Riqueza efímera

Quienes acostumbran a comprar la leche por sí mismos son perfectamente conscientes de que el litro ha pasado a valer más de un euro. Durante los debates electorales, Rajoy se encargó de que todos los demás también supiesen que los productos lácteos había subido casi un 30% en doce meses.
Frente al perjuicio para los consumidores, la subida en el precio de la leche ha beneficiado a los ganaderos, que empezaban a rentabilizar un negocio que parecía destinado a la mera supervivencia. Pero esa alegría, la primera en muchos años, ha resultado muy efímera, porque las industrias han bajado el precio al productor bruscamente en la campaña de primavera. Las compañías han abonado las facturas de febrero con una rebaja del precio de hasta 6 céntimos por litro (un 13% menos que en enero), lo que ha caído como una auténtica bomba en el sector.

Incremento de la demanda

La Federación Española de Empresarios Lácteos informaba en septiembre, con el comienzo de la campaña otoño-invierno (de escasez lechera) que las industrias estaban pagando a los ganaderos de Cantabria casi 50 céntimos por litro, un 40% más que un año antes. Era el precio más alto de todo el país. Aunque los ganaderos no lo reconozcan, es evidente que este dato, aunque matizado por la menor producción invernal y por la subida de los piensos, cambiaba sustancialmente los rendimientos del negocio. Muchos ganaderos empezaban a obtener beneficios por ordeñar sus vacas y no solo por las subvenciones. “Mi cuenta corriente ya no está en números rojos y tengo capacidad para poder ir amortizando mis deudas”, reconocía hace algunas semanas Ivón Entrecanales, que produce más de 3.700 litros de leche al día con el centenar de vacas que posee en Labarces.
La subida del precio no fue ninguna concesión de los fabricantes sino producto de unas circunstancias internacionales inéditas. La demanda de leche procedente de países como la India o China, que nunca antes habían tenido relieve en el comercio lácteo internacional, creaba una insuficiencia general y más en España, donde los derechos de producción otorgados por la Unión Europea son muy inferiores al consumo interno.
“No quedan vacas”, sentencia Cesáreo Sánchez, que ordeña sesenta y produce 1.800 litros diarios de leche en su granja de San Vicente de la Barquera. A pesar de las ayudas que concede la Unión Europa, aseguraba que los ganaderos siempre han perdido dinero: “Antes no daba ni para cubrir gastos fijos”, afirma.
De la misma opinión era Agapito Fernández, que tiene la vaquería a escasos kilómetros de la de Cesáreo, donde con cincuenta y cinco reses produce unos 1.500 litros de leche al día: “Si no hay vacas es porque tener una vaquería es sinónimo de pasarte muchas horas trabajando para no obtener ninguna renta”.

El patrimonio del ganadero

El mercado lechero ha cambiado tanto desde la entrada en la Comunidad Europa que ahora, “el patrimonio más grande que tiene un ganadero no son las vacas, sino la cuota, la cantidad de leche que podemos producir”, dice Ivón.
Pero también eso ha cambiado. Antes, este derecho era similar al de las tarjetas de los camiones o las licencias de taxi y cuando un ganadero quería abandonar una explotación o se jubilaba, podía vender libremente la cuota a otra persona. Para frenar la especulación con un derecho meramente concesional, el tráfico de cuotas ha sido intervenido por la Unión Europea y ya sólo se pueden comprar o vender al Gobierno. Ahora solo hay un precio, el que la Administración decide, y es muy inferior a la cotización que había alcanzado en el mercado libre. Ivón compró cuota a 60 céntimos por kilo de leche y ahora vale 17.
Para afrontar el incremento de la demanda, algunas asociaciones de ganaderos solicitaron que se aumentaran los derechos de producción, petición que fue rechazada por la comisaria europea de Agricultura, Mariann Fisher, quien confía que la oferta y demanda se reequilibren y no quiere que vuelvan los excesos de producción. “Pero lo que nadie previó es que faltase leche”, enfatiza Agapito.
El régimen de cuotas se creó con un carácter transitorio, para resolver el enorme gasto que causaba almacenar la sobreproducción europea de los años 80 y se ha prorrogado varias veces. Pero lleva camino de desaparecer en el 2015, cuando se producirá una liberalización del mercado, aunque la ministra de Agricultura, Elena Espinosa, haya considerado “prematuro” dar por hecho que para esa fecha vaya a desaparecer la cuota láctea.
La realidad es que la cuota, que fue muy mal recibida por los ganaderos españoles, se ha convertido en su mejor defensa, ya que tiene un valor patrimonial y crea una escasez artificial de producto que facilita la venta de toda la leche que producen, lo que también contribuye a sostener los precios. Ivón está convencido de que el día que llegue la liberalización, los ganaderos cántabros no van a poder competir con los de otras regiones o países, porque han estado demasiado limitados para crecer y hacerse más fuertes: “A mí, por tener una explotación grande, no me conceden más cuota, porque daño el medio ambiente”, afirma con un rictus de ironía. Agapito también cree que va a ser muy difícil luchar con otras regiones en donde la materia prima es más barata.

