Inventario

Como capitalistas asustan más

El día en que desapareció el Muro de Berlín, Occidente respiró aliviado, convencido de que el problema del Este había desaparecido para siempre. Los países comunistas caían rendidos al capitalismo y, por tanto, pasaban a estar controlados. Desde hace más de un siglo, la economía de mercado tiene campeones bien definidos y los recién incorporados, como los países llegados del comunismo, parecían tener muy pocas oportunidades de pasar de la tercera división en esta liga de las superestrellas. Las diferencias entre su desarrollo y el de países como EE UU, Gran Bretaña, Francia, Suecia o Japón casi podían medirse en años luz, porque ni siquiera aquellos que habían sido poderosos militarmente, como la URSS, parecían tener una capacidad cierta de modernización. En opinión de los occidentales, lo tenían todo por hacer, por la sencilla razón de que todo lo anterior no servía para nada. Y en deshacer y volver hacer, los nuevos capitalistas podrían pasarse muchas décadas.
Los rusos parecían estar totalmente de acuerdo con esta opinión, si se tiene en cuenta la saña con que desmantelaron todo, incluido aquello que les permitía sobrevivir. Una gran parte de la población se vio sumida en una pobreza absoluta y el país sufrió un caos del que parecía imposible salir, periodo que antiguos comunistas y las mafias aprovecharon para crear una oligarquía extraordinariamente poderosa gracias a la apropiación de las empresas que habían pertenecido al estado. De la noche a la mañana oscuros personajes pasaban a engordar las listas de mayores fortunas del mundo, pero el asunto seguía pareciendo anecdótico dentro de una economía globalizada que admite sin preguntar algunas tropelías, cuando se encuentran en la zona periférica. ¿Quién iba a exigir a los empresarios rusos o a los chinos las normas de responsabilidad social o de buen gobierno corporativo estando en juego jugosos contratos de suministro de petróleo, gas, materias primas o ventas de todo tipo de productos?
Con ese distanciamiento con que se mira aquello que no se comparte ni se entiende, nadie prestó demasiada atención a la formación en estos países de auténticos gigantes económicos que, sólo diez años después de que les considerásemos una sociedad arruinada, desgobernada y sin posible reorganización, son una amenaza real para las empresas europeas. Gazprom se ha convertido en el segundo gigante mundial de la energía. Otra compañía rusa encabeza el ranking de la siderurgia y ha querido aprovechar la crisis coyuntural de EADS para tomar el control de este consorcio aeronáutico europeo, el único que ha conseguido desafiar la hegemonía norteamericana en el sector. Una tercera empresa rusa se acaba de alzar con el reinado del aluminio.
Quienes tanto han criticado las trabas para impedir que una empresa alemana se quede con gran parte del sector eléctrico español debieran expresar con claridad su postura ante la posibilidad de que estos oscuros gigantes del Este vayan extendiendo su hegemonía adquiriendo las empresas de Europa Occidental y, en algunos casos, sectores enteros como ha estado a punto de pasar con Arcelor. ¿Se quedarán Francia o Alemania cruzados de brazos si su estandarte tecnológico, el fabricante de los Airbus, cae en manos de una empresa rusa? ¿Aceptaremos la dependencia en casi todos los minerales estratégicos? ¿Se hará Gazprom con las compañías energéticas occidentales e impondrá el suministro exclusivo del gas siberiano, con la posibilidad de cerrar la llave del gasoducto cuando le apetezca, como hizo con Ucrania?
No es cuestión de pintar un panorama oscurantista, pero no es nada tranquilizador que los rusos hayan entrado en tromba en el capitalismo, porque sólo quince años después ya están en disposición de darnos lecciones. En otra ocasión habrá que hablar de los chinos, que, apenas han probado la Bolsa, han incrustado cuatro empresas entre las 50 con mayor valor del mundo.

¿Arte o marketing?

