EDUARDO RODRIGUEZ ROVIRA, presidente de la Confederación Española de Organizaciones de Mayores
A sus setenta años, Eduardo Rodríguez Rovira trabaja como siempre, pero de otra manera. Tras jubilarse, ha pasado de ser el gran tótem de la industria farmacéutica española a liderar la confederación que agrupa a las principales asociaciones de mayores del país. Nadie mejor que él para difundir una nueva cultura de la vejez y dejar atrás los estereotipos.
Pregunta.–Después de haber sido presidente de la multinacional farmacéutica SmithKline Beecham durante años ¿Cómo decide enrolarse en una aventura tan distinta, como la de defender a la tercera edad?
Eduardo Rodríguez Rovira.– El que la vida laboral se termine no significa que se acabe todo. Se puede seguir en activo de muchas maneras, lo recomiendan todos los expertos para un envejecimiento saludable. La defensa de los intereses de los mayores encaja plenamente en este esquema vital y es una opción obvia.
P.– Santander, su ciudad natal, tiene una población envejecida y mucho por hacer en este terreno ¿Le aconsejaría a los empresarios cántabros que apostaran por este nicho de mercado cada vez más numeroso? ¿La tercera edad puede ser un buen negocio?
R.– Efectivamente, la de Santander es una de las poblaciones más envejecidas del país, por la baja natalidad y porque muchos jóvenes emigran mientras regresamos quienes lo hicimos en otro tiempo. Por tanto, desde el punto de vista empresarial, la tercera edad es una clara oportunidad y así lo están interpretando muchos grupos empresariales. Es un mercado amplio, que crece deprisa y tiene perspectivas de seguir haciéndolo en los próximos años.
P.–¿Cuáles serán los sectores más beneficiados por el envejecimiento de la población?
R.– Aunque casi todos se orientan ya hacia este segmento poblacional, los más favorecidos serán los que se dirigen específicamente a satisfacer necesidades de las personas mayores: los servicios sociales, atención domiciliaria, teleasistencia, centros de día o residencias tienen una gran oportunidad por delante. El Gobierno acaba de anunciar medidas legislativas sobre la promoción de la autonomía personal –Ley de Dependencia– y, en 2015, cuando el sistema esté plenamente implantado, el coste anual será de aproximadamente un punto del PIB.
Hay empresas de seguros, financieras, relacionadas con la salud, la telefonía o el sector turístico que están abriendo líneas especiales de actuación con productos concretos para alcanzar a este colectivo. Otro campo es el inmobiliario, con numerosas iniciativas destinadas a la población mayor, en especial, en las zonas turísticas.
P.– Desde luego, el Mediterráneo español ya ha encontrado un filón en los jubilados extranjeros. Cantabria, y el Norte en general, ¿no debería tratar de incrementar su oferta turística en esta dirección?
R– Habría que hacer una campaña muy dirigida hacia los extranjeros, porque todos los que conozco que visitan Cantabria se quedan maravillados con nuestra tierra.
Sobremedicados
P. Con la sanidad no cabría duda. Pero, usted que acumula más de treinta años en la industria farmacéutica, ¿no cree, en confianza, que nuestros mayores están sobremedicados?
R.– Es bien conocido que muchos ancianos están polimedicados. De hecho, los ocho millones de pensionistas españoles consumen el 75% del gasto farmacéutico nacional, cuando sólo representan el 18% de la población. Su consumo de medicamentos es más de siete veces superior al de un activo, lo que abre un debate sobre si es excesivo o normal. Lo que es cierto es que la fragilidad de las personas aumenta a medida que envejecen y, sin llegar a estados de dependencia, aparecen numerosas enfermedades y molestias que exigen ser tratadas. Es entonces cuando coinciden el antihipertensivo, el antirreumático, el antiácido, el analgésico… a los que se añade un sistema público gratuito que no restringe el consumo.