El precio de los cereales

A pesar de la buena marcha del último año, los ganaderos defienden que no es oro todo lo que reluce. La leche subió en origen (aunque mucho menos de lo que subió en los estantes de los supermercados) pero el ganadero también ha tenido que hacer frente a un fuerte incremento en el coste de materias primas, como los cereales, la alfalfa o el maíz, que han subido un 16%. Por eso, no creen que otras personas tengan la tentación de subirse al tren de la economía agraria: “Nadie va a dejar de trabajar en la construcción para hacerse ganadero”, afirma convencido Agapito.
Ni siquiera es fácil que vuelvan los que se fueron a la construcción, ahora que ya no necesita brazos, o retener a los que permanecen: “Un muchacho que tiene que trabajar todos los días de la semana en el campo, sin librar ni salir como cualquier otro, prefiere dedicarse a otra cosa”, dice Ivón.
Formación, medios económicos y métodos de producción más evolucionados son, en opinión de Cesáreo, la única forma de atraer a jóvenes para que se hagan ganaderos: “Es vital que haya un relevo, porque hay explotaciones muy buenas que se van a quedar vacías por la falta de trabajadores”, dice.
Según un estudio realizado por el Centro de Investigación y Formación Agrarias, desde el año 1996 se han perdido en Cantabria 3.500 explotaciones ganaderas. En 2007 bajó al 6,8% el porcentaje de ganaderos que abandonaron el sector, lo cual podía indicar que los mejores precios habían detenido por un momento esta dramática evolución hacia la nada, pero la explicación más probable es que la cifra de quienes permanecen en la producción de leche resulta ya tan baja que casi no queda margen para las defecciones.
Quienes siguen abandonando trabajan en explotaciones pequeñas que no pueden competir con las grandes granjas o que se desenvuelven en condiciones geográficas poco favorables, pero el censo de quienes se encuentran en estas circunstancias está ya muy mermado por las anteriores huidas en masa.
Los jardineros de Cantabria

El desarrollo de la tecnología ha facilitado el trabajo a los ganaderos. Aunque la producción esté limitada por las cuotas, con la incorporación de ordeñadoras automatizadas y de robots de ordeño es posible conseguirla con mucho menos esfuerzo. “Si no invertimos en tecnología, nos vamos a quedar atrás respecto a otras zonas de España”, asegura Ivón. La teoría es bien sabida, pero hasta que se produjo la fuerte subida de la leche del pasado año, la ausencia de márgenes impedía mejorar de la maquinaria y los ganaderos estaban escaldados de las inversiones a crédito que hicieron en el pasado para modernizar los establos, que en muchos casos resultaron estériles, ya que acabaron acogiéndose a los programas de abandono.
Las subvenciones para modernizar la maquinaria han contribuido a la mecanización pero, en sentido opuesto, la prima láctea, vinculada a los litros de cuota, ha propiciado que algunos ganaderos dejen la producción de leche sin perder las ayudas, con la condición de conservar limpias las hectáreas que manejan: “Quieren que seguemos el monte para que vengan los turistas pero no somos jardineros”, se queja Ivón. Agapito también considera que mientras cuidan una parcela improductiva, pierden tiempo para atender otra más rentable. Cesáreo sostiene que Cantabria está enfocándose al turismo y que “mientras los políticos no tengan claro lo que significa ser ganadero, este sector nunca va a despegar”.
Sin embargo, los tres eran optimistas hasta hace unas semanas, porque, por primera vez, tener una vaca en Cantabria dejaba de ser un sinónimo de fracaso. Una euforia que ha durado poco, aunque quienes más han ordeñado la vaca en este año de altos precios no fueron los ganaderos, sino los envasadores y los intermediarios, que aprovecharon la subida en origen para ampliar sus márgenes, en perjuicio de los consumidores, porque, como dice el cronista Manuel Alcántara, “cuando los precios se disparan, siempre hay alguien que cae herido”.

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