Olas que iluminan

No es la mayor ni la más pesada de las piezas que han salido de los talleres de esta calderería naval pero sí la más singular de cuantas Degima ha fabricado en sus doce años de historia. Cuando el mes que viene se fondee frente a la costa de Santoña la gran boya construida en este taller de Maliaño, en un ensayo pionero para transformar la energía de las olas en electricidad, Iberdrola habrá dado el primer paso de un proyecto largamente anunciado y Degima habrá incorporado a su experiencia calderera un producto insólito, pero en cuya continuidad confía. Al menos, hasta completar las nueve boyas que acompañarán a este prototipo en la central eléctrica marina que se ubicará a unas tres millas del Faro del Pescador.
Llamar simplemente boya a este enorme prototipo es poco descriptivo para la complejidad o las dimensiones del artefacto. Nada menos que 80 toneladas de peso y cerca de 40 metros de longitud tendrá esta pieza que irá anclada al fondo marino emergerá tan sólo siete metros sobre el nivel del mar. Este será el recorrido máximo del sistema hidráulico, sostenido por un flotador de 11 metros de diámetro, que al desplazarse verticalmente, siguiendo la oscilación del oleaje, transformará en electricidad la energía que se produce en cada ascenso y descenso. Para evitar posibles averías en caso de mar gruesa, el sistema cuenta con un dispositivo que lo bloquea cuando las olas superan los cuatro metros.
El interior del fuste albergará los equipos eléctricos e hidráulicos construidos por la diseñadora de esta tecnología, la compañía estadounidense Ocean Power Technologies (OPT), que navegan ya hacia Santander.

La primera experiencia

Para su anclaje en el fondo, la boya irá provista de tres enormes estabilizadores, cada uno de los cuales se rellenará con 150 toneladas de hormigón, una operación que tendrá lugar en los muelles del puerto de Santander, donde se llevará a cabo la instalación de los equipos y el ensamblaje final de la boya, que consta de unas 14 piezas entre estabilizadores, flotadores, tanque de lastre y componentes del fuste o eje central.
La evacuación de la energía eléctrica producida por el émbolo en el interior de la boya se hará mediante un cable submarino hasta una central eléctrica en tierra. Esta primera boya generará unos 40 Kw, pero las que van a completar el parque serán de mayor peso y tamaño y, por tanto, capaces de generar más electricidad. Iberdrola, a la que acompañan en este proyecto el grupo petrolero francés Total y los organismos públicos IDAE y Sodercan, prevé que el conjunto de boyas que va a formar esta central marina aporte 1,25 megavatios, suficiente para suministrar energía eléctrica a unas 1.500 familias.
Aunque en Estados Unidos existe desde hace tiempo un prototipo a pequeña escala de la boya, ésta será la primera vez que se ponga a prueba el sistema en un escenario real. La zona ha sido elegida por las condiciones de oleaje y por no interferir con la navegación. También ha pesado la vinculación con Santoña del principal impulsor de este proyecto, el director de Desarrollo de Energías Renovables de Iberdrola Roberto Legaz, natural de esa villa.
Si la experiencia resulta satisfactoria, podría tener continuidad con la construcción de plantas similares en otros puntos de la costa cantábrica, lo que supondría también una importante carga de trabajo para caldererías como Degima. Un complemento de gran valor añadido para una industria que hoy por hoy atraviesa por un momento dulce, ayudada por la buena marcha de la construcción naval.
El tirón de los barcos sísmicos

La calderería naval ha contado siempre con una gran tradición en Cantabria, como auxiliar de los astilleros locales y de los situados en Asturias y el País Vasco. Una de las actividades habituales de Degima es la construcción de secciones del casco para grandes buques, que luego serán trasladadas hasta astilleros de Gijón, Sestao o Bilbao para su ensamblaje. Aunque ahora se recurre al transporte por carretera, estas operaciones siempre encierran una gran complejidad y mientras estuvo abierto el pequeño muelle de Astilleros Solana, vecino a las instalaciones de Degima, era habitual el uso de una gabarra de 30 metros para trasladar por mar las grandes piezas que fabrica al pie de la ría del Carmen hasta los astilleros de la Cornisa Cantábrica. Por esta vía, Degima llegó a expedir hacia el puerto de Bilbao una de las rampas utilizadas para el tráfico ro-ro, una pieza que 28 metros de longitud y 150 toneladas de peso.
Hoy es más habitual que los trabajadores de estas empresas auxiliares se desplacen hasta los astilleros para desarrollar in situ los trabajos subcontratados. La firma de Maliaño tiene en estos momentos a la mitad de sus 80 trabajadores en el astillero Vulcano, en Gijón, donde construyen las proas de cuatro buques sísmicos. Precisamente ha sido la demanda de estos barcos, dedicados a las prospecciones petrolíferas submarinas, la que ha dinamizado la construcción naval, ante la urgencia de las grandes petroleras por descubrir nuevos yacimientos. Esto ha supuesto un importante impulso para astilleros como Astander, especializado en la transformación de buques, y para las empresas auxiliares locales que, en el caso de Degima, tienen carga de trabajo para más de dos años.
Cuando la construcción naval flaqueó hace algunos años, debido a la fuerte competencia de los astilleros coreanos, Degima echó mano de su polivalencia como calderería y se orientó hacia la obra pública, construyendo algunos de los puentes metálicos salpicados por la región. Esta actividad no se ha descuidado y la empresa de Maliaño aspira a colocar sus puentes metálicos en los tramos en construcción de la Ronda de la Bahía.

Ampliar instalaciones

Para los cinco socios de esta sociedad anónima laboral, el acierto en la elección del terreno que ocupan junto a la Ría del Carmen, se vio ratificado por la sentencia en 2002 del Tribunal Supremo reconociéndoles como propietarios de un suelo que en origen fue una concesión. Un objetivo que también persiguen otras empresas en su misma situación, como Astilleros Solana, Equipos Nucleares y la antigua Recuperaciones Submarinas. Pero aún habiendo conseguido ese triunfo, las numerosas servidumbres que afectan a ese terreno, de 11.000 m2, limitan seriamente su posibilidad de expansión. No sólo no pueden construir en una franja de 20 metros al borde de la ría, sino que la existencia de una torre de alta tensión de Viesgo anula la disponibilidad sobre otros 2.000 m2, debido a las limitaciones que se imponen por motivos de seguridad. Estas restricciones, reforzadas por un Real Decreto del año 2000, paralizó la construcción de un edificio que iba a albergar las oficinas, los vestuarios y un aula de formación. También se encuentra paralizada, aunque esta vez por la demora del Ayuntamiento de Camargo en otorgar la licencia de obras, la construcción de una nave de 800 m2 que vendrá a aliviar la falta de espacio con que se empieza a encontrar Degima, en cuya nave apenas puede dar cabida a los encargos en los que trabaja, desde secciones de casco para Astilleros Zamákona, hasta enormes piezas de utillaje para Equipos Nucleares o los componentes de la boya.
Los responsables de Degima confían en resolver tanto el problema con Viesgo como la agilización de la licencia para ampliar sus instalaciones, pero no descartan buscar un nuevo emplazamiento, sobre todo si se confirma el encargo para fabricar las otras nueve boyas de la central marina de Santoña, donde se intentará la alquimia de transmutar las olas en energía eléctrica.

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