P.– Mientras el Gobierno habla de jubilaciones para funcionarios de más de 58 años, los expertos recomiendan retrasar la edad de jubilación por temor a que no se puedan pagar las pensiones futuras. ¿A usted los 65 años ‘oficiales’ le parecen una buena edad?
R.– Es absurdo que se sigan manteniendo los 65 años como edad “oficiosa”, no oficial, para la jubilación, cuando la esperanza de vida femenina es de 83 años y la masculina de 77. Esto podía tener sentido antiguamente, cuando las personas vivían una media de 55 años y lo excepcional era llegar a los 65, que se premiaban con la jubilación. Hoy, las personas cumplen esa edad con mucha mejor salud y las ocupaciones que requieren esfuerzo físico son ya excepcionales. Todos los expertos defienden que se prolongue la vida activa laboral, aunque sólo sea por defender las pensiones futuras.
P.– Entonces… ¿Qué debería hacerse?
R.– Yo soy partidario de la flexibilidad. Habrá personas que quieran jubilarse a los 60 y otras a los 70. Dejémosles escoger. Naturalmente, la pensión tendrá que ser distinta según los años trabajados por razones de equidad y se podrán buscar fórmulas como el trabajo a tiempo parcial. Cosa distinta es que, al llegar a cierta edad, la persona se abandone y no se ponga al día. Si se queda obsoleta habrá que jubilarla, pero no por edad, sino por falta de preparación. Lo que no puede hacer el Ministro de Presidencia es proponer la jubilación a los 58 años en el país anfitrión de la II Asamblea para el Envejecimiento.
P.–En las plantillas, el envejecimiento se notará a partir del 2011, cuando comience a jubilarse la generación del baby boom. ¿No están descuidando los empresarios el reciclaje profesional del personal de mayor edad?
R.– Dentro de unos años no habrá generaciones jóvenes que puedan sustituir a las que se vayan jubilando y no parece que la emigración vaya a llenar ese vacío. Entonces se verá la necesidad de mantener en activo por más tiempo a las generaciones mayores, pero ¿estarán recicladas?. Los empresarios deberían esforzarse por proporcionarles formación permanente ya que su mejor recurso es tener personas mayores preparadas, motivadas y leales a la empresa.
P.– Los mayores suelen encontrarse en la cumbre de su carrera profesional e ingresos cuando se jubilan. Pero ¿comparte, como dicen los bancos, que son demasiado conservadores con sus ahorros y prefieren no arriesgar aunque perciban menores beneficios?
R.–Ese es ciertamente el estereotipo pero hay toda clase de perfiles. Soros y Kerkorian, por no mencionar ilustres ejemplos de cántabros, son mayores a los que nadie llamaría conservadores. Aunque parece lógico que en personas con un pequeño capital y una pensión modesta, como son la mayoría de los españoles, prime el conservadurismo económico.
P.– Hasta ahora nos hemos referido a su poder económico pero también es un grupo electoral numeroso ¿En qué medida sus decisiones pueden condicionar la política de los gobiernos?
R.– Los mayores de 65 superan el 17% de la población, son más del 20% de los posibles votantes si se eliminan los menores de 18 años y constituyen entre un 25- 30% de los votantes efectivos, lo que explica que todos los partidos se acuerden de los pensionistas cuando se acercan las elecciones. Sin embargo, falta mucho para que tengan una influencia real como en Estados Unidos, donde la AARP (American Asociation Retired People) cuenta con 35 millones de asociados. En España, nuestra organización es la más importante y, aunque lleva poco tiempo, ya pasa del millón de afiliados. Lo que nos preocupa es la ausencia de mayores en instituciones y partidos políticos nacionales. Sólo un 3% de los europarlamentarios españoles tiene más de 64 años y lo mismo sucede en los Ayuntamientos de Madrid y Barcelona, donde no hay un solo concejal; tampoco en la Ejecutiva del PSOE y en el Comité Ejecutivo del PP sólo hay dos, entre 88 personas.