Albariño en el Valle de Villaverde

Pese a que barrios como Traslaviña, en Arcentales, evocan antiguos viñedos, hoy resulta chocante intentar producir vino blanco en el Valle de Villaverde cuando hace tanto tiempo que las las vides fueron sustituidas por el ganado. Pero todo pasa y algunas cosas vuelven. Bajan las vacas y la viticultura se perfila como una alternativa novedosa al despoblamiento rural. Al menos a Carlos Recio, ingeniero agrónomo de 36 años, le ha permitido volver a casa y retomar su vocación agrícola a través del autoempleo. “Aún no me gano la vida –reconoce– pero en un futuro lo haré”.
Antes de plantar 21.000 cepas de albariño y hondarrabi zuri en un terreno de casi ocho hectáreas, ha dedicado mucho tiempo y esfuerzo a analizar las condiciones de clima y suelo. El hecho de que sean similares a las gallegas, así como los gustos del mercado y los suyos propios, le han llevado a apostar por el albariño, “uno de los mejores vinos blancos del mundo”, dice.
La orientación sureste de la finca, ha jugado a su favor y el sol le va a permitir un nivel suficiente de azúcares para que la uva depare un nivel alcohólico de entre 11 y 13 grados. Por contra, la lluvia y la alta humedad le exigen estar más pendiente del viñedo y los costes de producción son más caros en Cantabria que en Galicia.
Tres años después de decidirse a afrontar esta aventura, el esfuerzo personal y económico que se ha visto obligado a realizar ha sido titánico. El grueso de la inversión lo ha destinado a la plantación: unos tres o cuatro millones de las antiguas pesetas por hectárea, sin incluir la maquinaria. Pero, lo más duro para el promotor es mantener el viñedo durante los cuatro años que no genera ingresos, tres de los cuales están dirigidos a obtener los primeros frutos y el último a comercializar la producción.
2006 es su cuarto año. La expectativa es recolectar el próximo septiembre de cinco a seis mil kilos de uva por hectárea. Aún se tardarán dos o tres años más para que la finca alcance una producción de ochenta a cien mil kilos de uva, el máximo posible.

Modernas técnicas de cultivo

El ingeniero agrónomo dice que “no basta con comprar la vid y plantarla”. Hay que dominar la variedad de la planta (parte aérea) y el patrón (subterránea) y escogerlos concienzudamente para que sean afines y, al tiempo, se adapten a la tipología del terreno.
El cultivo se ha hecho en espaldera, lo que concede a la vegetación el aspecto de un seto, ya que se adapta mejor a este tipo de viñedo que el parral o la estructura de vaso sin apoyos. La espaldera está formada por hileras de postes de madera y alambres de formación y sujeción, de acero inoxidable. Los materiales han sido elegidos para minimizar el impacto ambiental y aumentar la resistencia. Recio ha optado, además, por una altura de 2,5 metros, frente al 1,60 que tienen en la mayoría de los viñedos, para aumentar la superficie foliar expuesta al sol y, con ello, la calidad de la uva.
La acidez del suelo y sus carencias de fósforo o potasio se han corregido con un abonado a fondo y entre las calles se ha dejado un espacio libre suficiente para que pueda pasar la maquinaria y racionalizar los trabajos.
Todos estos esfuerzos en la selección de la vid y en el cultivo sirven para obtener un buen vino de cata pero no garantizan su éxito comercial, porque “la viticultura no es una actividad agrícola que produce cantidades sino valores añadidos” aduce Recio. Él está convencido de que sobran vinos y el consumo no está aumentando, por lo que el comprador busca en la botella aspectos que la diferencien, y uno de ellos es el territorio.
Su plantación va a producir un vino monovarietal de albariño, otro de mezcla que le aportará matices y, a medio plazo, un tercero fermentado en barrica, para buscar un nicho de mercado distinto, como ya se está haciendo en Galicia. Para ello, transformará la uva en su propia bodega, que quiere que sea “atractiva y tecnológicamente avanzada, pero con la viticultura tradicional como base”. Ya ha iniciado los trámites para conseguir las autorizaciones administrativas que necesita y está buscando financiación para acometer la fuerte inversión que eso requiere.
Carlos Recio recalca la importancia de las ayudas públicas a este tipo de iniciativas y dice haber percibido buena disposición por parte de la Consejería de Agricultura, que ha comenzado a asesorar a los emprendedores antes de la plantación. No hay muchos proyectos que puedan parecerse al suyo, pero las dos denominaciones de origen nacidas en los últimos tiempos –Vino de la Tierra de Liébana y Costa de Cantabria– apuntan al despertar de la cultura vinícola en la comunidad.

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