Madrugar después de la jubilación
“Mientras que en otras sociedades, como la norteamericana, nunca falta un asiento para los mayores en los consejos de administración, en España su lugar parece reservado al cuidado de los nietos”, denuncian desde Secot (Seniors para la Cooperación Técnica), una organización de mayores que presta gratuitamente su conocimiento y experiencia a quienes quieren echar a andar una empresa.
No todas las personas que siguen poniendo el despertador a diario para acudir a las oficinas de esta asociación, ubicadas en el Colegio de Ingenieros Industriales, lo hace por el mismo motivo, pero su objetivo sí es común: “No queremos estar inactivos”, dicen.
Cuando cumplió los 65, Ángel López Villegas, que en la actualidad ya tiene 78 años, dudó entre jubilarse o marcharse a Italia para colaborar en la puesta en marcha de una empresa como consultor, la profesión que ha desempeñado durante toda su vida: “Mi mujer ya tenía preparada la maleta”, dice. Pero, finalmente, ni lo uno ni lo otro: decidió sumarse a Secot, que acababa de abrir una delegación en Cantabria.
Este reinosano comenzó su carrera en la escuela de aprendices de La Naval, pero enseguida se dio cuenta del divorcio que existía entre el mundo académico y la práctica profesional y de lo alejados que estaban ambos. Así que, solo un año después de haber conseguido trabajo en la fábrica como oficial de segunda, se marchó para asesorar a industrias y federaciones de empresas en su forma de organización. Primero en Navarra, después en La Rioja. Volvió a Cantabria, a principios de los ochenta, donde colaboró en compañías ya extinguidas como Incasa o Promisa y se convirtió en todo un experto en exportaciones.
Su misión era estudiar los problemas de una empresa, ofrecer soluciones y dejarla funcionando a su marcha. En otras palabras, lo que sigue haciendo hoy en día con los jóvenes que se acercan para pedirle consejo. En el tiempo que lleva en Secot ha intervenido en la mitad de los proyectos que este colectivo ha asesorado, que son unos 700, de los cuales una de cada dos, aproximadamente, se ha convertido en nuevas empresas: “He ayudado a crear negocios, pero también he disuadido a muchas personas que sólo venían con fantasías y que podían arrastrar con ellas a sus familias”
Para que un jubilado colabore en Secot no hace falta tener un título universitario. Basta con tener experiencia laboral, sobre todo, si es en la gestión de empresas. Tampoco exigen nada a sus clientes, es decir, a los asesorados. Basta con que llamen por teléfono o envíen un correo electrónico para concertar una cita para exponer sus ideas empresariales: “La base es la conversación cara a cara y sin medias tintas. Después, nuestro olfato ya nos indica si estamos o no delante de un proyecto sólido y de una persona con voluntad de emprender”.
La confidencialidad del proceso es absoluta. Sin embargo, algunas personas temen sincerarse con los asesores, lo que atribuyen al carácter desconfiado de los cántabros: “Secot también puede asesorar a pequeños empresarios que ya están en activo, pero muchos no se atreven a dar este paso”.
Un trabajo sin sueldo
Todos los viernes por la mañana, Ángel comparte mesa y papeles con Juan Zamanillo, un físico electrónico de 63 años con amplios conocimientos de informática y una larga trayectoria profesional que inició en una empresa militar especializada en tecnología bélica, prosiguió en el antiguo Instituto Nacional de Industria (INI) y, finalmente, estuvo vinculada durante 27 años a Viesgo, compañía en la que fue responsable del departamento de sistemas de control de la energía y telecomunicaciones y del laboratorio electrotécnico.
Zamanillo pertenece a ese grupo de profesionales incansables que no ha parado, ni a sol ni a sombra, ni antes ni después de la jubilación. Mientras trabajaba en esta compañía eléctrica, ejercía como asesor técnico externo para empresas del sector de las telecomunicaciones y, por si fuera poco, daba clases en la Escuela de Telecomunicaciones de la Universidad de Cantabria.
