UN TSUNAMI EN TODAS LAS INSTITUCIONES

Cualquiera que haya asistido a los actos institucionales más recientes habrá podido percibir un notorio cambio de caras entre los asistentes y que va mucho más allá de lo que debieran deparar unas elecciones. No solo han cambiado las de los políticos, y eso es lo que resulta más llamativo. En los últimos meses se ha producido un encadenamiento insólito de ceses, dimisiones y nombramientos en ámbitos tan distintos como el Obispado, la Judicatura, el Gobierno militar, el empresariado o las instituciones deportivas… Una evidencia de que toda la sociedad vive momentos de agitación.
En el siglo XIX era muy habitual que la alternancia de los partidos políticos diese como resultado el afloramiento de toda una clase política –funcionarios incluidos– al tiempo que la rival pasaba al ostracismo, pero esos bandazos en las instituciones se fueron corrigiendo de forma que ahora, cuando un partido es desalojado del Gobierno, únicamente cambian un centenar de cargos públicos, en el caso de Cantabria.
En esta ocasión, a ese movimiento de ceses y nombramientos ­–que está costando más de lo previsto porque muchos profesionales reconocidos no consideran remuneradores los salarios de un cargo público– se ha sumado un auténtico vuelco en muchas instituciones, que se inició con la muerte de Emilio Botín, el pasado otoño, lo que obligó a nombrar una nueva presidenta del Banco Santander; continuó en navidad con el traslado del obispo y la sorprendente convocatoria de elecciones en la CEOE, que deparó un nuevo presidente y un Comité Ejecutivo casi completamente renovado. Desde entonces, los cambios ordinarios y la disposición de la sociedad cántabra a no dejar títere con cabeza han convulsionado el paisaje humano en los photocalls.
A ello ha contribuido la desaparición de escena de la mayoría de los anteriores altos cargos del Gobierno, poco interesados en continuar en el candelero con un papel secundario.

Cambios de todo tipo en las patronales

En la patronal casi nada es lo que era. A la imprevista derrota de Gema Díaz Real como presidenta de la CEOE por Lorenzo Vidal de la Peña le ha sucedido la de otros dos presidentes de larga trayectoria que no podían repetir más mandatos: Emérito Astuy, que llevaba ocho años al frente de los hosteleros cántabros, la federación más potente por número de afiliados, y Mar Gómez-Casuso, presidenta de la Asociación Cántabra de la Empresa Familiar, que sin estar en la CEOE ha acreditado una influencia muy relevante.
Además, se ha producido un vuelco dramático en la Asociación de Mujeres Empresarias, después de unas elecciones cargadas de tensión, y la inesperada dimisión de Miguel Rincón como líder indiscutible de Apemecac.
Tampoco es fácil que en un breve lapso de tiempo se produzca una casi absoluta renovación de todas las jerarquías judiciales, y esta vez por una suerte de casualidades. El ascenso de César Tolosa al Tribunal Supremo dejó vacante el cargo de presidente del Tribunal Superior de Justicia de Cantabria, cargo para el que fue elegido José Luis López del Moral, que a su vez hubo de ser reemplazado como presidente de la Audiencia Provincial por José Arsuaga y éste por José Anta como juez decano. Para completar esta renovación, el jefe de los fiscales, al que le quedaba aún gran parte de su mandato, optó por dejar el cargo, que ahora está a la espera de sustituto.
En el deporte también se han producido relevos, y el de más notoriedad social es el que se ha dado en la presidencia del Racing, donde Tuto Sañudo, un hombre de transición, ha dejado paso a Manuel Higuera.
A este proceso de cambios/renovaciones hay que añadirle los que se producen por circunstancias meramente biológicas, como las jubilaciones del delegado de Defensa, José María Grande Urquijo, y del jefe Provincial de Tráfico, Serafín Sánchez, dos personas con notoriedad social, sustituidos respectivamente por el coronel Yáñez y José Miguel Tolosa.

Huracán en la política

Este vendaval de renovaciones, muchas de ellos inesperadas, adquiere características de huracán cuando nos adentramos en el terreno de la política. Además de los nuevos miembros del Gobierno y sus jefes de Gabinete, hay cerca de cuarenta directores generales y secretarios generales que nombrar; media docena de directores de organismos públicos, como la Agencia Tributaria Cántabra, el Servicio Cántabro de Salud, Sodercan, el ICF o el ICASS y una docena de directores de empresas públicas.
Quizá no sean muchos si se tiene en cuenta que la plantilla de esos organismos supera las 15.000 personas, pero el cambio político va mucho más allá porque estas elecciones han deparado el mayor vuelco municipal en muchos años, de forma que también más de 40 ayuntamientos han estrenado nuevos equipos de gobierno, la mayoría de la coalición que han formado los regionalistas y los socialistas.
Eso deparará, a su vez, cambios en organismos como la Federación Cántabra de Municipios, en la Mancomunidad de Liébana y Peñarrubia (donde ya ha sido elegido Julio Cires); en la Asociación de Desarrollo Rural Saja Nansa (Saturnino Caso ya es el nuevo presidente) y, a medio plazo, en la Autoridad Portuaria, un nombramiento que el Estado le cedió a la autonomía hace una década.
Entre tantos cambios, casi parece noticia que alguien continúe en el cargo, como ha ocurrido con el presidente del Colegio de Médicos, Tomás Cobo, renovado por cuatro años al no presentarse más candidatos.

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