Hacia un nuevo modelo de atención psiquiátrica

Aunque acapare las portadas, la obra de remodelación de Valdecilla no es la única que se realiza en el sistema hospitalario de Santander. De manera casi inadvertida, el Padre Menni, el segundo centro sanitario de Cantabria por número de camas, y el único –junto al de Parayas–, en ocuparse de las enfermedades mentales, está llevando a cabo una completa modernización de sus instalaciones.
Una obra muy compleja, por la necesidad de hacerla compatible con el funcionamiento normal del centro, que se va a abordar en siete fases y que cuando concluya, allá por 2019, habrá supuesto una inversión superior a los veinte millones de euros. Un esfuerzo de una magnitud impensable en un centro de carácter privado, que solo se explica por la fortaleza económica de la congregación a la que pertenece, las Hermanas Hospitalarias, y por la decisión de adaptarse a un nuevo modelo asistencial más adecuado para este tipo de pacientes, aunque no se haya reflejado aún en la normativa pública, que va muy por detrás de lo que las enfermedades mentales necesitan.

Un salto de época

Nada explica mejor la radical transformación que está experimentando el centro que la comparación entre la vieja fachada de ladrillos de los pabellones levantados en los años cincuenta y la estética hospitalaria de lo que se está construyendo sobre ellos. Porque, tras esta remodelación integral, salvo la estructura, será un hospital enteramente nuevo.
Este cambio de imagen se corresponde con un cambio de modelo asistencial. El diseño de los psiquiátricos de mediados del pasado siglo se basaba en grandes pabellones, en los que se acumulaba una gran cantidad de pacientes y donde las habitaciones y las salas comunes estaban situadas en plantas diferentes. En el nuevo modelo se tiende a unidades más pequeñas, que faciliten la convivencia entre pacientes y que aproximen a los usuarios a las áreas comunes (salas de estar, comedores, talleres ocupacionales) y a los espacios dedicados a la atención médica.
El cambio de concepto provocará una pequeña disminución en el número de camas –ahora son 400– pero deparará una mejora en el espacio de las habitaciones y en el de las zonas comunes. El paciente ganará en confortabilidad y en calidad de atención asistencial, porque al ser menos los ocupantes de cada unidad se favorecerá la homogeneidad de cada grupo de pacientes.
En Padre Menni se tratan dolencias mentales muy diversas y complejas, que pueden agruparse en tres grandes apartados: psiquiatría, psicogeriatría y discapacidad intelectual, atendidos en unidades diferenciadas, también por el tiempo de estancia. En el caso de pacientes crónicos, por ejemplo, no es lo mismo convivir con 17 personas que con 70, que es la capacidad de los antiguos pabellones tal como fueron diseñados originalmente.
En las nuevas unidades asistenciales no habrá más de 18 o de 22 pacientes y tanto las habitaciones como las salas comunes estarán en la misma planta; un esquema que se repetirá en cada una de las tres alturas con que cuentan los pabellones que están siendo reconvertidos.
Para implantar este nuevo modelo no es suficiente con reorganizar la amplia superficie del complejo (28.000 m2), sino que está previsto construir otro ala de 2.000 m2 en la tercera fase de las obras, que se iniciará en marzo.
Los cambios que se han producido en el campo de la salud mental también han tenido su reflejo en los servicios que presta el centro. A las tres grandes áreas mencionadas se han ido añadiendo otras líneas de trabajo, como las que se ocupan del daño cerebral o la rehabilitación psicosocial ambulatoria. Padre Menni cuenta con otros dos centros de rehabilitación, ubicados en Santander y Torrelavega, que suman 140 plazas, y 57 plazas más repartidas en dos centros de día psicogeriátricos, uno en la capital cántabra y otro en Los Corrales de Buelna.

