Un cierre anunciado

La industria de la semiconserva cántabra ha sufrido una baja notable, no tanto por el volumen de su producción como por la solera de la firma que ha decidido el cierre de sus instalaciones. Hijos de Carlos Albo, una gran empresa que dio sus primeros pasos en Santoña en 1869, ha puesto punto final a su presencia en la localidad que la vio nacer, y ha llegado a un acuerdo con los 55 empleados para indemnizarles o trasladarles a su central de Vigo.
La factoría santoñesa estaba compuesta por dos añejas naves construidas en 1925 en la zona donde se concentró la industria semiconservera hasta la creación del polígono de Las Marismas. A pesar de su importancia histórica, hace tiempo que su peso en la producción global del grupo era poco significativo. La planta santoñesa, dedicada a la elaboración de anchoa, apenas representaba el 8% de la fabricación de Albo, que cuenta con dos plantas más en Galicia (Vigo y Cillero) y otras dos en Asturias (Candás y Tapia de Casariego).
Al elaborar sólo bocarte de la costera, las instalaciones de Santoña no llegaban a tener tres meses de actividad al año y en esa tarea empleaban a medio centenar de trabajadores, la mayoría fijos-discontinuos. Precisamente, ha sido la ausencia de materia prima, ante los magros resultados de la última costera, el pretexto aducido por Albo para justificar el cierre.
En realidad, la trayectoria de la firma en Santoña, desde que las normas sanitarias de la Unión Europea forzaron el traslado de las viejas fábricas de anchoa al nuevo polígono, permitían presagiar este desenlace. En vez de levantar una planta moderna en el nuevo recinto industrial, como hicieron las otras anchoeras, Albo optó por continuar la fabricación en unas instalaciones anticuadas a las que el crecimiento urbano de Santoña inevitablemente iba a poner fecha de caducidad.
Desdeñar las generosas ayudas de la Unión Europea con las que se han construido las nuevas fábricas del sector ha podido ser un error de apreciación por parte de los gestores de Albo. Muchas firmas santoñesas se han dotado en estos últimos años de instalaciones de gran calidad, aprovechando que el 60% de su coste corría a cargo de los fondos IFOP. Aún sin costera, esas nuevas fábricas se han convertido en un activo valioso que empieza a llamar la atención de industriales foráneos de éste o de otro sector.
Albo no podrá ofrecer al mejor postor una nueva planta pero, en cualquier caso, no hará un mal negocio con la venta de los 9.000 m2 que ocupan sus naves en el frente marítimo de Santoña, un magnífico emplazamiento junto al nuevo puerto deportivo. Para esta zona del casco urbano ocupada históricamente por las conserveras y hoy bastante degradada, el Plan General de Urbanismo de Santoña prevé usos residenciales, turísticos y de ocio. Con ello, la villa podrá ganar unos 30.000 m2 en una zona que está llamada a convertirse en un referente de lujo, por su proximidad a la dársena deportiva y al paseo marítimo que se construye.

Suscríbete a Cantabria Económica
Ver más

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Botón volver arriba
Escucha ahora