Agua, una riqueza que sale muy cara

En economía, todo aquello que es casi inagotable no tiene valor, por muy importante que sea, como ocurre con el aire. Es posible que en Cantabria mucha gente pensase lo mismo del agua. Pero el agua vale mucho más de lo que parece. Con aplicar el precio que marca el Ayuntamiento de Santander por el agua que sale del grifo, los 540 hectómetros cúbicos (540 millones de metros cúbicos) de capacidad del Pantano del Ebro tienen un valor de 30 millones de euros. Mucho dinero para algo que ha caído del cielo. Pero aún vale más. A lo largo de su recorrido hacia Tortosa ese agua también producirá energía eléctrica en varias presas.
No es fácil hacerse a la idea de que la lluvia genera riqueza por muy distintas vías, pero sí tenemos muy asumido que cuando no llueve el dinero se va por los sumideros de la tierra reseca. Es decir, que el agua no se valora mientras está asegurada –sobre todo cuando sobra– sino por la que nos falta y eso ha impedido crear una cultura conservacionista hasta ahora.
No obstante, el agua es un factor económico de primer orden. Siempre lo ha sido para la actividad fabril y más desde que la industria del ocio ha descubierto en ella una fuente inagotable de posibilidades, desde el turismo y los deportes náuticos a la venta de segundas viviendas. Por eso, las restricciones son cada vez menos toleradas y la necesidad de tener un agua limpia exige unos gastos crecientes, tanto para obtenerla como para depurarla una vez usada.
Es posible que las obras en carreteras, bien visibles, hayan eclipsado a cualquiera de las otras, pero las cantidades invertidas bajo tierra en Cantabria en los últimos diez años son ingentes. Los planes de saneamiento que ejecuta el Gobierno regional llevan consumidos más de cien millones de euros desde 2003 y el bitrasvase del Ebro y la Autovía del Agua, que garantizan el suministro futuro, habrán exigido, cuando concluyan las obras, nada menos que 245 millones de euros de inversión. Todo esto, sin contar el coste de los saneamientos, que es muy superior.

Un logro histórico

Cuando, con un poco de perspectiva, se juzgue la labor del Gobierno regional en estos años, las infraestructuras vinculadas a la gestión del ciclo integral del agua, desde el suministro hasta la depuración, sobresaldrán como un hito histórico en una comunidad que, a pesar de ser una de las más lluviosas del país, ha conocido hasta fechas muy recientes la amenaza de la escasez de agua y la contaminación de sus cauces fluviales.
La ausencia de embalses reguladores, una circunstancia única en toda la Cornisa Cantábrica, nos hace muy vulnerables en épocas de sequía. Los cántabros gastamos cada año 80 hectómetros cúbicos de agua, en usos domésticos (agua de boca) y en los procedentes de la pequeña industria situada en áreas urbanas. Una cantidad bastante inferior a los 130 Hm3 que utiliza la industria, lo que eleva las necesidades anuales de la región a algo más de 200 Hm3, es decir, que cada año, por una u otra vía, nos bebemos el equivalente a un tercio del agua que puede llegar a albergar el pantano del Ebro.
Dos grandes actuaciones han venido a solventar el problema de las escaseces coyunturales, al menos para los próximos 25 años, el Bitrasvase del Ebro y la Autovía del Agua.
En Cantabria se ha dado la paradoja de que, contando en su territorio con el embalse del Ebro, uno de los mayores de España, que juega un papel crucial en los regadíos de otras comunidades aguas abajo, su aportación a las necesidades hídricas de la región era prácticamente inexistente.
Descartada la construcción de presas en el territorio regional, por las dificultades objetivas que plantea una población muy dispersa y el rechazo que genera su impacto ambiental, parecía lógico aprovechar esa inmensa masa de agua para asegurar el abastecimiento a la propia comunidad en que se encuentra. Aun así, hubo que negociar con la Confederación Hidrográfica del Ebro que el caudal a detraer sería devuelto en época de lluvias desde el Besaya mediante un bombeo. La idea inicial, que sirviese sólo para abastecer a la zona metropolitana de Santander, amenazada regularmente en las épocas de estío por el agotamiento de los manantiales y el estiaje de los ríos Pas y Pisueña de los que toma el agua, se modificó para lograr una meta más ambiciosa, convertir el del Ebro en el embalse regulador de toda Cantabria, elevando hasta 26 Hm3 el caudal autorizado a detraer y distribuir ese agua por toda la región mediante una canalización que atravesase la comunidad de este a oeste: la Autovía del Agua. Eso sí, en condición de préstamo, ya que la cuantía tomada debía ser devuelta el pantano al llegar la época de lluvias.
La compleja obra del Bitrasvase, en la que la Confederación invirtió 70 millones de euros, finalizó en septiembre del pasado año. Nada menos que 50 kilómetros de tuberías en dos ramales. Uno de ellos conecta el pantano del Ebro con el azud del Besaya, en Los Corrales, del que Torrelavega toma su agua; y el otro, con la captación de Santiurde de Toranzo que abastece Santander. Desde ese punto hay que transportar el agua bruta, sin tratar, 40 kilómetros más hasta la Estación de Tratamiento de Agua Potable (ETAP) de El Tojo, muy cercana a la capital, donde conectaría con la Autovía del Agua.
La opción más lógica para este enlace es utilizar la propia infraestructura del Ayuntamiento santanderino. Existe una negociación abierta entre la Consejería de Medio Ambiente y el Ayuntamiento de la capital para fijar el precio del agua bruta entregada por el Bitrasvase y el coste que tendría su tratamiento en la ETAP. Con ella se abastecerían la capital y los ayuntamientos del Arco de la Bahía, como Bezana, Camargo y Astillero. En caso de urgencia, y una vez completada la Autovía del Agua, también podría utilizarse esta infraestructura para bombear a cualquier otro punto de la región que lo necesitase.