Estas experiencias laborales son las que le permiten ahora dominar las relaciones humanas y la labor docente que, de alguna manera, implica el asesoramiento que realizan desde Secot. En los años que llevan colaborando, Angel y Juan han logrado un tándem casi perfecto, ya que mientras uno se encarga de los conocimientos empresariales, el otro los complementa con aspectos más técnicos. Zamanillo deja claro el objetivo que persiguen: “Tratamos de que los emprendedores se pongan las pilas para trabajar, porque ser empresario no tiene nada que ver con poner la mano”, dice en referencia a las subvenciones.
Son muy pocos los jubilados que, como ellos, siguen madrugando para ayudar a los demás. Algunos, porque ni siquiera saben que existe este camino. Otros, porque prefieren pasar el tiempo con sus familias después de haberles robado demasiado durante su vida laboral. El actual delegado de Secot en Cantabria, José Luis Ciria, considera que “es una pena que en este país lo que no se paga no vale, a diferencia de otros, donde se valora mucho más el voluntariado”. Y es que Angel, Juan y el resto de miembros de Secot no reciben ningún tipo de remuneración por su cualificada ayuda.
Estudiante a los 80
Hay personas en las que se desdibuja la frontera entre la vida laboral activa y la que comienza después de la jubilación porque en ningún momento han abandonado el barco. Es el caso del abogado y experto en urbanismo Manuel Pardo Castillo que, a punto de cumplir ochenta años, sigue acudiendo de vez en cuando al despacho, hoy dirigido por sus hijos, y acaba de matricularse en la universidad: “Tengo que conservar la mente”, dice.
Por la mañana, sigue echando una mano en el despacho, con clientes de toda la vida a los que no quiere dejar de atender. Por la tarde se acerca hasta la Escuela de Náutica para asistir a las clases del nuevo programa para seniors puesto en marcha por la Universidad de Cantabria. Dice que le atraen las temáticas de estudio y los docentes que la imparten –se ha matriculado en Historia de la Música, Religiones Monoteístas, Ciencias del Mundo Actual e Historia de la Literatura Universal– pero no le importan tanto los resultados académicos: “No pretendo sacar matrícula”, bromea.
Lo que más le motiva de su regreso a la Universidad es el carácter abierto de estos cursos y la convivencia con otras personas, sobre todo, “con los más jóvenes”. Y es que Pardo Castillo supera en tres décadas a los alumnos de menor edad, que acaban de cumplir los cincuenta. El horario tampoco le parece un inconveniente puesto que puede acudir a clase a media tarde, sin prescindir de las comidas fuera de casa o de las siestas.
Por definición, este jurista torrelaveguense se emplea a fondo en todo lo que hace. Lleva 55 años en el ejercicio de su profesión, lo que le convierte en uno de los abogados más veteranos de Cantabria, en política ha sido Vicepresidente de Cantabria, ha sido premio extraordinario del Ministerio de Vivienda por su dedicación al derecho urbanístico y en el deporte llegó a ser campeón ibérico de triple salto, una faceta desconocida para muchos.
Volver a empezar
Un reciente informe publicado por el grupo Adecco acaba de desmontar la creencia de que los mayores de 50 años tienen más dificultades para recolocarse. Esta agencia de trabajo temporal mantiene que los jóvenes y los seniors, a priori los que más sufrían a la hora de conseguir un nuevo empleo son, en la práctica, los que menos tardan en hacerlo, al menos en aquellos casos en que la empresa que realiza un ERE pone en marcha un programa de recolocación.
Para que puedan mantener su nivel de ingresos y seguir contribuyendo con el sistema de pensiones, las organizaciones de mayores piden que se flexibilice la edad de jubilación. No obstante, las prejubilaciones forzadas, cada vez más habituales en las empresas para reducir plantilla y costes laborales, se han convertido en la principal amenaza para los profesionales que han llegado a cierta edad.
Entre quienes no se resisten a abandonar para siempre la vida laboral hay un último grupo, quizá el más atrevido, que decide montar otra empresa para ver cumplidos sueños que no tuvieron la oportunidad de realizar o, simplemente, para tener una segunda oportunidad.
Detrás de todas estas personas que trascienden el límite temporal que marca la jubilación hay un depósito de experiencias, conocimientos y madurez que no debería ser desaprovechado por el mundo de la empresa.