Una zona de sombra

La necesidad de adoptar un nuevo modelo asistencial y adaptarse a los cambios en la normativa para poder concertar plazas con la Administración estaba en la mente de la Congregación desde hace años. En este tiempo se han barajado varios proyectos, desde el que apuntaba a un traslado del hospital a otra zona más alejada de un ámbito urbano que ha acabado por rodearlo, al que planteaba el derribo y la reconstrucción en la misma finca pero un poco más retirado. Finalmente, prevaleció la idea de reconstruir el hospital sobre la estructura que ocupaban los viejos pabellones. Pero incluso ese proyecto, que se concretó en 2007, ha tardado en ponerse en ejecución.
El motivo del retraso no ha sido otro que la inexistencia de una normativa de acreditación adecuada a las necesidades de lo que es un centro psiquiátrico, porque la única reglamentación aplicable es la que regula los geriátricos. “Lo que nos ha retrasado el inicio de las obras es no tener respuesta de la Administración sobre en qué sentido debíamos remodelar el Centro”, justifica el director del Padre Menni, Carlos Pajares.
Aunque la Consejería de Sanidad ha prometido solucionar esa disfunción y trabaja, además, en la elaboración de un Plan de Salud Mental, la primera fase de las obras se ha tenido que hacer conforme a la normativa todavía vigente. Esto ha dado lugar a que, por ejemplo, las habitaciones deban contar con elementos de mobiliario que están contraindicados para pacientes con enfermedades mentales, pero que, en cambio, sí tienen sentido para los residentes de un geriátrico. Es el caso de los escritorios, los espejos en el baño, las luminarias o las pantallas de televisión.
“La segunda fase –señala Carlos Pajares– la hemos tenido que comenzar presentando un proyecto que cumple con la normativa actual, pero con la expectativa de que, en el transcurso del año haya una modificación que nos pueda facilitar hacer una obra de acuerdo a las necesidades que tenemos”.
La inseguridad jurídica que supone reconstruir un hospital psiquiátrico siguiendo las pautas y los requisitos pensados para otro tipo de centros sería, para cualquier empresa privada, un argumento suficiente como para no embarcarse en una inversión tan elevada como la que ha planteado el Padre Menni.
Sin embargo, la Congregación no ha querido diferir más el inicio de unas obras que han venido precedidas por otras de menor calado, como la mejora de las condiciones de prevención contra incendios, de evacuación y de accesibilidad del edificio. Unas adaptaciones en las que invirtió cerca de dos millones de euros en 2010 y que fueron seguidas tres años después por la remodelación integral de las cocinas, con otro millón de euros de inversión. Si añadimos estas cifras al presupuesto que se maneja para el nuevo hospital, el desembolso de las Hermanas Hospitalarias se aproximará a los 24 millones de euros. Una cantidad que solo está al alcance de organizaciones como esta Congregación, el segundo grupo sanitario de carácter confesional de España, tras los Hermanos de San Juan de Dios, tanto por número de hospitales como de camas, y que ha llegado a tener presencia en 27 países.

Atender nuevas necesidades

Los servicios que presta el Padre Menni lo han convertido en el centro de referencia en Cantabria para la Administración pública y para entidades privadas. Casi el 80% de los recursos que ingresa provienen, vía concierto, de la derivación de pacientes del Servicio Cántabro de Salud (con el que tienen concertadas 30 camas) y sobre todo del ICASS (Instituto Cántabro de Servicios Sociales), con 318 camas.
Que los pacientes provengan del ámbito sanitario o de los servicios sociales tiene distintas consecuencias para las arcas públicas, porque estos últimos están sujetos a un copago, mientras que la atención sanitaria es gratuita. De ahí que en el viaje del paciente desde Valdecilla a Padre Menni la plaza pase, en muchos casos, de sanitaria a social.
En el ámbito privado, el Centro también tiene acuerdos con el Igualatorio Médico y con la práctica totalidad de las mutuas de accidentes de trabajo, para las que controla las contingencias por cuestiones de salud mental.
El tamaño de este centro sanitario exige una plantilla de unas 300 personas, entre empleos directos e indirectos. Podrían ser menos si se limitase a aplicar a rajatabla la normativa de acreditación, pero son necesarias por el perfil de los pacientes ingresados. Con esa desfasada norma, no harían falta tantos médicos en la plantilla y bastaría con 90 auxiliares de enfermería en vez de los 160 con que cuenta.
Con la radical transformación que va a sufrir el centro podrá abordar también las necesidades de atención a la salud mental que van surgiendo, como la hospitalización de niños y de jóvenes, para los que no existen camas en Cantabria y que están siendo derivados a otras comunidades. En los niños, la prevalencia de enfermedad mental es muy pequeña y apenas se presentan media docena de casos al año, pero los cuadros psicóticos, las alteraciones de conducta, los trastornos alimentarios, los intentos de suicidio o el consumo de tóxicos sí se dan más en la adolescencia y esas necesidades hospitalarias no están suficientemente cubiertas. Los responsables de Padre Menni creen que las obras en marcha son una ocasión inmejorable para abordarlas y para atender cualquier otra necesidad para la que se le requiera desde el sector público. En la actualidad, aunque el nivel de ocupación es muy alto, el hospital puede dar respuesta a la petición de una cama en menos de dos días.
Mientras tanto, la transformación del Padre Menni continúa su curso con una discreción que responde a la ubicación en una zona residencial y que también refleja cómo afronta la sociedad las enfermedades mentales, mirando de soslayo o, directamente, ignorándolas.
La Congregación opina que tan necesario como modernizar las instalaciones es hacer visible la enfermedad mental como una patología más, sin los prejuicios o los estigmas que siempre la han acompañado.

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