Punto final a los vertidos que aún se hacían a la Bahía

En los últimos tres años el paisaje de Marina y Medio Cudeyo se ha ido salpicando de unas curiosas estructuras, de diseño minimalista y cuidada estética, que podrían confundirse con modernas esculturas de hormigón. En realidad se trata de estaciones de bombeo, el último eslabón, y el único visible, junto con la Estación Depuradora de Suesa, del esfuerzo por coronar el ambicioso plan de saneamiento que se puso en marcha en 1996 para poner fin al vertido de aguas residuales a la Bahía de Santander.
Este empeño histórico, financiado en su fase inicial con fondos europeos, llegó a su conclusión el pasado mes de abril, cuando finalizaron las obras de ampliación del saneamiento al Arco Sur de la Bahía. A partir de ese momento, ninguno de los siete municipios que se asientan en sus orillas vierten aguas residuales que no hayan sido previamente depuradas. Un cambio que, desde que se inició el saneamiento en Santander, no ha dejado de reflejarse en los índices biológicos de la Bahía.

Partir de cero

Completar la depuración de los vertidos no era tarea fácil, sobre todo por la escasa red de alcantarillado que existía en alguno de los municipios de esta zona, como Marina de Cudeyo. En 2007 se había concluido el saneamiento de la cuenca media y baja del Miera, que afectaba a los ayuntamientos de Medio Cudeyo y buena parte de Ribamontán al Mar, con la inauguración de la Estación Depuradora de Suesa, pero faltaban por conectar a esa EDAR algunos núcleos de estos dos municipios y todos los pertenecientes a Marina de Cudeyo: Elechas, Gajano, Pedreña, Pontejos, Rubayo, Setién, Heras, San Salvador y Santiago. La encargada de hacerlo fue una UTE formada por FCC, Cuevas y SEOP que, en los tres años que ha durado la obra, ha excavado zanjas y tendido tuberías a lo largo de 35 kilómetros; ha construido catorce estaciones de bombeo y ha ampliado la estación depuradora levantada junto a la ría de Cubas para elevar su capacidad de tratamiento hasta los 93.800 habitantes equivalentes. En total una inversión de 30 millones de euros, de la que lo único que aflora a la superficie son las estaciones de bombeo y una EDAR cuyo emplazamiento fue, en su día, motivo de polémica entre los vecinos de Suesa afectados por su proximidad.
Cuando los ingenieros de la UTE se pusieron manos a la obra, se encontraron con una realidad no muy distinta a la que había otros muchos lugares de Cantabria antes de que se llevase a cabo el saneamiento de sus cuencas. Quizá por el hecho de que Marina de Cudeyo es un ayuntamiento poco desarrollado urbanísticamente –el Plan de Protección del Litoral ha servido de freno a posibles excesos– y sin grandes núcleos de población, su red de alcantarillado era prácticamente inexistente y las dos depuradoras con que contaba (una en Pedreña y otra en Pontejos), apenas servían para esa función. Los alcantarillados de los barrios o de pequeñas agrupaciones de casas no tenían conexión entre sí, al no haber una red secundaria de colectores y se limitaban a alejar las aguas residuales de los núcleos habitados para verterlas en cualquier regato. Esa exigua red de alcantarillado y los pozos negros eran el único recurso con que contaba la zona.
Para subsanar esa carencia, ha sido necesario construir una auténtica red de saneamiento con 35 kilómetros de tuberías, que han tenido que salvar mediante túneles obstáculos como la Autovía del Cantábrico o la propia Ría de Cubas.
La canalización se ha realizado con tuberías de poliéster reforzado con fibra de vidrio de entre 400 y 800 milímetros de diámetro para los tramos en gravedad. En aquellos que deben soportar la fuerza impulsora de las estaciones de bombeo para poder superar las elevaciones del terreno se han utilizado tubos de fundición. Esta necesidad se ha presentado con más frecuencia de lo habitual por la orografía de la zona, hasta el punto ha sido necesario construir catorce estaciones de bombeo a lo largo de la red de colectores que confluyen en la EDAR de Suesa.
Lejos de enmascarar esas estructuras, se ha optado por minimizar su volumen y darles un diseño visualmente atractivo. Para ello se recurrió al arquitecto Eduardo Fernández Abascal, que ha ideado dos pórticos de hormigón armado en ménsula y una cubierta en voladizo que protege las arquetas de acceso y que acaban por dar al conjunto el aspecto de una pieza escultórica abstracta.
Las estaciones van revestidas de zinc-antracita y las puertas son de aluminio lacado, creando una imagen colorista que ha encajado con bastante naturalidad en el paisaje.

