LOS PRINCIPALES EPISODIOS ECONOMICOS DEL SIGLO XX

La atención del mundo sobre Oriente Medio hubiese sido muy distinta de no haberse producido una circunstancia muy concreta: el petróleo. Todo comenzó a mediados del siglo pasado al descubrirse nuevos yacimientos en el sur del Golfo Pérsico, concretamente en los territorios de los pequeños emiratos árabes y en Arabia Saudí. El otro hecho determinante fue el enorme aumento del consumo de energía en los países occidentales, especialmente en los EE UU.
Que el petróleo tomara ese status prominente tuvo consecuencias para todos, y no sólo sobre los países que dependían del combustible procedente de esa parte del mundo –EE UU, Gran Bretaña, Alemania y Japón– forzados a dar más cancha a los puntos de vista de los árabes en sus relaciones internacionales. También tuvo consecuencias para los propios países árabes, que vieron cómo su nivel de bienestar se incrementaba considerablemente en muy poco tiempo, con las consecuencias que este tipo de cosas suele tener.
El factor petróleo no fue visible aún en la Guerra de los Seis Días, de 1967, ni siquiera en la del Yom Kippur, de 1973, pero sí inmediatamente después, cuando Arabía Saudí anunció que iba a imponer restricciones a los países occidentales, lo que hizo tambalearse el apoyo tradicional hacia Israel y provocó que los precios se dispararan, dando lugar a uno de los cambios más notorios de las relaciones económicas internacionales de todo el siglo.

Las causas inmediatas
Uno de los desencadenantes de esta situación fue meramente casual y es que se rompió la Transarabian Pipeline, el oleoducto que comunicaba los principales pozos del Golfo Pérsico con el Mar Mediterráneo. Estuvo averiado varios meses y eso encareció el transporte marítimo un 20%.
Un factor previo fue la política de la OPEP de subir progresivamente los precios del petróleo, que desde 1971 hasta 1973 pasaron de 2$ por barril a 3,5$. No cabe olvidar tampoco, como factor coadyuvante, el considerable problema monetario internacional que había provocado la política económica americana y que había desembocado en varias devaluaciones del dólar.
A todo lo anterior se unió la contracción de las reservas de petróleo de EE UU. Los expertos, en un estudio que luego se ha demostrado poco exacto, lanzaron un mensaje catastrofista al afirmar que el país no tenía petróleo suficiente para asegurar el autoabastecimiento de 35 a 40 años, como se suponía hasta entonces, sino únicamente para 10 años. EE UU cambió su política, y optó por guardar sus propios recursos y convertirse en un demandante de petróleo, para ser más exactos, en el principal demandante del mundo.
Las grandes petroleras multinacionales aceptaron con cierta complacencia las alzas de los precios, ya que eso les venía muy bien para activar los yacimientos con mayor coste de explotación, localizados en Alaska y el Mar del Norte. En realidad, el negocio del petróleo estaba repartido entre unos pocos, las conocidas entonces como las Siete Hermanas, que no eran otras que las siete compañías petrolíferas más grandes del mudo: Standard Oil (Esso), Mobil, Gulf, Texaco, Standard Oil California, Anglo Iranian (BP) y Royal Dutch-Shell. Estas hermanas, que no eran precisamente de la caridad, habían llegado a un pacto al poco de finalizar la I Guerra Mundial para repartirse las fuentes de suministro y los mercados del petróleo, y en 1928 formalizaron un acuerdo de cartelización que duró veinte años.