La creatividad y la genialidad es patrimonio de los artistas, pero cada vez es más complicado saber quiénes son los artistas en un mundo donde todo es marketing. Con motivo de la Capital Cultural Europea en Estocolmo, un director de museo fue capaz de engañar a críticos y visitantes con cuadros de arte moderno que habían pintado sus ordenanzas. Bastó con hacer unas cartelas identificativas de cada cuadro suficientemente creíbles, lo cual indica que todos nos fijamos más en lo que leemos que en lo que realmente vemos.
Ahora, hemos sido engañados con un falso documental sobre el robo del escaño de Zapatero. El vídeo, colgado en el portal YouTube de Internet, ha sido un éxito por simular ser una osadía de unos muchachos imaginativos en pro de una buena causa, la lucha contra la pobreza en el mundo.
Basándose en el eslógan De pie contra la pobreza, utilizado en esta campaña internacional, los protagonistas de esta historia decidieron que la mejor manera de forzar al presidente Zapatero a ponerse en pie era quitarle el asiento. No daría ningún resultado práctico pero era indudable que tendría un efecto propagandístico impagable en favor de su causa. El vídeo, realizado casi sin dinero, con una cámara doméstica y con una mezcla de imágenes reales y ficticias, ha tenido un éxito extraordinario en la red y ha conseguido la atención de los medios de comunicación, que era lo que se pretendía.
Podíamos habernos quitado el sombrero ante la creatividad y la decisión de estos muchachos de no haberse sabido más tarde que todo ello había sido ideado y realizado por una agencia de publicidad muy conocida, una de las más importantes del país. Buscaba una forma nueva de promocionar una causa que no se puede vender como las pastillas de jabón, y lo ha logrado. Como logró engañar a todos meses atrás con la canción ‘Amo a Laura, pero esperaré hasta el matrimonio’ que, a pesar de su ñoñez, no era una reivindicación juvenil y espontánea en contra de las experiencias prematrimoniales sino que se trataba de una campaña de promoción de la MTV, una televisión cuyos planteamientos morales no son ni parecidos y basta ver los vídeos musicales que programa.
¿Pueden los publicistas ser los artistas del futuro? A la vista está que sí. Y no por su capacidad de hacer productos facilones pensando en lo que prefiere oir y ver la clientela, sino por el hecho de disponer de la plataforma de lanzamiento adecuada. Bueno o malo, en este mundo sólo triunfa lo que se da a conocer y para eso son imprescindibles los medios de comunicación. El grupo Jarabe de Palo lo comprobó cuando sacó al mercado La Flaca (1998). Vendió 200 copias. Un año más tarde, los publicistas de Ducados decidieron utilizar este tema en sus spots. Después de la machacona presencia en televisión (por entonces aún se podía anunciar el tabaco) la compañía discográfica de Jarabe de Palo reeditó el disco y fue un éxito memorable. El mismo producto puede ser un éxito o un fracaso. La diferencia está en insistir hasta aburrir, aunque los teóricos preferirán decir que hasta convencer.

La ineficacia también cotiza

Cuando en París se quemaban 1.500 coches cada noche, la popularidad del ministro del Interior francés, Nicolas Sarkozy, crecía como la espuma. El personal que contemplaba los telediarios quedaba seducido por sus convincentes discursos y dejaba en un segundo plano su evidente fracaso para poner coto al plan renove del parque automovilístico francés que estaban aplicando motu propio los chicos de las barriadas, hasta acabar con nada menos que 45.000 vehículos.
Cuando el cerillazo ha dado una tregua de un año, Sarkozy ha perdido popularidad a marchas forzadas. Y no es que a nuestros vecinos les vaya la marcha, por mucho que organizasen la revolución francesa, sino que el verbalismo incendiario de Sarkozy ha acabado por aburrir a su propio partido, y sus expectativas de convertirse en el líder de la derecha de cara a las próximas elecciones comienzan a declinar.
Sarkozy no ha sido el único ministro del Interior que ha protagonizado una paradoja semejante. Es difícil encontrar un caso más paradigmático en esta materia que el de Arias Navarro quien, siendo ministro de Gobernación tuvo la desgracia de ver cómo le volaban por los aires al presidente del Gobierno, el almirante Carrero Blanco. Arias, como responsable máximo de la seguridad no sólo no fue cesado de inmediato, como parecía lógico, sino que fue promovido para sustituir al asesinado, de forma que aquel tremendo fallo de su departamento se convirtió en el mejor revulsivo que pudo tener su carrera.
Más recientemente, Acebes vivió una situación semejante con el dramático atentado del 11-M, del que ahora pide explicaciones, como si los policías, la Guardia Civil y todos los confidentes no dependiesen de él, y tal empeño está poniendo que va a conseguir que la opinión pública llegue a olvidar que era el propio Acebes quien gobernaba en aquellos días y en otros posteriores cuando se recogieron las pruebas que ahora se impugnan o se hicieron las detenciones.
Pero hay paradojas de todos los colores, que demuestran lo inconsecuentes que son todos los electorados. Cuando el socialista Chaves era ministro de Trabajo, alguien tuvo la feliz idea de pedirle que encabezara la lista del PSOE al Congreso por la provincia de Cádiz. Nunca se sabrá si era una maniobra consciente o una simple metedura de pata, porque en aquel momento Cádiz era la provincia de Europa con mayor tasa de desempleo y, obviamente, alguna responsabilidad tenía que tener el ministro del ramo. En contra de lo que cabía esperar, el resultado del ministro fue espectacular, con una de las mayorías más holgadas que se recuerdan.
Las teorías que suponen que la gestión de un político es escrutada con celo profesional por los electores o por su propio partido son sólo eso, teorías. La realidad es que influyen decenas de factores, desde su capacidad para seducir a las masas a su disciplina hacia quien le propone. Y ahí sí que conviene ser un lince.

Suscríbete a Cantabria Económica
Ver más

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Botón volver arriba
Escucha ahora   

Bloqueador de anuncios detectado

Por favor, considere ayudarnos desactivando su bloqueador de anuncios