Cinco billones evaporados

Los expertos se escandalizan cuando escuchan la expresión jugar a la Bolsa, porque su misión es dar a estas inversiones un matiz más profesional y menos intuitivo. Por eso inventaron los análisis chartistas, obtuvieron el valor fundamental de las empresas y trataron de sistematizar los ciclos y tendencias. Todo ello funciona muy bien cuando la bolsa sube y menos bien cuando baja, lo cual no difiere mucho de lo que ocurría antes. Pero no es el caso de este comentario que sólo pretende poner de relieve el manto de silencio que cubre la evolución de Terra, un valor que en un año ha perdido el 90% de su capitalización.
Hace doce meses, Terra valía seis billones de pesetas y los analistas seguían insistiendo en que tenía recorrido (¿hacia dónde?). Hoy, la misma empresa vale un billón de pesetas. Desde estas páginas se criticó, ya entonces, que Terra tuviese un valor muy próximo al del BSCH o el BBVA, equivalente al de Endesa o Iberdrola y superior a Repsol. Y no es que uno esté apegado a lo tangible, es que, sencillamente, no cabía en cabeza humana el que un negocio montado con unos cientos de muchachos frente a un ordenador que pierde tres pesetas por cada una que ingresa pudiera equivaler al de un banco con 120.000 trabajadores repartidos por todo el mundo, intereses en compañías de todo tipo y unos espectaculares beneficios.
Pues bien, Terra ahora vale cinco billones menos y ese dinero se ha esfumado. Alguien pensará que esta pérdida no ha causado ninguna catástrofe, pero cinco billones de pesetas restados del ahorro de los españoles es muchísimo dinero, nada menos que 500.000 pesetas por cada una de las familias del país, de todas y no sólo de las que habían invertido en este valor.
Tres de esos billones salieron hacia Estados Unidos con la compra de Lycos, que costó el triple de lo que hoy vale el adquirido y el adquirente juntos, pero bien es cierto que el haberse pagado en acciones ha contribuido a repartir las pérdidas entre los inversores españoles y los norteamericanos.
A pesar de la gravedad de los efectos del batacazo de Terra sobre el ahorro español no ha merecido reflexión alguna. Ni la Comisión Nacional de Valores, ni la institución para la Defensa del Inversor, ni los propios afectados. Con la misma resignación con que se aceptó en Cantabria el caso Intra, se acepta la volatilización de cinco billones de pesetas que, por muy especulativos que fuesen, no son un juego. Los organismos que regulan el sistema bursátil están para alertar sobre situaciones como esta y los analistas, a quienes no merece la pena pedir un mea culpa, al menos debieran sacar conclusiones.
Pero lo que ha pasado, pasado está. La experiencia nos demuestra que los inversores son más dados a comentar sus éxitos que sus fracasos, ante el temor a pasar por tontos. Ojalá nos quitásemos los complejos. Un mal que ha socavado el ahorro nacional de tal manera, no puede resolverse echando tierra sobre Terra, por muy facilón que sea el juego de palabras. Al menos, que dimita alguien, para dar una satisfacción moral a los inversores. Y dejo claro que todo esto no es una venganza mezquina, porque nunca tuve ninguna acción de Terra, ni una excusa para colgarme medallas con el siempre impertinente ya lo decía yo. Simplemente, es una negativa a aceptar que aquí no ha pasado nada.

Suscríbete a Cantabria Económica
Ver más

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Botón volver arriba
Escucha ahora