Empresas al servicio de las empresas
El largo tiempo de convivencia con un modelo industrial casi puro (aproximadamente un siglo) ha hecho que Cantabria y otras regiones donde las fábricas tuvieron un peso económico muy importante, como Asturias o el País Vasco, hayan sucumbido a la tentación de pensar que era la única economía real, pero lo cierto es que, dos décadas después de la gran crisis de la industria ya empezamos a ser conscientes de que una economía terciarizada puede ser igual de rentable, o más.
En estos momentos, en Cantabria 62 de cada cien personas obtienen sus rentas del sector servicios, con un aumento de más de veinte puntos porcentuales en el último cuarto de siglo. Los servicios han amortiguado el efecto del descenso de empleo del sector industrial, como consecuencia de los grandes ajustes de plantilla y la caída en picado del empleo agrario. Si en 1980 se calculaban en la región no menos de 27.000 explotaciones ganaderas, hoy no llegan a 5.000.
Es cierto que una parte muy amplia de lo que hoy consideramos servicios hace tres décadas eran computados como trabajadores industriales, ya que formaban parte de las plantillas de las grandes fábricas: vigilancia, limpieza, mantenimiento, comedor, jardinería, médico… Las fábricas tenían incluso escuelas. Hoy, todas las actividades que no son propiamente productivas se han externalizado, son prestadas por compañías ajenas, por lo general a un coste más competitivo y con una mayor especialización.
Ese trasvase hace poco homogéneas las estadísticas, dado que engorda la población laboral del sector servicios y disminuye la del industrial sin que nada haya cambiado, pero, de alguna manera, ha dejado las cosas en su sitio.
Bajo umbral de acceso
El desarrollo de los servicios ha tenido otro aliado en su bajo umbral económico de entrada. Mientras que las empresas industriales exigen un coeficiente alto entre la inversión y los empleos creados (en el último paquete de proyectos, aprobado por Incentivos Regionales, por cada quince millones de pesetas de inversión se crea un empleo), en el sector servicios el ratio suele ser bastante inferior, dado que el factor fundamental es el capital humano. Herramientas de gran versatilidad y potencia a bajo precio, como los ordenadores, han contribuido a potenciar esta cualidad y han abierto expectativas dentro del sector servicios que hubiesen resultado impensables hace sólo una década, entre ellas las vinculadas a Internet.
Aliado de la industria
Esta evolución no quiere decir que el sector servicios pueda dar la espalda a la industria para deambular de forma autónoma. Gran parte de él depende, de una o de otra forma, de la industria, de forma que en un ambiente de crisis industrial es muy difícil que el sector servicios pueda presentar un balance boyante. Subsectores como la informática, el transporte, el catering, la limpieza, el mantenimiento, la consultoría, la ingeniería o la publicidad tienen como principales clientes a las empresas. En otros casos, como los servicios financieros, las industrias generan un doble flujo básico para el sistema, sobre todo en su papel como demandantes de crédito. En las tablas input-output queda constancia de que el uso de servicios por parte de la industria, la agricultura y los propios servicios avanza a un ritmo bastante superior al que lo hace la demanda de servicios por parte de las familias (ha ganado casi diez puntos porcentuales en la última década).
La sociedad se terciariza a medida que se desarrolla. Cuanto más avanza aparecen más servicios en la cesta de bienes que demanda el mercado, sobre todo los relacionados con las telecomunicaciones cuyo crecimiento es sorprendente (+538% en la última década). En general, crecen más deprisa los servicios vinculados a actividades tecnológicas que están produciendo un cambio muy notable en el sector, con una feminización creciente, elevación del nivel de cualificación, modificación de los sistemas de organización del trabajo…
Un factor de igualación mundial
Los servicios no sólo se han convertido en la principal fuente de empleo, sino que también llevan el peso de la transformación tecnológica. En el año 2001 el sector terciario apenas se parece al de hace unas décadas, cuando parecía sinónimo de actividades atrasadas, de bajo valor añadido, alto nivel de servidumbre y prestaciones informales.
Frente a las dificultades de transformación del sector primario o las ingentes cantidades de inversión que requiere la instalación de industrias de alta tecnología, el sector terciario propicia una igualación sorprendente, en la medida que sus herramientas más modernas se divulgan por todo el mundo con una rapidez inusitada y a bajo precio. El último programa de software o más potente microprocesador que llega al mercado norteamericano estará a disposición de cualquier usuario español con unas pocas semanas de diferencia y a un precio muy accesible. En estas circunstancias, todos los usuarios se encuentran en la misma disposición técnica y su productividad sólo va a depender de sí mismo. Una democratización que nunca antes se había producido, y un escenario sugestivo donde la única diferencia va a estar en el capital humano y en la capacidad para salvar las distancias físicas, idiomáticas y culturales.