La región con más ayudas y menos niños

Los incentivos económicos son para fomentar la natalidad o, simplemente, para que los padres puedan afrontar los primeros gastos con un poco más de holgura? Si se establecen para aumentar los nacimientos, caben serias dudas sobre su eficacia. Pero, por supuesto que alivian los gastos en pañales, leches maternizadas, guarderías y ese largo etcétera de dispendios que se acumulan en la canastilla de cualquier recién nacido. Sobre todo en Cantabria, la comunidad más generosa en las subvenciones. Sólo a través de la paga autonómica ‘de los 100 euros’, desde 2003 ha concedido más de 72 millones a 27.700 madres, todas aquellas que han tenido hijos y cuya declaración de renta familiar no supera los 72.000 euros anuales, circunstancia que excluye a muy pocas.
Como en este terreno las ayudas pueden ser acumulativas, los niños que nazcan en Cantabria traerán debajo del brazo los 2.500 euros del Estado, más los 100 euros mensuales concedidos por el Gobierno regional por cada menor de tres años –ampliable hasta seis en el caso de familias numerosas o minusvalías–, más otros 100 del Ejecutivo central para madres trabajadoras. En total, casi 10.000 euros, una cantidad muy significativa en un país que, a pesar de su defensa a ultranza de la familia, durante décadas la premió con una ridícula cantidad de unos cientos de pesetas.
No obstante, en esa época nacían muchos niños y en ésta muy pocos, lo que indica que no es cuestión de dinero. En Cantabria resulta evidente. A pesar de que el índice de natalidad de los emigrantes duplica al de los nativos, la región sigue mantenimiento unas tasas bajísimas (1,19 nacimientos por cada mil personas), la mitad de la necesaria para la reposición de la especie, es decir para evitar que mueran más de los que nacen. Eso debería conducir a una rápida pérdida de población y, si no se ha producido ya, es por la creciente llegada de personas foráneas, que compensan este desequilibrio.
La paradoja de que la región con más ayudas sea también la de más baja natalidad del país –si se exceptúa Asturias donde el problema de envejecimiento es aún más grave–, conduce a pensar que tampoco los 2.500 euros decididos por Zapatero van a dar un resultado efectivo.
Los movimientos sociológicos tienen raíces mucho más profundas, como un cambio cultural con respecto al matrimonio o al número de hijos que desean las parejas y factores añadidos como la facilidad para encontrar trabajo o vivienda. No obstante, en esta tómbola de las subvenciones y dado que el PP ha dejado entrever que los 3.000 euros por cada recién nacido que había prometido en su campaña electoral podrían llegar a ser también compatibles con los que ahora ha aprobado el Gobierno Zapatero (no se sabe muy bien por qué), puede que estemos a las puertas de un nuevo baby boom, el de los hijos de quienes protagonizaron el anterior que, por el momento, han sido extraordinariamente remisos a reproducir las pautas reproductivas de sus padres.

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