Editorial

Con todo, la fábrica está construida y es cierto, como ha dicho el consejero de Industria, que eso no ha sido fácil, pero ya hemos levantado otros monumentos a la nada, como el Pirulí de Peñacabarga o el Mercado de México. Ahora hay que buscar la forma de vender leche con una granja de elefantes y no será fácil, porque no están los mercados para absorber los kilómetros de placas de fibroyeso que pueden salir de Orejo. Así que a estas alturas sabemos los millones que va a costar abrir GFB (o, lo que sería peor, no abrirla), pero no imaginamos lo que costará tenerla funcionando, a la vista de que no ha buscado los canales de ventas en el extranjero que anunció y los españoles son insuficientes para rentabilizar la planta.
El anterior consejero de Industria actuó con dejadez ante los socios costarricenses, que solo arriesgaban una maquinaria que ya poseían –y ni siquiera eso, ya que probablemente la hayan revendido a un precio mayor del que les costó– y prometió unas subvenciones que no podía cumplir. Puede que Del Olmo y Sodercan consigan reconducir la situación, pero están en manos de Sebastián Tena, porque la única alternativa es la suspensión de pagos. Si Tena tiene interés en continuar, como parece deducirse de las aportaciones recientes, la fábrica se abrirá y el problema político se aliviará, venda fibroyeso o no venda. En caso contrario (las otras supuestas alternativas) el proyecto se empantanará en un concurso judicial del que difícilmente saldrá vivo.

El Gobierno ha asumido el coste que tenía cerrar el grifo del dinero y dar un puñetazo sobre la mesa, tras calcular que siempre será inferior a la posibilidad de que la fábrica no abra nunca, tal como empezó a temer. Y aunque haya equivocado las formas al lanzarse a buscar otros aliados en los canales de distribución, es evidente que GFB los necesita para poder entrar en un mercado controlado por muy pocos fabricantes que no desean su presencia y no se lo pondrán fácil, porque han gastado demasiado tiempo y dinero en convencer a los españoles de que la tabiquería prefabricada puede ser una buena alternativa al ladrillo, como para repartir ahora el negocio.
GFB va a encontrarse con un sector inmobiliario en caída libre, con una inversión demasiado pesada de amortizar y sin canales que den salida al producto en otros países. Son demasiadas incertidumbres para una industria de semejantes dimensiones, pero es seguro que si hubiese abierto hace dos años, cuando los clientes no daban tiempo a fabricar los materiales de construcción para llevárselos, con las mismas deficiencias de planificación hubiese tenido un gran éxito y hoy se la disputarían quienes van a ser sus competidores. Así de relevante es estar en el lugar adecuado en el momento adecuado. Pero GFB aún tiene una baza importante a la que puede sacar partido. Va a hacer la única tabiquería que, hoy por hoy, se ajusta al ya inminente Código Técnico de la Edificación, aunque no conviene hacerse ilusiones, porque una norma que deja fuera del mercado a la mayoría de los fabricantes de ladrillos difícilmente se podrá aplicar. Lo veremos.

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