Inventario

El geriátrico de Europa

En 2003 el Parlamento noruego tomó una curiosa decisión. Después de comprobar cómo se disparaban los gastos gerontológicos aprobó una partida de 500 millones de coronas para pagar los tratamientos de sus enfermos en clínicas y hospitales privados de alguno de los países europeos del sur, convencidos de que podía resultarle más barata la sanidad a distancia que en casa. A resultas de esa iniciativa, probablemente se hagan establecimientos para dar este servicio en la costa mediterránea española, un lugar al que, por otra parte, ya se han desplazado a vivir muchos jubilados nórdicos, antes de que sus gobiernos se lo sugiriesen.
En realidad, algún ayuntamiento noruego ya tiene centros asistenciales en Alicante, sobre todo dirigidos al tratamiento de las enfermedades reumáticas y articulares de sus vecinos. En su caso, no es un problema de dinero, sino de clima, pero la iniciativa puede dar una idea clara de cómo hay varios factores que pueden jugar a favor de nuestro país en la captación de un negocio con gran potencial de futuro, el que generan los pensionistas, personas que no consumen empleos y, sin embargo, aportan a la renta nacional del país en el que viven sus últimos años prácticamente todo el ahorro que han capitalizado a lo largo de su vida activa: su pensión.
Un flujo económico semejante no lo había tenido España desde que llegó a tener tres millones de emigrantes en el extranjero. Aquellos tampoco consumían empleos en suelo patrio –no los había– y, enviaban al país ingentes remesas de divisas que fueron el auténtico motor del milagro nacional. Ahora, la razón de estas importaciones de capital es muy distinta, pero el resultado es parecido. Los jubilados europeos quieren vivir en el sur y, además, les sale más barato. Con lo que no contábamos es que a sus gobiernos también les puede resultar más económico tratar las enfermedades en España que hacerlo a pie de casa.
Hoy por hoy, España tiene unos salarios en la sanidad bastante inferiores a los de los países nórdicos y, en cambio, una cualificación profesional equivalente o mejor. Si a esto se añaden unas circunstancias climáticas irrepetibles, es bastante probable que muchos pensionistas extranjeros prefieran ser tratados en España que en su propio país y eso abre una puerta con inmensas posibilidades. En un futuro inmediato, más de un centenar de naciones estarán preparadas para ofrecer un producto turístico atractivo y en muchos casos, a precios inferiores a los españoles. Pero muy pocas podrán ofrecer unas prestaciones sanitarias como las nuestras y al precio de las nuestras. Ese es el auténtico e inagotable turismo de futuro y para eso habría que ir preparándose ya.

Ya nada será igual en la televisión

Hace ahora quince años desaparecieron para siempre las audiencias de 20 millones de espectadores para cualquier programa de televisión. Habían nacido las emisoras privadas y, con ellas, el mercado se repartía, más o menos, por cuartas partes: las tres cadenas principales y un conglomerado formado por La 2, las autonómicas y las emisiones codificadas de Canal+.
Ese estado de cosas ha permanecido aparentemente hasta ahora, pero en realidad se han producido pequeños cambios que empiezan a dibujar un escenario distinto. La prueba está en que quienes antes tenían un 25% de cuota, ahora se conforman con un 20%. ¿Y qué pasa con el resto? Simplemente, que aparecen nuevas formas de ver televisión. En primer lugar, las autonómicas han crecido y roban, punto a punto, cuota a las nacionales. En segundo término, la aparición de los canales temáticos de pago ha comido otros siete puntos de cuota al mercado tradicional. Por último, las televisiones locales, antes despreciadas, atrapan ya a un 4% de la audiencia.
Por tanto, las polvaredas que provoca el hecho de que Televisión Española esté ahora por debajo de Tele 5 y Antena 3, quizá disimulan el hecho de que todas ellas van a la baja y que, con absoluta seguridad, su cuota seguirá bajando en el futuro.
Ni la telerrealidad ni la basura rosa van a cambiar esta situación. El morbo únicamente va a servir para hacer más lenta la caída, pero todas, y no solo TVE, tendrán que acostumbrarse a manejar audiencias cada vez más modestas. Otra cosa distinta es si RTVE está sobredimensionada para esta nueva época, algo que nadie puede negar. Pero no es fácil ajustar a esta nueva situación a la compañía que se formó en un monopolio, en el que tenía casi veinte millones de espectadores por programa y toda la cartera nacional de publicidad para sí sola.

