Revolución en la industria anchoera

El sector conservero cántabro ha iniciado la senda de la diversificación y al reciente anuncio de la apertura de una fábrica en Santoña para la elaboración de surimi, se une ahora el proyecto de Conservas Fredo de invertir alrededor de 9 millones de euros (1.500 millones de pesetas) para poner en marcha nuevas líneas destinadas a la fabricación de patés y pastas de pescado. La materia prima se obtendrá de los subproductos del bocarte empleado en la elaboración de la semiconserva de anchoa, así como de las diferentes especies de pescado azul (verdel, sardina, chicharro, etc.) que se desembarcan en los puertos de la zona oriental de Cantabria.
El proyecto será una realidad física en dos años y supondrá la creación, en una primera fase, de 60 puestos de trabajo que vendrán asumarse a los 160 que Fredo tiene en la actualidad, con los que ya se significa como una de las mayores empresas conserveras del Cantábrico.
El proyecto también permitirá introducir una nueva línea de conservas para aprovechar las otras costeras tradicionales de la flota pesquera del Cantábrico, el bonito y la sardina. De esta forma se ampliará la gama de productos de Fredo, centrada hasta ahora de manera exclusiva en la elaboración de anchoa y la empresa podrá acceder a nuevos mercados.

Una salida para los residuos

El aprovechamiento integral de la materia prima es algo a lo que aspira cualquier proceso industrial, y el sector conservero es especialmente sensible a esta necesidad tras las dificultades surgidas para dar salida a los residuos de la pesca en forma de harinas destinadas a la alimentación animal, a raíz de la crisis de las vacas locas.
El problema se agudiza en el caso de las empresas especializadas en la elaboración de anchoa, ya que tan sólo una cuarta parte en peso del pescado que entra en estas industrias conserveras puede ser aprovechada para su transformación en filetes de anchoa. El resto se convierte en residuos, cuya salida natural, hasta la irrupción del llamado mal de las vacas locas, era su transformación en harinas de pescado destinadas a la alimentación de aves. La prohibición de las proteínas cárnicas en la elaboración de piensos ha arrastrado también a los fabricantes de harinas de pescado, y la inversión del proceso que daba salida a estos subproductos ha sido espectacular. Las empresas conserveras han pasado de vender los restos del pescado que no pueden aprovechar, a pagar para que se los retiren para ser llevados a vertederos donde, por otra parte, hay serios problemas para su tratamiento.
Aunque los costes añadidos por estas circunstancias vienen a reforzar el proyecto de Fredo para aprovechar los residuos, lo cierto es que la idea tiene detrás un largo proceso de maduración: “Nosotros venimos trabajando en esto desde hace tres años” –explica el director de Organización de Conservas Fredo, Eusebio Barrutieta–. “Hemos hecho productos y catas a nivel interno y en mercados conocidos, y al final hemos tomado la decisión de elaborar varios productos con ese 70% o 75% de materia prima que siempre se desperdicia”.

Nuevos mercados

La necesidad de mantener la cadena de frío ha sido un inconveniente tradicional para la exportación de la semiconserva de anchoa a muchos países pero, con estos nuevos productos que no requieren refrigeración, Fredo aspira a llegar a otros mercados, como el continente africano y los países del arco mediterráneo donde las garantías de que no se rompa la cadena de frío son siempre relativas. Son zonas geográficas cuya renta, además, coincide con el perfil de los consumidores previstos para las pastas, cremas y patés que va a fabricar la firma laredana: “Queremos sacar un producto con un coste asumible por consumidores con pocos recursos” –señala Eusebio Barrutieta–, “aunque también vamos a elaborar una línea de patés de anchoa de alta calidad”.

Hacia la automatización de procesos

Gran parte de los nueve millones de euros (1.500 millones de pesetas) previstos como inversión por Conservas Fredo irán destinados a la compra de maquinaria de alta precisión, capaz de separar la carne de las espinas y vísceras del pescado, antes de proceder a la molienda de estos subproductos, un trabajo que hasta ahora ha de hacerse a mano.
La mayor parte de esta tecnología proviene de Alemania, Italia y Dinamarca, además de Cataluña, pero algunos componentes serán fabricados en Cantabria por empresas que ya han colaborado con Fredo en la automatización de la fábrica que posee en el polígono de Laredo.
A medio plazo, esta maquinaria puede revolucionar completamente el proceso de elaboración de la semiconserva de anchoa, eliminando la manipulación del producto a mano tan característica, con lo que tenderá a desaparecer la tradicional estampa de decenas de mujeres limpiando, fileteando y envasando las anchoas, que ha acompañado a esta industria desde su origen.
El proceso de automatización que ya se introducirá en las nuevas líneas –inédito todavía en la industria de la semiconserva y que requiere cuantiosas inversiones– no supondría un recorte de la plantilla: “No va a haber reducción de mano de obra” afirma tajante el presidente de Conservas Fredo, Giorgio Nasari. “En todo caso, habrá que reciclar al personal –matiza Barrutieta– ya que estamos hablando de nuevos productos, de nuevas inversiones y de la posibilidad de incrementar los turnos de trabajo”. “Si el mercado no falla, esta fábrica está dimensionada para trabajar con 400 personas”, concluye el director de organización de Fredo.

Indicación geográfica

La empresa laredana facturó el pasado año mil millones de pesetas y confía en aumentar las ventas este año en un 20%. Para ello ha lanzado dos nuevas marcas de anchoa de gama alta (Élite y Mariposa del Cantábrico) con destino al mercado europeo. Fredo elabora también diversas marcas blancas para cadenas de distribución españolas (entre ellas, la de Hipercor) e italianas.
La firma fundada por Giorgio Nasari en 1965, tiene otra fábrica en Argentina y se ha singularizado por ser una de las pocas grandes empresas del sector que han hecho causa común con las pequeñas conserveras en la búsqueda de un marchamo de calidad para la anchoa del Cantábrico a través de la Indicación Geográfica Protegida; una denominación a la que se muestran muy reacios otros grandes conserveros cántabros, ya que sólo ampararía aquellos envases en los que se utiliza, exclusivamente, anchoa local.

Suscríbete a Cantabria Económica
Ver más

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Botón volver arriba
Escucha ahora