Una tubería de este a oeste

Si el bitrasvase ya tenía precedentes, la idea de conectar todas las cuencas de la región mediante una tubería paralela al mar, desde Castro Urdiales hasta Unquera, tiene un autor intelectual reconocido, el actual consejero de Medio Ambiente, Francisco Martín. Diseñada en la etapa en que Martín ocupaba la Dirección General del Ciclo Integral del Agua, esta segunda ‘autovía’ tendrá, cuando se concluya, 148 kilómetros de longitud.
La obra, iniciada en 2004, está a punto de completar todos los tramos de la zona oriental, desde Villaescusa hasta Castro Urdiales, que podrían entrar en funcionamiento este verano en su totalidad.
En la parte occidental, el ritmo de licitación de las obras ha sido algo más lento y se prevé que la Autovía del Agua no estará concluida hasta 2011. Sin embargo, dado que cada tramo puede funcionar de forma independiente, la utilidad se ha hecho notar desde la puesta en servicio del primer tramo.
Cuando se finalice, Cantabria contará con un sistema que vertebrará hídricamente la región, capaz de llevar agua de un extremo a otro de la comunidad, en función de las necesidades. Mediante esa red de tuberías, depósitos y estaciones de tratamiento se aprovecharán al máximo los recursos hídricos inventariados por la Consejería y que deben bastar para abastecer las necesidades de agua de la región al menos durante un cuarto de siglo.
Además del Bitrasvase del Ebro, la región ha encontrado reservas de agua en el embalse El Juncal, que en los últimos veranos ha evitado las restricciones en la zona oriental, y con los sondeos en la mies de Molleda, en la zona occidental. Más a largo plazo, se podrá utilizar el embalse de La Cohilla, en el Nansa, y el lago que se está formando en el vaso de la mina de Reocín, que está llamado a ser la segunda mayor reserva de la región.
La construcción de la Autovía del Agua la ha emprendido el Gobierno cántabro con sus propios recursos, lo que representa un esfuerzo muy considerable teniendo en cuenta los 175 millones de euros que cuesta. Sin embargo, el acuerdo alcanzado con el Estado para financiar las obras de abastecimiento a Cantabria, incluye partidas para compensar esos desembolsos: “La Autovía del Agua la estamos haciendo con medios propios –señala la Directora general de Obras Hidráulicas, Ana Isabel Ramos–, pero el Estado invertirá en otro tipo de actuaciones o en estas mismas, dependiendo del momento. Ya ha invertido 70 millones en el Bitrasvase y tenemos pendientes otros 32 millones de euros de la Administración central que vamos a decidir si se invierte en la Autovía del Agua o en obras accesorias”.

