El serrín cotiza al alza

Hasta fechas no muy lejanas, los restos de madera (serrín, astillas, cortezas, virutas, recortes, etc.) que se producen en los aserraderos y en las carpinterías, solían representar una carga para ese tipo de industrias. No sólo no obtenían ningún rendimiento económico por unos residuos que pueden llegar a representar hasta el 50% de la madera que entra en el aserradero, sino que se les planteaba el problema de como deshacerse de unos subproductos sin valor aparente.
Los fabricantes de tableros de aglomerado fueron los primeros en aprovechar las posibilidades que encerraban los restos de madera para transformarlos en la materia prima básica de muebles, suelos, puertas, mamparas, falsos techos, encofrados, etc. Pero ha sido la reciente puesta en funcionamiento de las centrales de energía que queman biomasa, es decir, productos forestales, lo que ha venido a multiplicar el valor de estos residuos, hasta el punto de que unos y otros –centrales de cogeneración y fabricantes de tableros– se disputan el destino final de estos restos de madera.
Escasez de residuos

Una de las máximas expresiones de la industria del reciclaje se encuentra en el sector de la madera, donde las fábricas de tableros aprovechan todas las virutas, serrines y recortes que se producen en nuestro país. Pero en España se da la paradoja de albergar una industria puntera en el mundo –la de fabricación de tableros, que mueve cada año más de un cuarto de billón de pesetas– siendo un país claramente deficitario en la producción de madera.
En el año 2000 se cortaron en nuestro país 15 millones de metros cúbicos de madera, la mitad de ellos en Galicia, y se produjeron tres millones de metros cúbicos de restos, mientras que las 22 fábricas de tableros que existen en España consumieron más de 5,5 millones de metros cúbicos de madera, procedente en un 74% de los subproductos. Esta carencia de materia prima para alimentar a una industria con una creciente demanda, está obligando a las fábricas a recurrir a la importación de astillas de Sudamérica y serrín de los países bálticos para poder cubrir sus necesidades.

Llegan las centrales de biomasa

En este escenario de insuficiencia de materia prima, la aparición de las centrales de cogeneración que se alimentan de biomasa, alentada por la Unión Europea, ha venido a enconar el problema, sobre todo porque además de disputar a los fabricantes de tableros los residuos de madera, disfrutan de subvenciones por orientarse a la producción de energía renovable.
Aunque en los dos últimos años el mercado ha estado abastecido por la madera procedente del arbolado derribado por el vendaval de 1999 que resultó catastrófico en la zona de las Landas (Francia) –cayeron más de 30 millones de metros cúbicos de madera–, los fabricantes de tableros son conscientes de la competencia que puede plantearles a corto plazo la existencia de este tipo de centrales, de las que ya se ha abierto una en Allariz (Orense), subvencionada por el Gobierno gallego. También se están poniendo en marcha iniciativas privadas y empresas tradicionales como Pastguren, fabricante de pasta de papel, han construido centrales de cogeneración a partir de biomasa.
Desde la Asociación que les agrupa –ANFTA– los fabricantes de tableros han lanzado una campaña oponiendo el reciclaje a la incineración y proponiendo una distinción entre restos de madera (subproductos de los aserraderos y de la fabricación de muebles, restos de aprovechamientos forestales, madera reciclada), y residuos (ramas finas de pino, restos de matorral, corteza, polvo de lijado). En opinión de los fabricantes, estos últimos serían los idóneos para su utilización como combustible en las centrales de biomasa, aunque reconocen que las centrales alimentadas con subproductos forestales no serían viables sin subvenciones que les permitiesen hacer frente al alto coste que supone la extracción de material de los bosques.
Además, los fabricantes de tableros argumentan que el reciclado es siempre una solución más ecológica que la incineración. Cada m3 de tablero aglomerado fija 648 kg de CO2 –el gas causante del efecto invernadero–, que sería liberado a la atmósfera en caso de que esa madera se quemase.
Desde la ANFTA se aboga también por la plantación de cultivos energéticos como fórmula para alimentar las centrales de biomasa a la vez que se ponen en valor terrenos de uso agrario abandonados. En Burgos se va a construir una central que aprovechará como combustible plantaciones de cardo. Por lo demás, los propios fabricantes reconocen que en la actualidad sobra producción de tablero en España y que somos un país claramente deficitario en energía, aunque exigen que a la hora de subvencionar a las centrales de cogeneración se tenga en cuenta el esfuerzo inversor realizado por la industria del tablero para aprovechar los restos de madera.

Un negocio emergente

Mientras se perfila esta confrontación, los propietarios forestales y productores de madera ven con cierto escepticismo el súbito interés mostrado por los fabricantes de tableros en los materiales de desecho. “Yo estoy sorprendido por el planteamiento de los fabricantes de que faltan restos de madera –señala el presidente de la Asociación de Empresarios de la Madera de Cantabria, José Sáiz– porque a veces ni regalándolos los podemos vender, así que no estoy de acuerdo en eso”. José Sáiz se queja también de la falta de una demanda sostenida por parte de los fabricantes, achacándola a una escasa planificación: “Cuando sobran los restos de madera los desprecian olímpicamente y se estropean, y cuando faltan se crean unos dientes de sierra increíbles, desfigurando el mercado totalmente. Yo creo”, concluye Sáiz, “que las empresas varían los precios con demasiada facilidad y deben empezar a pensar en estabilizarlos”.
En Cantabria se producen cada año cerca de 198.000 toneladas de restos de madera. La mayor cantidad procede de los aserraderos, que producen 160.000 toneladas de astillas, serrín y cortezas. Dependiendo de la calidad y el diámetro del tronco, de la madera que entra en el aserradero se aprovecha entre el 30% y el 55% para tablas destinadas a carpintería, construcción o embalaje; de un 25% a un 30% se convierte en astillas; la corteza representa entre un 8% y un 12% y el serrín varía desde un 8% a un 15%.
Los aserraderos de cierto tamaño son los únicos que tiene asegurada la venta de todos los subproductos que se generan en sus instalaciones. Las astillas y el serrín que producen se venden a las fábricas de tableros de Burgos y el País Vasco y el rendimiento de estos restos de madera puede llegar a suponer el 17% de la facturación total de la empresa.
Más complicado es rentabilizar los subproductos en las carpinterías y almacenes, a pesar de que en Cantabria producen cada año cerca de 20.000 toneladas de restos de madera. El problema es el coste del transporte, que en muchos casos hace inviable la recogida. Entre las más de 400 carpinterías que hay en Cantabria son mayoría las que se encuentran en pueblos pequeños de difícil acceso y en muchos casos, la producción de restos es muy variable en el tiempo, lo que dificulta la continuidad en el abastecimiento a las industrias de tableros.
Lo que no se recoge para la fabricación de aglomerados ni se consume como combustible, se lleva a vertederos, donde también se acumulan miles de palets desechados, que en Cantabria suponen cerca de 10.000 toneladas al año. En el 2000, el vertedero de El Mazo recuperó y vendió a los fabricantes nacionales de tableros más de 800 toneladas de palets triturados. Para lograr un aprovechamiento más elevado de estos residuos, sería preciso contar con una red de recogida y transporte que facilitara a los pequeños y medianos talleres y almacenes la recuperación de unos restos que antaño no tenían valor y que hoy son cada vez más apreciados

Suscríbete a Cantabria Económica
Ver más

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Botón volver arriba
Escucha ahora