18.000 sobaos a la hora

El sobao, la más potente seña de identidad de la repostería cántabra, es un producto apreciado desde hace tiempo por los consumidores de otras comunidades autónomas pero, como para cualquier producto artesanal, el salto hacia la mayoría de edad comercial pasaba por dar el salto desde los pequeños obradores y dotarse de instalaciones capaces de fabricar el volumen que exigen las grandes cadenas de distribución.
La firma santanderina Sobaos Vega Pelayo ha dado ya ese paso y ha levantado en el polígono de Guarnizo una nueva fábrica que duplica en superficie y en capacidad de producción la que tenía en ese mismo emplazamiento y que resultó destruida por un incendio fortuito hace dos años.
Además de superar el difícil trance en que quedó la empresa tras aquel incidente, sus propietarios, la familia Coria-Ríos, han aprovechado la reconstrucción para poner en pie la planta de sobaos más moderna de las que existen en Cantabria, donde hay una docena de fabricantes de muy diverso tamaño, aunque predominan los pequeños obradores.
La nueva planta va a permitirle a Vega Pelayo reforzar su capacidad de abastecer de sobaos de marca blanca a las grandes cadenas nacionales de distribución para las que ya venía fabricando y extender su propia marca comercial, Vega Pas, presente en los supermercados y tiendas de alimentación de muchos puntos de España.
Planta automatizada

Los cuatro millones de kilos anuales de sobaos que puede hacer la nueva factoría son el resultado de la automatización de todos los procesos, desde la mezcla y el batido del harina, la mantequilla, los huevos y el azúcar, hasta la fase de empaquetado. Una automatización que se ha compaginado, sin embargo, con el mantenimiento de la calidad de los sobaos artesanales, donde, además de las materias primas, cuenta la sabia combinación del maestro repostero, que suele añadir su toque personal a la mezcla (por lo general, sal, ralladura de limón, miel, ron o anís estrellado). El resultado final, en el caso de Vega Pelayo, es un sobao con el sabor tradicional pero más esponjoso, algo especialmente conveniente en un producto que, por textura, soporta mal una excesiva sequedad.
Además de la línea de elaboración de sobaos, la nueva planta alberga otra zona destinada a la fabricación de corbatas y mojicones, dos productos que completan una línea de repostería que se inició en las instalaciones de otra empresa del grupo, la panificadora La Constancia. Este negocio familiar fue el núcleo del que surgió la firma de sobaos, creada hace cerca de veinte años por el fundador de La Constancia, Andrés Coria de Diego.

Panaderos y reposteros

El deseo de dotarse con una línea propia de repostería llevó a Andrés Coria a adquirir una pequeña planta de fabricación artesana de sobaos en La Albericia (Santander): Sobaos Vega Pelayo. El negocio se amplió, años después, con la compra por su hijo y su nuera (Rosa Ríos) de otra fábrica en Vargas, Sobaos Cervera, una marca comercial ya desaparecida pero cuya cartera de clientes sirvió para potenciar la marcha de la firma. El paso más significativo se dio sin embargo con la decisión de trasladar la fábrica al polígono de Guarnizo, donde Vega Pelayo se instaló a finales de los años noventa. Allí se convirtió en una de las firmas más representativas del sector y allí tuvo que afrontar el reto que supuso la destrucción de las instalaciones por el incendio ocurrido en octubre de 2005.
A pesar de la magnitud del desastre, la reacción fue inmediata y, aprovechando las instalaciones de la panadería La Constancia, la empresa reanudó la producción en tan solo un mes. No obstante, aunque la antigua fábrica satisfacía sobradamente las necesidades de la firma, los responsables de Vega Pelayo decidieron ir más allá de una mera reconstrucción y diseñar una planta que pudiera albergar las futuras necesidad de crecimiento de la compañía. Esta función la cumple holgadamente gracias a los cerca de cinco mil metros cuadrados, repartidos en tres alturas, con que cuenta la nueva fábrica, su equipamiento con las últimas tecnologías en batidoras, hornos de cocción, cintas para el enfriamiento del sobao en varios pisos y robots para el envasado y el pesaje. El único punto del proceso de producción que no estará automatizado es la colocación de los envases en cajas para su expedición, ya que la gran variedad de formatos que salen de la fábrica hace muy difícil robotizarlo.

Ampliar mercados

Cerca de 3,5 millones de euros (unos 600 millones de pesetas) ha costado la nueva factoría, que será una excelente plataforma para robustecer el mercado conseguido y hacer llegar el sobao a otros nuevos. En realidad, las grandes cadenas de alimentación ya lo distribuyen por todo el país y, su propia marca, Vega Pelayo está asentada en Madrid, Aragón, Andalucía y en las dos Castillas, así como en las comunidades del Cantábrico. Más reticentes se muestran otros mercados como el catalán.
El sobao pasiego no sólo debe competir en cada una de esas zonas contra la repostería local, sino también contra los dos grandes fabricantes nacionales, Bimbo y Dulcesol, aunque el carácter de su producto es más industrial.
Más difícil es introducir el sobao en los canales de exportación, a pesar de que la Consejería de Ganadería y la Oficina de Calidad (ODECA) suelen contar con las firmas cántabras para acudir a las ferias internacionales. Como todos los productos perecederos, el sobao viaja mal y su ciclo de consumo no suele exceder de los sesenta días; un plazo demasiado corto, a pesar de la agilidad de la logística actual, para conseguir que el consumidor lo encuentre siempre fresco en los puntos de venta de otros países.

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