Partidos por la mitad

La fábrica de cables de Maliaño ha pasado de la euforia a la depresión en muy poco tiempo. Si en diciembre se anunciaban unas inversiones que potenciarán su capacidad productiva, multiplicarán sus ventas y han aumentado el empleo en más de 130 trabajadores, en mayo la multinacional francesa tomaba la decisión de vender toda su división de cables de energía y de comunicaciones de cobre, para concentrarse en tecnologías más altas, con mucho mayor margen de beneficio y mejor valoradas por los mercados.
Desgajar una división que factura aproximadamente 800.000 millones de pesetas al año, con fábricas en 24 países no era una buena noticia para los trabajadores afectados, pero al menos quedaba el consuelo de seguir constituyendo un grupo potente por sí solos. El mayor problema se plantea en las factorías que, como Cantabria, producen cables de fibra óptica, que sí permanecen en Alcatel, y cables de cobre, que se desgajarán de la multinacional francesa. La primera interpretación de la decisión adoptada en París daba por supuesto que estas fábricas no se fraccionarían, pero como se avanzó en el anterior número de Cantabria Económica, esa conclusión era prematura.
Alcatel ha optado por quedarse con la producción de fibra óptica, incluso en aquellos casos en que eso obligue a dividir una factoría, y deprenderse del resto de los cables.

La carretera dividirá las fábricas

El resultado se comprobará antes de acabar el año. A un lado de la carretera de Maliaño quedará la planta de fibra, con el logotipo de Alcatel, dos centenares largos de trabajadores y una capacidad productiva poco significativa dentro de las grandes cifras que se mueven en el mundo de las comunicaciones (unos 5.000 millones de pesetas de facturación anual). En la otra orilla, la planta de cableados de cobre (unos 15.000 millones de facturación anual) y los cables de energía (7.000 millones), con algo más de 400 trabajadores y un nuevo nombre y propietarios. Una planta que por su gran capacidad de producción debería tener el futuro despejado de no ser por una circunstancia difícil de modificar: el cable de cobre es un producto en decadencia ya que las modernas redes de comunicaciones apuestan por la fibra óptica, muy superior en prestaciones.

Espejismo

Aparentemente, las ventas de cableados de cobre en Maliaño no sólo no descienden, sino que crecen, pero es un espejismo, producto del cierre de otras plantas europeas del grupo que se dedicaban a esta actividad. Eso ha dado lugar a que se concentre en la planta cántabra el 66% de toda la producción europea del grupo. La realidad es que la demanda, incluso la de países no desarrollados con pocos recursos como los sudamericanos, apuesta cada vez con más claridad por la fibra óptica como una inversión de futuro y de hecho, si en la planta cántabra no se hace más fibra es porque los suministradores de materia prima apenas pueden atender la demanda.
El contar con las dos producciones era una garantía de permanencia. Si el mercado seguía demandando cobre, era una buena noticia para Maliaño, que estaba dispuesta a ser la última de las fábricas tradicionales en cerrar. Si, en cambio, la clientela se trasladaba a la fibra, también vendería.
Ahora las cosas cambian tan radicalmente que el comité de empresa ha pasado de aceptar la segregación como un traslado más de multinacional en una empresa que ya ha vivido varios (Standard-General Eléctrica-ITT-Alcatel), a combatirla abiertamente. Los primeros paros se han producido en junio.

Márgenes estrechos

Los trabajadores no sólo piensan que las dos fábricas resultantes en Cantabria de la división van a quedar en peligro, sino que dudan del interés que puede tener para el mercado la colocación del grupo de cobre y energía. Alcatel lleva años intentando vender la división de energía sin demasiado éxito y hace seis meses que la multinacional francesa ofrece la metalurgia, con parecidos resultados.
En realidad, son fabricaciones demasiado maduras y el mercado, deslumbrado por las altas tecnologías, parece poco interesado en estas producciones tradicionales que se limitan a poner la cubierta de plástico alrededor de un hilo conductor. Los márgenes comerciales tampoco resultan lo suficientemente atractivos. En los cables de energía la rentabilidad media de la fábrica es del 1,9%, si bien es verdad que estos resultados están penalizados por la baja tensión, donde el elevado número de fabricantes provoca una guerra permanente de precios. En los cables de comunicaciones de cobre la rentabilidad media es de un 4% y en los de fibra un 10%, unos márgenes que indican bien a las claras por dónde irá el mercado.

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