La cantera de Alemania aprende en Cantabria

Diez licenciados alemanes llevan algunos meses integrados en otras tantas empresas cántabras. Su objetivo inicial era aprender castellano. Después de cuatro meses de clases, muchos de ellos, que no tenían ningún conocimiento previo de nuestro idioma, se defendían razonablemente bien con él. Ahora, además del castellano, desarrollan sus profesiones inmersos en un medio laboral muy distinto al de su país. No sólo han de hablar diferente, sino que también se han visto obligados a pensar distinto y la experiencia es doblemente positiva para ellos.
Katharina Klaussner es una de las estudiantes del proyecto de formación Perspectivas Europeas, organizado por el Estado Federal de Berlín por primera vez en Santander. Los berlineses que forman parte de este programa permanecerán diez meses en Santander con el objetivo adquirir experiencia práctica y reunir conocimientos sobre otras maneras de trabajar.
Katharina estudió secretariado en la capital alemana y vino a Santander para aprender castellano en el Centro de Estudios Universitarios. En enero, cuando llegó a la capital cántabra no conocía más palabras españolas que las que sabe cualquier alemán: tortilla, paella y sangría. Tras cuatro meses de inmersión en el nuevo idioma, inició unas prácticas de medio año en una empresa santanderina que organiza transportes marítimos, donde ya se desenvuelve en castellano con toda naturalidad. Katharina sabe que el aprendizaje de español puede enriquecer su perfil profesional, ya que aspira a obtener el título de secretaria europea.
Los alemanes coinciden en que la vida en España parece más humanizada, incluso en el aspecto profesional: “Los españoles se toman el trabajo en serio y trabajan muchas horas, pero las relaciones y el ambiente de trabajo son más agradables. Siempre hay una sonrisa en los labios y todo es mucho más relajado”, dice Katharina. Quien les oiga podría suponer que en nuestro país no han cambiado mucho las cosas desde Larra: “Aquí todo puede ser para mañana, la gente es comprensiva y te dice que no te preocupes… Es mucho más llevadero”.
El prototipo de jefe autoritario alemán no se ajusta a la realidad española, lo que sorprende a los jóvenes alemanes, al igual que el tratamiento generalizado del tú en las relaciones entre el personal de diferentes escalafones.
Repartidos por distintas empresas como el Hotel Real, Ediciones del Norte, Fraile y Blanco o el Puerto de Santander destacan que las relaciones laborales son más familiares y se valora la cooperación y el trabajo en equipo. En su opinión, parece que los españoles viven y trabajan con la convicción de que “es importante hacer carrera en la empresa, pero es más importante todavía estar a gusto”.
Jan Schneemann, un compañero de Katharina, trabaja como diseñador en una agencia de publicidad santanderina. Destaca que puede participar en proyectos publicitarios y no sólo llevar los cafés o sacar fotocopias como resulta muy frecuente al hacer prácticas similares en Alemania. Jan ha colaborado en la campaña de promoción Carpa Ambiental organizada por la Consejería de Medio Ambiente de Cantabria y ha diseñado algunos carteles publicitarios.
Jan, Katharina y el resto de sus compañeros han tenido que acostumbrarse a los horarios laborales españoles que incluyen dos o tres horas de interrupción al mediodía para comer o dormir la siesta. Algo que en Alemania sería impensable. En general, la vida española, al menos, en una provincia como Santander, tiene un ritmo distinto: “Todo tiene lugar mucho más tarde, desde las jornadas de trabajo hasta las horas de comer”. Este ambiente es más propio de los países del sur. En cambio, y en contra de los clichés, el grupo ha constatado con una sonrisa que los españoles son puntuales, a veces incluso más que los propios alemanes.
Los estudiantes germanos están contentos de que su proyecto se desarrolle en Santander, porque los santanderinos hablan correctamente el castellano y no tienen acentos que obstaculicen el aprendizaje o la comprensión.
Santander tiene otra ventaja para quien viene de una gran ciudad como Berlín, constata Jan: “La gente se interesa más por los extranjeros, es más abierta y tiene más paciencia, lo que hace más fácil conocer a alguien y tropezar después con ellos.” Al tratarse de una ciudad universitaria es igualmente fácil conocer gente de otros países y formarse una idea, también, de la vida italiana, francesa, belga, inglesa, brasileña…
El hecho de que este grupo proceda de Berlín, una ciudad cosmopolita y en cierta medida atípica dentro de la propia Alemania, probablemente reduce las distancias culturales y laborales, que hubiesen sido aún mayores de haber sido bávaros. También por el hecho de que las nuevas generaciones ya no se sienten representadas en la expresión “cabeza cuadrada” atribuida a los alemanes que, no obstante, reconocen que puede ser indicativa de una forma de pensar y actuar de las generaciones anteriores.

Un trampolín para la carrera

Vivir diez meses en el extranjero va a fortalecer su personalidad y la confianza en sí mismos. Jóvenes que vienen de otro país, demuestran con esta decisión capacidad de iniciativa, movilidad y compromiso. Tres valores decisivos para una empresa moderna que, además, necesita los idiomas como una herramienta de trabajo más. El Mercado Único Europeo y la propia globalización han multiplicado los contactos entre empresas de distintos países y han abierto las puertas a los profesionales que puedan demostrar conocimientos de varios idiomas y culturas.
Los jóvenes son conscientes de que las prácticas en el extranjeros son un trampolín y en cuanto acaban sus carreras aprovechan para acumular experiencias en otros países. El destino preferido de los alemanes es Australia, cuando quieren aprender inglés; España y Latinoamérica si optan por el español y Portugal y Brasil, para el idioma luso. Curiosamente, son muy pocos los que se interesan por aprender el francés, quizá porque ha dejado de ser un idioma comercial.
Lengua oficial en más de veinte países, con unos 350 millones de hablantes, los conocimientos de castellano son una garantía de trabajo para los alemanes. Multinacionales con fábricas en muchos países, empresas comerciales, medios de comunicación, agencias de viajes… todos necesitan profesionales que conozcan el castellano. No debiera de extrañar, puesto que en el caso de Cantabria, Alemania es su primer socio comercial, con una enorme distancia con respecto a cualquier otro y varias de sus multinacionales tienen fábricas en la región, como Bosch, Siemens, Bippus, Mercedes-Chrysler, Edscha, Lidl…

España, el país más demandado

Hablar más de un idioma se convierte en casi obligatorio para las nuevas generaciones. Por eso en el curso pasado, 25.511 estudiantes aprovecharon el programa comunitario Erasmus para estudiar algunos meses en España y, al tiempo, aprender el idioma. La Universidad de Cantabria tiene 165 acuerdos de intercambio con universidades europeas y cada año pasan por Santander más de mil quinientos estudiantes extranjeros, entre los cursos de la Universidad de Cantabria y los de la UIMP.
Alemania también es un importante receptor de alumnos becados por el programa Erasmus, pero tiene un éxito algo menor, ya que fue elegida en el último curso por 17.273. Sea por el idioma o por el atractivo turístico del país, con su fama jaranera y festiva incluida, España es el mayor receptor de estudiantes extranjeros de toda la UE, seguida de Francia, Alemania y Gran Bretaña. Italia, a pesar de tener características semejantes, apenas recibe la mitad de peticiones que España, lo cual ratifica la buena imagen que hoy tiene este país entre los universitarios extranjeros.

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