Una financiación no tan nueva

Las fórmulas financieras son cada vez más sofisticadas, pero no conviene suponer que todos los días se inventa alguna. En realidad, casi todo está inventado y sólo cambia de envoltorio. Algo de eso le pasa a la financiación estructurada, que el Gobierno Aznar utilizó en la pasada legislatura para algunas grandes obras y que en esta legislatura ha comenzado a ser profusamente empleado por el Gobierno cántabro, aunque el PP, desde la oposición, lo considera una forma encubierta de lanzarse al abismo del endeudamiento.
El primero en recurrir a un sistema semejante en España fue el ministro republicano Indalecio Prieto y, curiosamente, coincidió con otro valor económico que parece novedoso: el presupuesto equilibrado. El Gobierno, acuciado por la fuerte depreciación de la peseta que se había producido desde la caída de la monarquía, se había propuesto una política muy rigurosa de control presupuestario para demostrar a los financieros internacionales que no tenían nada que temer. Y en esas condiciones, Prieto se encontró con muy serios problemas para sacar adelante su política de construcción de pantanos, que luego Franco llevaría al paroxismo.
Prieto necesitaba los pantanos, convencido de que la única reforma posible en el campo era conseguir más tierras productivas, y sabía que la reforma agraria representaba una aspiración irrenunciable para los partidos de izquierda y los anarquistas. Pero él era perfectamente consciente de que el viejo mito de repartir los latifundios entre los jornaleros era tan peligroso como estéril, porque la mayoría de ellos eran secarrales con una posibilidades productivas bajísimas.
Sin dinero y con una demanda social ineludible para la izquierda –la tensión en el campo, sobre todo en Andalucía era máxima– Prieto tuvo que echarle imaginación, y lo que pensó, con ayuda del ministro de Hacienda, no distaba mucho de lo que hoy se conoce como financiación estructurada. Reunió a los banqueros en su despacho y les hizo una propuesta. Si ellos financiaban los pantanos, el Gobierno les concedería los aprovechamientos que se derivasen de las obras durante un periodo suficiente para rentabilizarlas. En concreto, podrían explotar la energía eléctrica que se obtuviese y los nuevos campos de regadío que surgirían con los embalses, eso sí, con la obligación de ofrecerlos en alquiler a los campesinos de la zona. De esta forma, buscaba una carambola a varias bandas: evitar crispar aún más a los grandes propietarios de la tierra, dar una salida desmovilizadora a las aspiraciones revolucionarias de los jornaleros, aumentar la ínfima productividad del agro español con la incorporación de tierras bien regadas e implicar a los bancos al negocio eléctrico, para impulsarlo mucho más rápidamente.
La idea resultó demasiado innovadora para los banqueros, que la consideraron arriesgada para sus negocios, aunque en realidad tampoco entonces era nueva del todo, porque algunas aseguradoras norteamericanas estaban invirtiendo en proyectos de este tipo. En cualquier caso, no hubo tiempo para una respuesta definitiva de los bancos, porque a los dos meses caía el Gobierno Azaña y había nuevas elecciones, que ganó la coalición de derechas.
Es curioso que vuelva a ser el negocio del agua el señuelo con más tirón para la financiación estructurada: depuradoras, grandes canalizaciones… Los negocios no cambian tanto a lo largo del tiempo, y la forma de hacerlos, tampoco.

Suscríbete a Cantabria Económica
Ver más

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Botón volver arriba
Escucha ahora