El empobrecimiento de Cantabria

El nuevo Gobierno cántabro no lo tendrá fácil, como tampoco lo tuvo el anterior. La región, que a mediados de la pasada década recuperó los índices de riqueza media nacional (quedaban muy atrás los años en los que era una de las provincias más ricas del país) vuelve a estar ahora casi diez puntos por debajo de la renta media. Es algo que sorprende a la mayoría de los habitantes de otras comunidades, convencidos de que tiene una de las economías más desahogadas del país, por la feracidad de sus campos, su diversidad natural, un patrimonio inmobiliario muy notable y una idea casi atávica de que el Norte es rico. Pero la realidad es la que es.
El Gobierno saliente se ha despedido con el triste mérito de haber conseguido superar la tasa de endeudamiento de Andalucía, a pesar de que no se han producido grandes escándalos ni inversiones disparatadas y de ser la comunidad española con mayor financiación del Estado por habitante.
Pero quizá sea más representativo de la situación que se vive en el día a día son dos constataciones dolorosas: Cantabria es la única comunidad española donde la natalidad sigue descendiendo y la única también en la que los salarios son menores que en 2008.
Los ingresos de un trabajador cántabro están ya un 12,5% por debajo de la media de un trabajador español, a pesar del elevado peso que tiene el sector público en la región y de que la administración autonómica es de las que mejor remuneran del país, una situación que no ha cambiado con el estancamiento salarial general que vive el sector público en todo el territorio nacional.
Si toda España ha estado sometida a una devaluación interna de precios y salarios, el caso de Cantabria es especialmente llamativo, porque partía de unos salarios superiores a la media y está a punto de competir con los de Extremadura, una de las regiones que tradicionalmente han ocupado los puestos de cola.
Un síntoma de la debilidad de las empresas locales es el hecho de que la región no se haya visto arrastrada por la inercia positiva del País Vasco, con el que limita, y la evolución salarial haya sido tan dispar. Mientras que los salarios vascos crecieron un 6,35% de promedio entre el comienzo de la crisis (2008) y finales de 2013, en Cantabria descendieron un 1,27%. De hecho, fue la única comunidad autónoma española en la que quienes tienen trabajo ganan menos que entonces.
Si además de haber menos ocupados que hace ocho años, una parte de ellos sólo trabaja dos o cuatro horas diarias y el resto cobra menos que entonces, es fácil entender que el PIB regional haya sufrido un retroceso histórico. Cantabria genera ahora una riqueza anual casi 500 millones de euros inferior a la que producía en 2007 y su renta media cada vez se aleja más de la nacional.
En 2013, las bases imponibles declaradas en el IRPF se habían reducido en más de 750 millones de euros (2.800 euros por contribuyente) con respecto al inicio de la crisis y, a pesar de haber subido los tipos del IRPF, la cuota íntegra del impuesto era de casi cien millones de euros menos. Unos datos que revelan con toda crudeza la pérdida de rentas en las familias.
No obstante, hay un dato chocante difícil de interpretar, y es el incremento de los depósitos bancarios. Si en 2007 había depositados en los bancos y cajas de la región 10.054 millones de euros (el 0,9% de todos los depósitos nacionales), en el primer trimestre del año pasado la cifra había alcanzado ya los 12.566 millones, si bien desde entonces ha sufrido un decenso, y a finales de septiembre pasado se había quedado en 12.189 millones, de los cuales 11.786 eran propiedad de particulares o empresas. De ellos, 2.231 millones estaban en cuentas a la vista, 3.927 en cuentas de ahorro y los restantes 5.628 millones en imposiciones a plazo fijo.
En los créditos, es más notoria la pérdida de la pujanza económica. Si bien las Administraciones públicas toman más dinero prestado que nunca, el monto total ha bajado significativamente a lo largo de la crisis, pero lo que es más preocupante es que desciende más rápido en los últimos años que en los tres primeros, cuando las entidades bancarias cortaron radicalmente el grifo de la financiación. Mientras que a finales de 2011 los cántabros teníamos suscritos créditos por valor de casi 16.500 millones de euros, tres años después apenas sobrepasaban a los 13.000 millones.
Los cántabros han pasado a estar entre los españoles que menos salen de vacaciones, los que compran menos casas y los que tienen más dificultades para llegar a fin de mes. Los últimos datos indican que ya hay un 27% de la población local por debajo de umbral de pobreza.
La profundísima caída del consumo que produce esta pérdida de riqueza no puede enmascararse con datos muy coyunturales, como la subida de las ventas de automóviles el pasado año. El ‘éxito’ de haber superado los 9.000 coches al año gracias a las subvenciones no debía enorgullecer a nadie si se compara con los 25.500 que se vendieron en 2007 en la región.
En estas circunstancias, la huida de muchos trabajadores que pierden su puesto de trabajo hacia el autoempleo pocas veces tiene éxito, por el mero hecho de que no hay clientela para estos negocios. Se dan de alta más autónomos que nunca pero desaparecen al mismo ritmo o mayor.

Nos abaratamos, pero ¿somos más competitivos?

El nuevo Gobierno tendrá que analizar los motivos por los que la región sigue sin resultar competitiva a pesar de haberse devaluado más que la mayoría. Cantabria es ahora bastante más barata que el conjunto del país, con la excepción de la vivienda, y España es bastante más barata que los países europeos de su entorno, como acaba de poner de relieve una comparativa de Eurostat, donde la mayor parte de las gamas de productos de consumo habitual se pueden conseguir en nuestro país entre un 7 y un 10% más baratas que en el promedio europeo. Pero ni siquiera esa doble competitividad de Cantabria, que aún es más barata que España en su conjunto, le está dando mucho resultado por el momento.
Si se trata de sembrar para el largo plazo, la expectativa tampoco es demasiado halagüeña porque Funcas, el gabinete de análisis que crearon las cajas de ahorros, pronostica que la región también va a crecer menos que el país en los próximos años. Y lo que es peor, la industria, el sector que mejor puede capitalizar el descenso salarial de la región puesto que compite fuera de ella, no lo está aprovechando y no crece (la entrada de pedidos entre abril de 2014 y abril de 2015 ha caído un 6,1%).
El panorama es más preocupante porque el empobrecimiento no solo ha hecho crecer muy rápido la deuda regional, que el Gobierno de Ignacio Diego ha duplicado en sus cuatro años, sino que hace más complicado pagarla. Si aumenta el PIB, su peso relativo se reduce, ya que se trata de un cociente. Si el PIB disminuye, como ha ocurrido en esta crisis, la deuda se convierte en una losa inasumible, que ya supera el 20% de la capacidad anual de generar riqueza. Ese es el escenario con el que empieza a lidiar el nuevo Gobierno.

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