La mancha de petróleo se extiende

La explosión de entusiasmo que inundó España a mediados de los años 60 cuando el Gobierno anunció que se había encontrado petróleo en la provincia de Burgos ahora sólo provoca una sonrisa. España, que no había tenido Plan Marshall y que había quedado aislada internacionalmente, parecía convencida de que Europa, sedienta de petróleo caería rendida a sus pies. Por aquella época ni se habían descubierto yacimientos en el Mar del Norte ni había perspectiva alguna de encontrarlos. España iba a ser la única productora y la llegada de la Chevron norteamericana parecía anunciar que el Páramo de Masa, uno los lugares más inhóspitos y yermos del país, estaba camino de convertirse en nuestro propio Texas.
La ilusión se fue disipando a medida que la referencias periodísticas sobre el hallazgo se iban haciendo más esporádicas y menos entusiastas. Hasta que un día desaparecieron. Y en la memoria de los españoles, Valdeajos se convirtió en uno de esos recuerdos difusos que nunca se sabe si fueron vividos o soñados.
Chevron encontró mucho menos petróleo del esperado y con unos precios internacionales tan bajos como los de los años 60 resultaba poco rentable explotar unos yacimientos pobres con un petróleo cargado de arsénico.
Chevron tenía mejores oportunidades y cedió a Repsol Ayoluengo, un yacimiento demasiado pequeño para el gigante norteamericano. Pero la compañía española no sólo no le sacó mayor rendimiento, sino que lo dejó agostarse, sin hacer prácticamente inversiones, algo que contraviene la lógica de una explotación petrolera, ya que el petróleo sale inicialmente con gran fluidez y a medida que baja el nivel del crudo hay que emplear más medios para impulsarlo a la superficie.
La producción, que en los mejores tiempos había llegado a los 4.000 barriles diarios, fue cayendo hasta llegar a ser consumida por un solo cliente, Solvay.
El pozo tiene una baja presión, por lo que no es fácil extraer el crudo y Repsol probó varias técnicas con pocos resultados, entre ellas el inundarlo. El campo casi dejó de explotarse, al descender la producción diaria a 500 barriles, y los terrenos que un día provocaron la euforia de todo un país volvieron a ser un erial con un pozo perdido y lleno de herrumbre, hasta que las instalaciones –o, más bien, la chatarra– fue adquirida por una modestísima compañía inglesa, un país donde antiguos operarios de petroleras no dudan en fundar pequeñas empresas y probar suerte explotando campos que las grandes operadoras abandonan por falta de rentabilidad.
Los nuevos propietarios no consiguieron cambiar la tendencia, pero sí encontraron otros compradores ingleses que también se desanimaron y éstos, a su vez, una tercera compañía similar, denominada Leni Gas and Oil, que a pesar de su pequeño tamaño cotiza en la Bolsa de Londres, con un valor de 21 millones de libras (23 millones de euros). La cifra puede parecer ridícula en un sector donde operan las multinacionales más grandes del planeta, pero la existencia de este tipo de compañías no es inhabitual en los países anglosajones y bastantes de ellas deparan una rentabilidad muy razonable para sus accionistas.
Con la ayuda de la fuerte revalorización que ha experimentado el petróleo en los últimos años y nuevos estudios tanto del yacimiento de Ayoluengo como del crudo que produce (los existentes son muy antiguos), Leni está convencida de que puede hacer negocio en España. La compañía espera tener los primeros resultados de sus análisis en tres meses y en ese momento podrá valorar mejor las expectativas. Por lo pronto, su interés más inmediato es saber si el arsénico que aparece con el crudo es producto o no de una contaminación con el agua de la zona. De ser así, resultaría más fácil separarlo y conseguir la calidad brent para poder enviar el petróleo obtenido a una refinería. Si el arsénico forma parte del propio crudo no quedará más remedio que seguir vendiéndolo a menor precio como combustible industrial, aunque eso sí, a la empresa le queda el recurso de producir más. Por el momento, todo lo que extrae lo consume una sola fábrica del grupo Saint Gobain en Burgos, pero la petrolera mantiene conversaciones con varias más a las que pretende suministrar a medida que consiga bombear más crudo.

Valderredible, un lugar complicado

Las perspectivas son más complejas en Cantabria. Desde hace años los técnicos de la empresa, que ya lo fueron de sus predecesoras, están convencidos de que hay una bolsa de petróleo y gas significativa en el entorno de Valderredible y ni siquiera se han desanimado por la falta de resultados en la costosa exploración que se hizo hace tres años en el perforación denominada Huidobro.
El problema es medioambiental. Al contrario de lo que ocurre en el Páramo de Masa, donde no hay ni poblaciones ni un paisaje relevante, en Valderredible el medio natural tiene gran valor y las autoridades de Medio Ambiente han rechazado hasta ahora las pretensiones prospectoras de la compañía, que a la vista de las dificultades no descarta vender a otras sus derechos de explotación.
El interés por la zona existe y la subida de los precios internacionales del petróleo no hace más que confirmarlo. Hace apenas dos meses otra compañía, Petroleum Oil And Gas, obtenía un permiso del Consejo de Ministros para explorar en una concesión colindante en busca de hidrocarburos. Los encuentre o no, para el Gobierno español ya es una buena noticia saber que alguien se gastará 36 millones de euros en las exploraciones, un dinero que vendrá muy bien en una comarca con muy escasos ingresos.
En el caso de Leni, propietaria de Ayoluengo, el petróleo ya existe, y su objetivo más inmediato es mejorar la productividad de este yacimiento, en el que cree que pueden quedar entre 15 y 20 millones de barriles de petróleo extraíbles.
Su objetivo es aprovechar las ventajas de las nuevas técnicas extractivas para recuperar las 125.000 toneladas de producción anual que se obtenían anualmente a comienzos de los años 80. No es fácil, puesto que esto supondría pasar de los 208 barriles diarios que se han extraído, se promedio, en los últimos meses a 2.500. Si se mantiene el precio del petróleo, alcanzar su objetivo le supondría unos beneficios de 60 millones de euros por ejercicio, una cantidad muy superior a lo que ha pagado por los pozos y la maquinaria existente.
La empresa inglesa tendrá que superar antes otros obstáculos, entre ellos la tardanza de las autorizaciones del Ministerio de Medio Ambiente en la tramitación de las autorizaciones que necesita para extender el área de extracción de gas y petróleo. Su intención es invertir 25 millones de euros en los próximos dos años, con lo que conseguiría renovar la maquinaria y multiplicar por diez los niveles de producción. Desde la adquisición del campo petrolífero en 2007, Leni ya ha empleado cinco millones de euros, lo que presenta como un aval de su compromiso con este campo.
Si consigue sus objetivos, el yacimiento del norte de Burgos produciría el 0,15% del crudo que consume España. No es mucho, pero no deja de ser una ayuda para un país que se ve obligado a importar prácticamente el 100% del petróleo que necesita.

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