El viento de la crisis se lleva los periódicos

Hace dos años, la Guía de los Medios de Cantabria sumaba más de cien, un número muy elevado en una comunidad pequeña, que a comienzos de los años 80 apenas tenía dos periódicos diarios, otro semanal (La Hoja del Lunes) y cuatro emisoras de radio. Pero esa eclosión, que en buena parte es atribuíble al aumento de la publicidad institucional, no solo tocó techo sino que ahora evoluciona en sentido opuesto. En un breve periodo han desaparecido periódicos gratuitos como Que!, Raqueros o Pueblos, el diario de pago Aquí y emisoras como Radio Rabel o Aquí. La próxima oleada de cierres es posible que se sustancie en el mundo digital, donde sobreviven una veintena de webs con actualidad regional y nacional.
No sólo los periódicos en papel tocaron techo el día en que comenzó la crisis, también los medios virtuales. En realidad, nadie se salva, ni siquiera las nuevas televisiones. De las ocho licencias de TDT que concedió el Gobierno regional hace un año (la novena quedó desierta) sólo dos adjudicatarios están emitiendo, Telebahía y Aquí TV, cada una de ellas con dos licencias. Cantabria TV, propiedad del grupo Ascan y heredera de Telecabarga, cerró poco antes de que se fallase el concurso.
Tampoco las dos que emiten están para muchos alborozos. El Grupo Digital, propietario de Aquí TV, acaba de verse obligado a cerrar el periódico Aquí, que se vendía conjuntamente con el nacional Público. A su vez, Telebahía, próxima al Partido Popular, ha sobrevivido gracias a un acuerdo con el Ayuntamiento de Santander que ha valorado la posibilidad de convertirla en emisora municipal, un formato que se da en otras comunidades pero no en Cantabria, donde no hay televisiones públicas.
La prueba de las dificultades para hacer viable una televisión en Cantabria está en el cierre de Canal 8, propiedad de El Diario Montañés, antes de que se fallase el concurso de la TDT y su renuncia a participar en él. Es cierto que las expectativas de la sociedad editora de El Diario estaban puestas en una demarcación regional que todavía no ha salido a concurso pero cada vez son menos quienes aspiran a esa licencia.
Fuentes del sector sostienen que, sin una subvención pública, no llegará a consolidarse ninguna de las concesiones de TDT que ya se han concursado, dado que, a las notables dificultades para rentabilizar una televisión en Santander o Torrelavega, hay que añadir el hecho de que cada concesión lleva aparejada la obligación de hacerse cargo de otra demarcaciones del interior (Potes, Reinosa o Selaya) donde los gastos de producción son aún más difíciles de cubrir por los ingresos publicitarios.

Vuelven las emisoras pirata

Por si fuera poco, el paso a la nueva tecnología digital no ha conseguido borrar del mapa a las emisoras piratas, que se las han arreglado para entrar en un terreno al que, aparentemente, nunca podrían acceder. Al menos una decena de emisoras puramente comerciales (teletiendas, tarots, etc.) están ocupando ya los canales libres, junto con algunas otras que no han obtenido licencia en Cantabria, como Popular TV.
Si el anterior Gobierno se ufanó de que no sería necesaria una regulación de este sector, donde imperaba la ley de la selva, porque la inaccesibilidad de la nueva tecnología serviría para poner las cosas en su sitio, la realidad es muy distinta. Tanto que las piratas se han dado más prisa en ocupar el nuevo territorio que algunas de las legales.
Con las radios ha ocurrido algo parecido. Las veinte autorizaciones que el Gobierno ha repartido en los últimos cinco años no sólo no han servido para regularizar el sector y hacer desaparecer las emisoras pirata, sino que han contribuido a una devaluación de los precios de la publicidad, como consecuencia de la multiplicación de los soportes y la caída del gasto de los anunciantes. El resultado es que algunas emisoras ya asentadas corren el riesgo de desaparecer.
Otro campo azotado es el de los periódicos gratuitos, que llegaron en tropel a partir del 2000. Aunque para entonces ya había algunos veteranos, como el bimestral sanitario Valdecilla Noticias, fue en ese momento, con la aparición de La Realidad y Crónica de Cantabria cuando se inició la avalancha: Pueblos, Raqueros, varios periódicos municipales y, finalmente la edición regional de Qué!, un gratuito nacional que edita el Grupo Vocento, propietario también de El Diario Montañés.
Demasiado papel para un mercado publicitario que ya empezaba a dar muestras de estancamiento. Si entre el 2000 y el 2005 fueron los años dorados de la prensa en España, a partir de ese momento la rentabilidad fue reduciéndose y en 2009 buena parte de las grandes cabeceras nacionales y regionales entraron en pérdidas, que han disimulado con plusvalías obtenidas en la venta de patrimonio pero que ya no pueden seguir enmascarando.

Cierre de kioskos

A la fortísima caída de los ingresos publicitarios hay que añadir un descenso muy acusado en la venta de ejemplares que ha repercutido también en el número de puntos de venta. En dos años, Cantabria ha pasado de más de 500 kioskos o locales donde se venden periódicos y revistas a menos de 400.
Es posible que no se lea menos, pero lo que es seguro es que se leen menos noticias impresas. El acceso gratuito a esta información a través de Internet ha deparado una gran sangría en el censo de lectores de pago, de forma que cada vez menos compradores de periódicos sostienen todo el entramado, ya que los ingresos por publicidad en las webs están muy lejos de compensar los que pierden los periódicos impresos.
Esta situación pone en cuestión todo el modelo de negocio de periódicos y revistas, puesto que ya no parece posible una vuelta atrás. Por debajo de 35 años apenas quedan lectores del formato papel, lo que implica la imposibilidad de reemplazar los clientes de edad avanzada que desaparecen por razones biológicas.
La retracción de la publicidad privada, primero, y de la pública, más tarde, ha provocado un estrechamiento del mercado en el que sólo pueden sobrevivir aquellos que tienen una estructura empresarial muy sólida, como Editorial Cantabria (El Diario Montañés) que, no obstante, se ha visto obligado a una estrategia de repliegue; muy distinta a la que protagonizaba hace una década, cuando se esforzaba en convertirse en una empresa multimedia, con presencia en radio, televisión e internet. Las pérdidas continuadas de los medios audiovisuales y las mínimas perspectivas de cambiar esa tendencia llevaron a su accionista, Vocento, a cerrar la mayoría de las televisiones que habían creado sus periódicos regionales con intención de llegar a formar una cadena con ellas. Entre las desaparecidas en Cantabria está Canal 8 DM. La experiencia de Punto Radio tampoco es mucho más satisfactoria, a pesar de los fichajes, y la filial local del grupo vuelve a sostenerse en su pilar más firme, El Diario Montañés.
El indudable éxito de la web no cambia mucho ese panorama global. El trasvase de lectores tradicionales del periódico hacia la versión digital puede ser reconfortante en cuanto a la conservación de la hegemonía pero reduce sustancialmente la rentabilidad, ya que la web está muy lejos de conseguir unos ingresos por publicidad equiparables a los que pierde la versión impresa y renuncia a la segunda vía de ingresos del sector, el pago por la información.

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