La historia, reescrita por Juan Gómez Bárcena
El niño que buscaba vestigios de los dinosaurios por todos los vericuetos de su pueblo de verano, Toñanes, acabó las indagaciones que ocupaban sus jornadas vacacionales al perder la esperanza de hallar el mínimo rastro pero no desapareció su carácter inquisitivo. Recorrió los portales y cuadras de sus vecinos extrayendo recuerdos con la perseverancia que proporciona una infinita curiosidad hasta encontrar menos resistencia a cada vuelta de sacacorchos. De ahí pasó a los libros bautismales de la parroquia, a los del obispado más tarde y, finalmente, a la web de los mormones de Utah que digitalizaron los ancestros de todos aquellos lugares del planeta donde tuvieran la costumbre de documentar natalicios y fallecimientos, con tanto empeño que hubiesen llegado hasta Adan de haber podido.

La profusión de libros ambientados en Cantabria, algunos de ellos muy notables, y la enorme producción editorial de otras procedencias no permite hacer justicia a la mayoría, pero el libro de Juan Gómez Bárcena es un punto y aparte. No hay nada parecido en la producción editorial española, al construir un inmenso retablo de historias entrecruzadas en siglos entremezclados ocurridas en un espacio de tan solo dos kilómetros cuadrados en el que nadie diría que pase ni el tiempo.
Las historias humanas no tienen hueco en las páginas de la oficial pero podrían explicar mucho mejor la evolución de los pueblos. La obra de Juan Gómez, que pretende llenar de pequeñas anotaciones individuales cada una de esas líneas de las historias oficiales, parece tan imposible a primera vista que lo que más deslumbra en el libro es haberlo conseguido. Introducir, renglón a renglón y sin un orden aparente, todos esos microacontecimientos; hacerlo con esa sabiduría y madurez literaria y añadir en los márgenes los años solapados, por si el lector se pierde, da la impresión de ser una aventura estilística imposible. Más que imposible, inaguantablemente aburrida. Pero, por insólito que parezca, esas quinientas y pico páginas de la historia particular de un ámbito que se reduce del límite con Cóbreces al molino de El Bolao (un minuto y medio en coche) y pasada por una turmix que entremezcla todos los tiempos, son cautivadoras.
Como el Quijote, es una novela de novelas, y como la Biblia, una historia de estirpes que en realidad es una sola porque el árbol familiar iniciado por el padre del protagonista para matar el tiempo de las tardes de verano demuestra que la secuencia matemática (cuatro abuelos, ocho bisabuelos, 16 tatarabuelos…) hace que los ancestros de todos nosotros coincidan unas pocas generaciones atrás y se entremezclen mucho más de lo que suponemos. Si estiramos esa serie a 40 generaciones (al año 400 antes de Cristo, más o menos) cada uno tendríamos un billón de ancestros, una cifra absolutamente imposible y más en aquellos tiempos, en los que el mundo no alcanzaba, seguramente, los cien millones de personas.
La sabiduría y la memoria popular de Toñanes que recopila con tanta paciencia como inquietud el niño de los dinosaurios a lo largo de toda su adolescencia y primera madurez es la de miles de pueblos. Se podría contar la misma historia cambiando los escenarios una y otra vez y eso es lo que convierte en universal este microcosmos tan próximo a nosotros. Es un lujo del que nos acordaremos mucho tiempo que un modesto pueblo cántabro como Toñanes (apenas 200 almas) haya servido de patrón gracias al ingenio, a la osadía para afrontar el reto y al dominio de los recursos literarios de Gómez Bárcena.
Lo demás es aire
Juan Gómez Bárcena Editorial:
Seix Barral 544 páginas. 21,9€.



