El refugio de los surferos

En lo alto de Somo se alza un edificio de piedra de dos plantas, convertido en alojamiento hostelero. Es La Casa del Surf. Está situada a unos doscientos cincuenta metros de la playa de Somo y desde ella se puede contemplar un espectacular paisaje de la bahía de Santander. El edificio fue construido en los años inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra Mundial por un cónsul alemán, asilado político y residente en Santander, para alojar en él, según aún se cuenta en el pueblo, a una amante filipina. La pareja no tuvo descendencia, así que, tras su muerte, acaecida hace ya varias décadas, la casa se convirtió en un taller de cerámica donde varias generaciones aprendieron a modelar el barro.
En el año 2004, el matrimonio formado por Pilar Sánchez y Ángel Luengos compró la escuelas de cerámica, una de las más conocidas de Ribamontán del Mar, para convertirla en un alojamiento hostelero. Lo inauguraron en julio de 2006, después de hacer ellos mismos las obras: «Entre mi mujer, mi padre y yo lo hicimos todo, menos la fontanería, que de eso no sabemos nada”, explica Ángel. “En cuanto nos dieron la licencia, desmontamos el taller de cerámica y construimos este hotel. Lo único que respetamos fue la fachada. En un año de trabajo hicimos las habitaciones, con su baño, la cocina, el bar, el jardín…».
Trabajando como únicos empleados del hotel, el matrimonio ha logrado, con el paso del tiempo, aunar su devoción por el surf con una actividad laboral que les permite ganarse el pan de cada día. Y todo ello gracias al conocimiento que han alcanzado las olas de Somo entre los surferos: «Nosotros somos de Madrid pero hará ya más de 15 años que empecé a venir a la playa de Somo para coger olas”, recuerda Ángel. “En aquella época éramos cuatro gatos los que hacíamos surf. Ahora, sin embargo, viene muchísima, muchísima gente. Estamos viviendo un boom de este deporte».

Un hotel temático

Ángel Luengos y Pilar Sánchez, cuyo domicilio está situado en el mismo establecimiento, diseñaron un hotel donde todo está relacionado con el surf: los cuadros, las fotografías, las revistas e, incluso, la programación del televisor situado en el bar, recuerdan constantemente que hasta las playas de Somo y Loredo acuden cientos de personas para practicar el surf. Y entre esos visitantes cada vez hay más chicas, algo que sorprende en un deporte que hasta hace muy poco tiempo parecía reservado exclusivamente paran los hombres. Según Ángel Luengos, «las mujeres son ya casi el 50% de los surfistas, por lo menos en lo que se refiere a estas playas. En nuestro establecimiento ya no llama la atención que un grupo de amigas reserven habitaciones para pasarse un fin de semana o una semana entera cogiendo olas en la playa».

Paquetes de surf

En colaboración con la Escuela Cántabra de Surf, situada junto a la playa de Somo, La Casa del Surf ofrece paquetes vacacionales para que los surfistas, además de aprender a deslizarse sobre las olas, tengan un lugar donde pernoctar o donde reunirse y comentar las peripecias del día mientras disfrutan de las pizzas, las ensaladas, las tortillas o los bocadillos que se sirven en el bar y en el amplio jardín que lo rodea.
Cada una de las ocho habitaciones dobles del hotel tiene una decoración diferente y son frecuentadas, fundamentalmente, por catalanes y madrileños, seguidos por los vascos. En su mayoría llegan en el período estival, aunque tampoco faltan en los fines de semana y en los puentes festivos. No sólo hay surfistas, también hay quien acude para practicar el senderismo, la vela, la pesca o el golf en el cercano campo de Pedreña.
El perfil de la clientela podría situarse entre los 25 y los 35 años, aunque en invierno, es frecuente que personas de una edad más avanzada pasen su tiempo libre en este antiguo caserón de piedra.
El establecimiento colabora en los campeonatos y certámenes que organiza la Escuela Cántabra de Surf y en él se realizan, por ejemplo, las entregas de premios.
Tanto uno como otro se benefician de una publicidad conjunta, que se sirve de Internet para darse a conocer dentro y fuera del país. Esta colaboración les ha permitido atraer a muchachos de otros países que quieren conocer las olas del Cantábrico: «Los italianos, curiosamente, acuden mucho a esta playa para hacer surf –comenta Ángel Luengos– no porque ellos no tengan playas, sino porque nosotros tenemos más y mejores olas para la práctica de este deporte”. “Supongo –añade– que también influyen los vuelos baratos de Ryanair».
Fueron los franceses los que, hace ya muchos años, iniciaron el turismo relacionado con el surf en las playas de nuestro litoral, pero ahora no resulta extraño encontrarse con que el hotel esté íntegramente ocupado por italianos.

Color en las calles

La Casa del Surf también organiza, de cuando en cuando, fiestas en su amplio jardín y conciertos de cantautores o de pequeños grupos de pop-rock. En una de las paredes del local se puede apreciar a un joven Jorge Drexler –el famoso cantante uruguayo– cantando junto a un grupo de amigos, en el bar de este establecimiento. En el invierno, la actividad nocturna se reduce, entre trago y trago, a las tertulias en el bar o a la contemplación de documentales relacionados con el surf.
«El surf ha dado una vitalidad tremenda a esta comarca, admite Angel Luengos; vitalidad de la que todos nos estamos beneficiando». El turismo familiar –en su mayoría, procedente del País Vasco, Valladolid, Palencia, Salamanca y Madrid– que desde años da vida a los pueblos de Ribamontán del Mar, está siendo complementado por otro turismo más joven y colorista que le da una nueva fisonomía a las calles, comercios, restaurantes, tiendas y bares nocturnos.
La masiva llegada, durante el verano, de muchachos y muchachas que desean aprender o practicar el surf en las playas de Somo y Loredo ha movido a los comercios a adecuarse a la nueva demanda. En palabras de Ángel Luengos, «ha significado nuevos ingresos para todos los que trabajamos en este municipio. Nosotros, por ejemplo, desde que hace tres años abrimos el hotel, vamos creciendo; despacio, eso sí, pero vamos creciendo».
Teniendo siempre muy en cuenta la variable meteorología del Cantábrico –el pasado invierno, por ejemplo, resultó muy perjudicial por la persistencia de la lluvia y de los fuertes vientos del noroeste– durante los fines de semana de todo el año puede verse a los practicantes de este deporte paseando, almorzando, tomando cervezas o haciendo sus compras en los establecimientos comerciales del municipio. «Cada vez es más corriente que, durante el invierno, un grupo de amigos o de amigas nos reserve cuatro o cinco días para hacer surf en la playa. Espero que la racha dure y que este invierno no resulte tan despiadado como el anterior», suspira Ángel. Así sea.

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