GULLÓN TIRA DEL SUR DE CANTABRIA

Ni por su ubicación geográfica, ni por las raíces familiares de quienes la crearon y continúan dirigiéndola Galletas Gullón es una empresa cántabra. Pero, si hubiera que situarla en el ranking de las que generan más empleo en nuestra comunidad, estaría entre las primeras. Esta más que centenaria firma galletera da trabajo en sus inmensas instalaciones de Aguilar de Campoo, a más de 250 cántabros que cada día cruzan la línea que separa ambas autonomías para prestar sus servicios en la que se ha convertido en la mayor productora de galletas de España.
El mayor número procede de la vecina Reinosa (136 trabajadores) y de poblaciones cercanas, como Enmedio o Polientes (que aportan 25 y 20 operarios, respectivamente), pero diariamente se desplazan hasta la planta de Aguilar empleados que residen en Torrelavega (25), Renedo de Piélagos (6), o en el propio Santander, 22. El ámbito de influencia de la fábrica es muy amplio, en parte porque no hubiese sido fácil reclutar sus 1.160 trabajadores en el norte de Palencia, bastante despoblado.
Sin la virulencia de la crisis, que con tanta dureza ha golpeado al tejido industrial de la comarca del Besaya, y sin la mejora sustancial de las comunicaciones entre ambas comunidades que ha supuesto la Autovía de la Meseta, esa presencia cántabra hubiera sido algo menor, pero los lazos históricos entre Reinosa y Aguilar han sido una constante, como es lógico entre los dos grandes núcleos de una comarca, la campurriana, que tiene identidad propia, más allá de demarcaciones administrativas. Y este sentimiento de pertenencia a una zona que tiene más en común con la vecina Reinosa o con Valderredible que con la cerealera Tierra de Campos es compartido por la familia que desde hace varias generaciones rige los destinos de la compañía.

El motor económico de Campoo

La industria galletera, tan vinculada históricamente a Aguilar de Campoo, se ha convertido en el soporte económico del norte de Palencia. Y el papel que juega Gullón en la comarca es determinante. Esa fidelidad a sus orígenes, que no resulta fácil mantener cuando la empresa ha adquirido semejante tamaño, se debe a la impronta de la principal accionista, María Teresa Rodríguez, que preside la compañía desde el fallecimiento de su marido, José Manuel Gullón, a comienzos de los ochenta. Esta campurriana y quien es desde hace treinta años su director general, Juan Miguel Martínez Gabaldón, acertaron con la estrategia que ha convertido a Gullón en la mayor galletera de España. Ella, además, supo desoir los cantos de sirena de las multinacionales de la alimentación que ya controlan el resto del sector y optó por no vender. La decisión de mantener el control de la firma le ha puesto a salvo de tentaciones de deslocalización, como la que vivió otra marca histórica, Fontaneda.
Gullón, ya contaba en la ciudad con unas instalaciones inabarcables de 135.000 metros cuadrados (el equivalente a unos quince campos de fútbol), con 32 líneas de producción, y acaba de inaugurar otra enorme planta de 55.000 m2, en la que ha invertido 64 millones de euros.

La mayor planta galletera de Europa

Las nuevas instalaciones albergan tres líneas de producción: una para bizcochos, otra para tortitas de maíz y arroz y una tercera de barritas. Pero esta planta industrial que va a llevar el nombre de VIDA, podrá acoger hasta ocho líneas más, porque el objetivo de la empresa es continuar creciendo hasta ocupar la totalidad de los 110.000 m2 de que dispone, incorporando nuevas líneas cada año.
La planta recién inaugurada cuenta con un almacén para producto terminado con capacidad para 19.000 palés. También alberga otra pieza clave en la estrategia de la firma, un laboratorio de I+D en el que continuar creando nuevos productos.
La decisión de concentrar todas las instalaciones en el polígono de Aguilar de Campoo se explica más por fidelidad a los orígenes que por simple lógica empresarial. Porque la distribución desde la localidad campurriana a toda España supone un sobrecoste en términos logísticos. Con las actuales redes de transporte, llegar hasta Aguilar obliga a los camiones a desviarse de sus rutas habituales. “Antes tenía sentido situar las fábricas cerca de donde estaban las materias primas –explica el director general, Juan Miguel Martínez Gabaldón–, pero hoy día interesa más estar cerca de los centros de consumo”.
Distribuir las galletas desde Madrid abarataría considerablemente la distribución, cuando menos, a la mitad sur de la Península pero el director general de Gullón ratifica el compromiso de la empresa con la zona que la vio nacer: “Estamos aquí desde hace más de cien años, y nos debemos a la comarca. No podemos dejarla atrás y es irrenunciable la labor que desarrollamos socialmente, manteniendo el empleo y la calidad de vida. Hay que hacerlo por esas raíces y no porque hoy en día suponga alguna ventaja estar aquí”.

