Lafuente se plantea construir una nueva fábrica de quesos fundidos

El queso producido en Cantabria que más se vende probablemente sea la mozarella, una variedad italiana muy poco conocida por los cántabros y que empezó a introducirse en España con las pizzas. Esta paradoja es consecuencia del éxito que Queserías Lafuente ha conseguido con este producto, que supone la mitad de su facturación y con el que está presente en la mayor parte de los negocios de hostelería del país.
En un mercado, como el quesero, copado por las multinacionales, Lafuente ha sabido encontrar un nicho donde se defiende con una soltura sorprendente, difícil de imaginar cuando las compañías nacionales de quesos fundidos fueron literalmente barridas del mapa por las extranjeras. El secreto ha estado en vincularse más a la hostelería que a las cadenas de distribución –más accesibles para las multinacionales– y, sobre todo, crear productos a la medida de su clientela, con una unidad de I+D que ha sacado 200 referencias distintas en función de necesidades tan concretas como el conseguir un queso especial para comidas mexicanas que ahora hay que importar de EE UU.
La fábrica de Heras produjo el pasado año 4.000 toneladas, la mitad en queso fundido tradicional para sandwichs y la otra mitad en mozarella que ofrece en barra, rallada en sobres de 200 gramos y, ahora, en fresco. Este último formato es el más complicado ya que apenas tiene una vida útil de quince días, lo que exige un costoso sistema de distribución, pero también es una clara oportunidad de negocio, dado que esas mismas circunstancias hacen que las importaciones resulten poco competitivas.
Donde las expectativas de Lafuente aún no se han materializado es en las barras de manchego. La fábrica de Heras tenía confianza en ganar cuota en este mercado con un producto de primer precio, hecho a partir de la leche de vaca y con una curación de apenas doce días, con el que ha conseguido muy buenas cualidades organolépticas. Y había apostado por una presentación tan poco habitual para este queso clásico como la barra, ya que el objetivo es el ofrecer un loncheado fácil. Sin embargo, las circunstancias del mercado, que llevaron a algunas empresas nacionales a refugiarse en el manchego e hicieron caer los precios, han provocado que la empresa cántabra mantenga la producción de este queso en la planta piloto, una versión reducida de la fábrica que se utiliza como centro de experimentación. Eso no impide que saque al mercado 200 toneladas anuales, una cuantía modesta dentro de su facturación global, pero que resultaría más que satisfactoria para una empresa más pequeña.
En la actualidad, la quesería de Heras cuenta con una plantilla de 80 personas que se amplía hasta el centenar durante los meses de verano. Después de la ampliación apresurada que ahora va a acometer, podrá llegar a una capacidad productiva cercana a las 8.000 toneladas anuales, el doble de lo que producirá este año, pero a tener de las negociaciones de nuevos contratos para la fabricación de mozarella que tiene en curso, esas dimensiones pueden ser insuficientes para el 2002 y la intención de la familia propietaria es acometer el próximo año una nueva planta que necesariamente debe levantarse en otro lugar, dado que las dimensiones del terreno no permiten esta segunda recrecida.
En la nueva fábrica se realizaría una inversión de 800 millones de pesetas y por razones operativas deberá estar cerca de la actual, pero aún quedan muchas cosas por decidir y una de ellas es cómo se distribuirán las actividades, aunque lo más probable es que una de las plantas concentre la fabricación y otra el envasado, dado que otra de las áreas de negocio de la firma cántabra es el envasado de queso para terceros.

Suscríbete a Cantabria Económica
Ver más

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Botón volver arriba
Escucha ahora