Los hoteles aprovechan la avalancha turística para disparar los precios
Ni siquiera la fuerte competencia de las viviendas turísticas frena el encarecimiento
Los hoteles llevan cuatro años de récords sucesivos de ocupación, a pesar de que en Santander las viviendas turísticas ya les duplican en plazas de alojamiento, y esa competencias se nota, sobre todo, en los establecimientos de dos y tres estrellas. Desde la primavera de 2021, sus precios acumulan una subida en España de un 56,8%; los apartamentos un 37%, las casas rurales algo menos de un 30% y los campings un 11%. El IPC en este tiempo ha crecido un 18,6%.

Aunque los visitantes se reparten a lo largo del año, es casi inevitable que en la temporada alta coincida un gran número, a los que hay que añadir los españoles que se desplazan en esas fechas a las zonas turísticas, y eso da lugar a las circunstancias perfectas para que se disparen los precios.
De las 363,5 millones de pernoctaciones que vendieron los hoteles españoles el año pasado, solo un tercio (121,9 millones) fueron contratados por ciudadanos del país, pero en Cantabria la proporción es la inversa: el año pasado el sector facturó 2,85 millones de pernoctaciones, de las que solo 659.249 (un 23%) fueron realizadas por clientes extranjeros. Puede parecer una proporción escasa, pero hay que tener en cuenta que hasta hace pocos años su aportación no pasaba del 15%.
Basta repasar las cuentas de los hoteles cántabros para comprobar que han aprovechado esta fuerte demanda y en los últimos años han obtenido rendimientos muy saneados, en algunos casos superiores al 30%. Pero el reparto no es homogéneo, porque los porcentajes de ocupación bajan bruscamente fuera de Santander y muchos hoteles rurales sobreviven más por el sobreesfuerzo de sus propietarios que por la rentabilidad del negocio.

Esa dualidad se comprueba en la evolución de sus precios y en el rendimiento por habitación. En España, el Índice de Precios Hoteleros (IPH), que elabora cada mes el Instituto Nacional de Estadística a partir de las respuestas de los propios establecimientos alcanzó en abril un techo histórico. En ese momento los hoteles españoles eran un 56,8% más caros que en la misma fecha de 2021.
En Cantabria, los movimientos del mercado llegan con cierto retraso. Hasta bien entrado 2017, los hoteles locales no consiguieron recuperar las tarifas medias que tenían en 2008, mientras que en el conjunto del país eso había ocurrido ya en la primavera de 2015. Ni siquiera vale como consuelo el aforismo de ‘lento pero seguro’, porque al año siguiente, en Cantabria volvieron a bajar un 3% los precios medios. Para entonces (2018), en España las tarifas hoteleras ya estaban un 19% por encima de las que se pagaban al comienzo de la gran crisis, diez años antes. En Cantabria solo habían subido un 0,95%.

El encarecimiento de Santander se ha producido a pesar de la enorme presión de las viviendas de uso turístico, lo que indica que la avalancha de visitantes es suficiente para llenarlo casi todo, al menos en verano. La capital cántabra es una de las diez ciudades españolas que tiene más plazas de pisos turísticos (5.452) que hoteleras, (4.814) y, si el nuevo decreto que obliga al registro de todas las viviendas turísticas no cambia la tendencia, esa diferencia cada vez será mayor, porque la oferta de viviendas vacacionales en Santander añadió el pasado año 780 nuevas plazas, frente a las 469 del sector hotelero.
Todo apunta a que los precios mantendrán la misma tendencia este verano. Quince días antes, contratar una habitación doble en un hotel céntrico para el 25 de julio podía llegar a costar 999 euros a través del portal Booking.com, aunque el estándar en los hoteles de 3 a 5 estrellas estaba entre 400 y 600 euros. Para el tercer fin de semana de agosto, como se puede ver en la foto que acompaña esta información, dos noches oscilan entre los 550 y 750 euros, cuantías que irán elevándose a medida que se acerque la fecha o que se vayan agotando las habitaciones.