El hallazgo de la ‘galleta saludable’

No es fácil encontrar empresas que hayan sido capaces de mantener un crecimiento continuado, año tras año, a lo largo de tres décadas pero hay algunas claves que explican el camino recorrido desde el inicio de su despegue, cuando era una pequeña galletera, una más de las cinco que había en Aguilar (Fontaneda, Gullón, Fontibre, Ruvil y Tefe). De ellas sólo dos llegaron al siglo XXI, Gullón y Fontaneda, que no lo disfrutó por mucho tiempo, porque fue cerrada en 2002 por la multinacional United Biscuits, que la había adquirido seis años antes.
La decisión de fabricar marcas blancas para la grandes cadenas de distribución fue una de las razones que provocaron el despegue de la firma. Gullón supo aprovechar la oportunidad que propició, a mediados de los años ochenta, la llegada de las cadenas europeas de tiendas de alimentación y la creación de productos con sus propias marcas. Un mercado que comía terreno día a día a las marcas tradicionales y que hoy ya supone el 53% de las galletas consumidas en España.
Ampliando líneas y automatizando procesos, Gullón se convirtió en una planta tan eficiente que de sus instalaciones salen hoy la mitad de las galletas que se elaboran en nuestro país. Buena parte de esa producción va destinada a las grandes cadenas de distribución que operan en España.
Tan significativa como esta apuesta por la marca blanca, que también llevaron a cabo otras firmas, es la aportación que Gullón ha hecho al sector galletero creando un nuevo tipo de producto, el de las ‘galletas saludables’. Lo que en un primer momento fue una intuición de María Teresa Rodríguez, que impulsó la creación de la primera galleta elaborada con harina integral (es decir, con la molienda del grano de trigo entero), se convirtió, visto el éxito de aquella propuesta, en una línea de investigación en nuevos productos saludables. El siguiente paso fue sustituir las grasas animales con las que se hacían tradicionalmente las pastas y galletas, por grasa de origen vegetal. A esto le siguió, en 1992, una decisión totalmente revolucionaria en el mundo de la repostería, la eliminación del azúcar. A partir de ahí, y con el apoyo del CDTI y la creación de un laboratorio de I+D, se sucedieron los productos con características saludables o adaptados a las necesidades de algunos colectivos, como el de los celíacos, para los que elaboran galletas sin gluten. Gullón, que ha sido pionero en la creación de esta línea de productos, alcanza hoy una cuota de más del 30% en ese mercado. Un predominio que también es imputable a la decisión de que esta nueva línea tuviera precios moderados y ocupase los mismos estantes de los supermercados que las galletas convencionales.
La estrategia que ha hecho posible la expansión continuada de la empresa también pasa por la presencia de sus productos en el exterior. Su primer contacto tuvo lugar hace casi treinta años de una forma casi anecdótica, cuando un cubano de origen asturiano y residente en Miami se interesó por sus galletas para su venta en Florida. No fue hasta mediados de los noventa cuando Gullón comenzó a tener una presencia continuada en el mercado internacional, a través de la asistencia a ferias y de acuerdos con distribuidoras que le han llevado a exportar sus productos a 110 países. En algunos, con las mismas galletas que comercializa en España y, en otros, con productos adaptados a los gustos locales.
El peso que tiene la exportación en la cuenta de resultados no ha dejado de crecer y en el último ejercicio supuso el 35% de todos sus ingresos, que se elevaron a 286,6 millones de euros, casi 30 millones de euros más que el año anterior. Ese buen comportamiento de las ventas en el exterior ha compensado el estancamiento del consumo nacional, que cayó, en términos globales, un 0,6%. Frente a la madurez de todo el mercado europeo para el sector galletero, Gullón confía para aumentar sus ventas en el potencial de otros emergentes, como los situados en la región Asia-Pacífico.

Autofinanciación

El camino hasta situarse como una referencia en el sector galletero ha tenido algún jalón ingrato. Gullón tuvo que superar discrepancias familiares que llegaron hasta los tribunales y que dieron lugar a hechos tan insólitos como la celebración de una junta general extraordinaria por parte de la presidenta, María Teresa Rodríguez y del director general y también accionista en un coche aparcado en las inmediaciones de la fábrica, ante la imposibilidad de acceder a las instalaciones. Las aguas volvieron a su cauce y el compromiso de que los cuatro hijos de María Teresa entrasen a formar parte del consejo de administración ha sellado una paz que pasa por no alterar ni la estrategia marcada para el futuro de la fábrica ni las decisiones en que se ha basado su crecimiento, como la de no repartir dividendos para asegurarse la autofinanciación de sus proyectos.
“La empresa se hizo grande, el poder económico de la compañía aumentó muchísimo –explica Juan Miguel Martínez– y al final caímos en un problema del que hemos sabido salir, que no es poco. Hemos aprendido mucho y todo eso yo creo que nos ha reforzado. En este momento los valores no están en cuestión y no se ponen en duda ni el modelo de negocio ni la estrategia de futuro”.
Una estrategia que pasa por seguir creciendo en Aguilar de Campoo, donde está previsto duplicar en pocos años la planta que acaban de inaugurar. Esa ampliación va a traer nuevas oportunidades de empleo para toda la comarca campurriana y para trabajadores de cualquier otro punto de Cantabria, porque la vocación de Gullón por mantener sus raíces choca con la escasa densidad de población de la zona. Así que muchos de los candidatos a los más de 300 puestos de trabajo adicionales que piensa crear en los próximos años provendrán de nuestra comunidad.
Es la ventaja de tener, al otro lado de esa frontera virtual que nos separa de Aguilar de Campoo, una empresa tan fuerte como Gullón, que puede mantener con vida una comarca casi por sí sola.

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