Nuevo equilibrio
Para valorar mejor cómo pudieron influir estas circunstancias en la crisis del petróleo, conviene situarse en un contexto más amplio. Desde 1960, la producción se había ido incrementando a un ritmo anual de un 2,5%, pero no en todas partes por igual. En el continente africano, pasó de representar el 1% de la producción mundial al 10%, debido a los nuevos yacimientos aparecidos en Libia, Argelia y Nigeria. En Oriente Medio, por su parte, la producción pasó del 25% al 33%, por la mayor aportación de Irán, Arabia y los Emiratos Árabes. El petróleo extraído en el mundo se empezaba a concentrar en una zona muy pequeña.
En Canadá y EE UU pasaba justo lo contrario, pues el peso de producción cayó del 35% al 24%, y en América del Sur del 18% al 9%. En los países socialistas la situación se mantenía estable, lo cual les permitía, al menos inicialmente, quedar al margen de la crisis. Europa Occidental apenas aportaba a la producción mundial un ridículo 0,6%.
Paralelamente, se estaba produciendo un nuevo equilibrio mundial en el consumo energético, en realidad un nuevo desequilibrio, porque en 1970 el consumo de petróleo representaba el 42% de la energía primaria, y el gas natural el 20%. Es decir, que los hidrocarburos aportaban el 62%. El carbón representaba el 35% y el resto, o sea el 3% quedaba para la energía nuclear y otras fuentes. El papel tan preponderante que había adquirido el petróleo hacía el sistema económico altamente vulnerable.
Tampoco hay que olvidar que, en esa época, había unas previsiones muy optimistas sobre el alcance de la demanda, ya que antes de octubre de 1973 se decía que en treinta años el consumo petrolífero se multiplicaría por seis.
En semejante contexto, sólo faltaba la chispa que encendiera la mecha, y surgió el 16 de octubre cuando los países de la OPEP decidieron subir el precio del crudo de 3,5$ el barril a 5,5$ y avisaron que el mes de enero siguiente lo iban a subir todavía más, exactamente a 11$. Occidente lo interpretó como la represalia de los países árabes y de la OPEP contra el mundo industrializado por la ayuda a Israel en la guerra que había iniciado poco antes con Egipto.
Además de la subida de precios, se impuso un embargo a determinados países, como Holanda y EE UU, cuyo resultado fue una crisis que, diez años después, todavía duraba y que, por su gravedad, se ha comparado a veces con la vivida en los años 30.

Mas subidas
Después de las alzas de los precios en 1973 y 1974, hubo una leve estabilidad hasta 1978, cuando estaba ya en marcha la revolución que acabaría con el Sha de Persia. La OPEP otra vez subió los precios, aunque de forma escalonada, a lo largo de 1979.
Fuera por la revolución iraní o por otra causa, en abril de 1979 se llegó a un precio mínimo de 14,5$ barril. Pero lo peor para Occidente era que los productores quedaban en libertad para ponerlo a niveles superiores. Ya nadie lo pudo parar y la cotización spot –al contado– en el mercado libre de Rotterdam se situó a 34$ al mes siguiente. Tras bajar los niveles de producción, el precio oficial de la OPEP llegó a alcanzar el 1 de noviembre de 1981 los 34$, el nivel máximo de la época, y que no habíamos vuelto a ver hasta hoy.
El efecto de esta segunda subida fue demoledor. Los países consumidores, que ya parecían haberse recuperado del primer impacto, se encontraron con unas tremendas consecuencias en la demanda interna que afectaron, sobre todo, a los sectores que ya estaban en crisis, como la industria del automóvil, la siderúrgica, la construcción naval o el textil. En los países productores, las consecuencias fueron obviamente las contrarias; literalmente, no sabían qué hacer con tanto dinero y su reacción fue en un doble sentido: acelerar su crecimiento económico de una forma bastante improvisada y gastárselo en armas, especialmente Irán e Irak. Ese último recibió una ingente ayuda financiera de Arabia Saudí, Kuwait o los Emiratos árabes para luchar contra la revolución de Jomeini, con poco éxito. Para rematar la operación, Irán, como condición para acabar la guerra, solicitó reparaciones económicas, que también pagaron las monarquías del Golfo. Entre el petróleo que extrajeron y el dinero que enterraron, no puede decirse que hicieran un negocio demasiado bueno.

La AIE
Como todo tiene un límite en este mundo, ya en 1974 se produjo la primera respuesta de los consumidores en la Conferencia de Washington. Pensaron que, si los productores se reunían y formaban un cartel, ellos podrían hacer exactamente lo mismo. Así se creó la AEI o Agencia Internacional de la Energía.
Ese organismo no llegó a hacer nada hasta 1978, ante la desunión de los importadores, pero en 1979, con las nuevas subidas, los veinte países miembros decidieron reducir las compras, lo que unido a un aumento de la producción propia, provocó que el petróleo empezara a bajar.
En uno de esos vaivenes característicos de la economía del siglo XX, las decisiones de la AEI más el ahorro energético de los países consumidores y la incorporación de nuevos productores como México, Reino Unido, Noruega y Egipto (expulsado de la OPEP por firmar los acuerdos de Camp David) determinó que apareciesen excedentes de petróleo y cambiase la tendencia del mercado. Volvió el sosiego y el mundo quedó preparado para una nueva crisis.

Suscríbete a Cantabria Económica
Ver más

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Botón volver arriba
Escucha ahora