Agua para la industria

Esta potente red de agua no sólo está pensada para alejar la amenaza de las restricciones para la población, sino que también dará servicio a los nuevos polígonos industriales, que no podrían abastecerse con las traídas de agua tradicionales.
En realidad, los consumos industriales deberían comenzar a reducirse. Las industrias tradicionales, que ya tienen agua, tendrán que consumir menos en el futuro y dejar más margen para los usos domésticos. La aplicación de las mejores técnicas disponibles a la que están obligadas por las autorizaciones ambientales integradas, debe traducirse en un recorte de los 130 Hm3 que utilizan actualmente y, lógicamente, en una disminución del agua residual que después vierten.
Para ayudarlas a cumplir las exigencias contenidas en la Autorización Ambiental, la Consejería ha puesto en marcha un modesta línea de subvenciones (100.000 euros) para la reutilización de agua procedente de depuradoras. No es fácil saber el resultado que tendrá esta iniciativa novedosa ya que, como subraya Ana Isabel Ramos, “nunca se había subvencionado el ahorro de agua”.

Evitar fugas

Evitar el despilfarro de agua es un objetivo de cualquier gestión moderna de los recursos hídricos, pero de poco sirven las campañas de concienciación o lo estímulos vía subvención si el mal estado de la red de distribución hace que se pierdan cantidades ingentes de agua. Asegurar la impermeabilidad de las conducciones o que todo el agua que se usa resulta debidamente contabilizada parece sencillo, pero es casi una utopía, tanto que se considera un buen resultado que las pérdidas no excedan del 20%.
En Cantabria la media de rendimiento de las redes municipales de distribución es de tan sólo el 50% y hay poblaciones donde las pérdidas llegan al 70%. Eso quiere decir que la mitad del agua que se distribuye por la red no llega a su destino o no se registra por contador y, por lo tanto, no se paga. Todavía hay numerosos núcleos de Cantabria que no tienen contadores y no saben ni lo que consumen ni dónde tienen fugas.
Una vez resuelto el abastecimiento, el caballo de batalla de la Consejería de Medio Ambiente será la renovación y mantenimiento de la red –hay tuberías que tienen más de 30 años y nunca han sido revisadas–, así como la instalación de contadores, porque si el agua no se cobra difícilmente llegará a ser valorada por el consumidor.
Cansados de la falta de colaboración histórica de algunos entes locales, la Dirección General de Obras Hidráulicas ha dado un ultimátum a los más reticentes: “Si un núcleo de población no quiere poner contadores nosotros no le vamos a hacer una obra hidráulica, porque entendemos que no hay colaboración y que estamos tirando la inversión”. Quizá así lleguemos a racionalizar, por fin, el uso de un bien económico que sólo se valora cuando desaparece.

Cantabria ha optado, en su modelo de desarrollo social y territorial, por potenciar la implantación de la Directiva Marco del Agua. Fruto de esta voluntad, el CIMA puso en funcionamiento en 2006 la Oficina de Participación Hidrológica de Cantabria que canaliza la participación ciudadana, cuyas aportaciones, enriquecerán los planes del nuevo ciclo de planificación del agua y sus ecosistemas entre 2009 y 2015.
Este proceso es el primero que se lleva a cabo en el marco de una política europea orientada hacia la sostenibilidad que considera el agua como un recurso ambiental. El CIMA ha realizado estos procesos participativos en la cabecera del Ebro y en las cuencas Pas–Pisueña y Saja–Besaya, y recientemente, ha iniciado los correspondiente a las cuencas Miera–Bahía de Santander y Campiazo.
Otra actuación del CIMA en torno al agua es el Proyecto Ríos, para el conocimiento y la conservación de los ecosistemas fluviales. Gracias a las personas voluntarias se diagnostica la realidad de los ríos cántabros, inventariando su biodiversidad y las agresiones cometidas por la acción humana. Este proyecto, que nació en Cataluña en 1997, de la mano de la Asociación Hábitats, ha despertado un alto interés. Actualmente, están inscritos más de quinientos voluntarios y hay más de cien grupos de trabajo. La información recogida se publicará anualmente en un informe sobre el Estado de Salud de los Ríos de Cantabria.
La participación y el voluntariado pueden caracterizar las actuaciones del CIMA en el recurso agua, una línea de trabajo que implica la sensibilización, el conocimiento y el compromiso de la ciudadanía. Todos somos agua. Merecería la pena que lo tuviéramos en cuenta.

Suscríbete a Cantabria Económica
Ver más

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Botón volver arriba
Escucha ahora   

Bloqueador de anuncios detectado

Por favor, considere ayudarnos desactivando su bloqueador de anuncios