Una EDAR ampliada

La otra construcción que permite intuir la gran infraestructura soterrada es la EDAR levantada en Suesa y en la que confluyen tanto los colectores construidos en la primera fase para la cuenca media y baja del Miera como los ejecutados en la obra complementaria del Arco Sur de la Bahía. Para poder tratar las aguas residuales que faltaban, el proyecto requería la ampliación de la Estación Depuradora, en la que se ha instalado nuevo tanque biológico y su decantador, además de un tratamiento añadido con filtros de anillas, que conseguirá que el agua vertida a la bahía esté totalmente limpia de impurezas y desprovista de bacterias.
La instalación cuenta con un entramado de tuberías para conducir y bombear las aguas que ha sido realizado por la empresa Motusa, que se ha encargado, además, de todas las labores de calderería y del montaje mecánico de la depuradora.
El proceso de depuración comienza con la llegada del agua residual ‘bruta’ a la planta de pretratamiento. Allí se lleva a cabo un primer desbaste en el que se eliminan los objetos sólidos, los aceites que continúan tirándose por los fregaderos domésticos y la arena que arrastra la limpieza de las calles y que suponen un serio problema para los equipos de las depuradoras. Una vez realizado este primer filtrado, el agua pasa a los tanques biológicos –carruseles en el argot técnico– donde unas grandes hélices la mueven continuamente para que circule sobre un lecho de fangos bacterianos que devoran el nitrógeno, fósforo y minerales disueltos en las aguas fecales.
Simultáneamente, se insufla aire en esa masa de agua residual para que el oxígeno estimule esos procesos biológicos. Tras una fase de decantación, en la que se eliminan los últimos restos de impurezas y fangos en suspensión, se puede verter el agua a la ría, como se hace en otras EDAR.
La de Suesa está dotada, además, de un fase terciaria, una última vuelta de tuerca para asegurarse la limpieza e inocuidad del vertido que se va a hacer en la Bahía. En este proceso final se somete al agua ya decantada a unas lámparas ultravioletas que matan las bacterias coliformes, las más patógenas, y a un filtro de anillas que retiene las últimas y finísimas partículas que hayan podido quedar en el agua.

Trabajo para empresas locales

Los 30 millones de euros invertidos para completar esta gran obra han permitido generar una notable carga de trabajo para empresas locales, a las que ha recurrido la UTE. A los 45 trabajadores de esta unión temporal de empresas, se han sumado los de las subcontratas hasta alcanzar en momentos puntuales los 120 empleos.
Aunque la obra esté finalizada, la UTE, en la que FCC es mayoritaria con el 56,5%, todavía no ha terminado su cometido. El compromiso al que ha llegado con la Consejería de Medio Ambiente es el gestionar durante dos años, la explotación de la EDAR. Una tarea que se ve facilitada por el sistema de control instalado en las estaciones de bombeo, que envía datos continuamente sobre su funcionamiento a los técnicos de la Estación Depuradora. De esta manera se puede detectar y corregir cualquier anomalía (sobrecalentamiento, paradas, exceso de consumo eléctrico, etc). Es la aportación que la tecnología hace a este último plan de saneamiento que ha puesto fin, después de siglos, a la contaminación de la Bahía santanderina por las aguas residuales de quienes pueblan sus orillas.

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