nuevos puestos de trabajo –ya supera las 300 personas– y alcanzar un nivel de facturación que se situó el pasado año en los 40 millones de euros.
El potencial de crecimiento que existe en la industria alimentaria, si se acierta con las necesidades que se derivan del nuevo perfil de los consumidores, anima la nueva estrategia de Consorcio, que se plantea nuevas incorporaciones: “No descartamos ningún proyecto de alimentación relacionado con el gran consumo”, señala su director de marketing, Eduardo Sanfilippo. Es, también, el modo de reforzar la capacidad de negociación con las grandes cadenas comerciales para las que el tamaño de la firma y la amplitud de su cartera de productos son siempre buenos argumentos.

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