La caída de la actividad y la morosidad ahogan al transporte

Siempre se ha dicho que el transporte de mercancías por carretera es el más fiel indicador de la salud de la economía. No cabe, pues, extrañarse de que en circunstancias como las actuales los camiones parados empiecen a formar parte del desolador paisaje que está dejando la crisis. Si algo sorprende, sin embargo, es la profundidad de esa caída y la insólita rapidez con que se ha producido. Asociaciones como Asemtrasan, que agrupa a los autónomos y a las pequeñas empresas de transporte, calculan que el descenso del tráfico de cargas producido en los últimos tres meses es de nada menos que un 30%. Un vertiginoso tobogán por el que se han precipitado desde las cargas generales a los transportes especializados, incluidos los movimientos de tierras, los basculantes que operan en torno al Puerto de Santander y los transportes de automóviles.
El problema de la falta de trabajo se agudiza aún más por la creciente morosidad de las empresas cargadoras que, en el mejor de los casos, han optado por retrasar el pago todo cuanto pueden.
El único elemento positivo en este escenario es la considerable bajada del gasóleo, uno de los puntos críticos para los transportistas, hasta el punto de que llegó a desencadenar una huelga en junio del pasado año, cuando el precio de este combustible alcanzó cotas históricas, al situarse en 1,30 euros por litro. Seis meses después, el precio ha caído hasta los 0,80 euros, lo que ha supuesto, según cálculos del sector, una disminución del 4% en los costes generales que afronta un transportista.

Los precios de los portes caen

Si en los momentos en que subía el combustible eran las asociaciones del transporte las que luchaban para que eso se reflejara en las tarifas, ahora son los clientes los que reclaman su aplicación para hacer el camino inverso. Los transportistas están de acuerdo en realizar algún reajuste a la baja, pero sostienen que las exigencias de los cargadores van mucho más lejos de lo que representaría ajustar el precio del combustible.
Aunque uno de los resultados de la huelga fue el establecimiento de cláusulas de revisión automática de los precios en función del coste del gasóleo, son contados los casos en que se aplica ese automatismo y el ajuste de los portes sigue estando vinculado a la capacidad de presión o de resistencia que tenga cada parte. Una resistencia que en el caso de los transportistas se pone a prueba en situaciones como la actual. Ante la brusca caída de la demanda, fuentes del sector reconocen que vuelve la ley de la selva al ámbito tarifario: “Ahora mismo, con la bajada de trabajo, se está produciendo una competencia salvaje”, dicen.
Para evitar la competencia desleal, que inevitablemente se produce en momentos de escasa actividad, las asociaciones convocantes de la huelga lucharon sin éxito por el establecimiento de un precio mínimo para los portes, a partir de los datos recogidos en el Observatorio de Costes que el Ministerio de Fomento actualiza cada trimestre. Se trataba de trazar una línea roja que salvaguardase los intereses del más débil, el pequeño transportista, cuya capacidad de negociación frente a las empresas cargadoras es muy limitada.
No se logró, en aras de la defensa de la libertad contractual, aunque de aquel paro se derivaron otros acuerdos, como las ayudas para el abandono del sector, de las que se podrán beneficiar este año un mayor número de camioneros.

Una fiscalidad demasiado rígida

El del transporte es un sector con márgenes muy estrechos, que no van más allá del 2%, y para un autopatrono perder una jornada sin carga supone un serio contratiempo. Esa circunstancia se está produciendo ya y la pérdida de ingresos se puede ver agravada por el régimen fiscal de módulos, elegido por la mayoría de los autónomos, como explica el secretario de Asemtrasan, Ignacio Castillo: “La mayoría tributan por una cuota fija y necesitan facturar una cantidad mínima para cubrirla. Pero si no pueden afrontar esas obligaciones, Hacienda debería ser más flexible y dejarles pasar a estimación directa en el mismo ejercicio fiscal”.
Lo que sí supondrá un alivio son las líneas especiales de financiación que va a habilitar el ICO. El sector espera que eso permita renegociar la deuda a los pequeños transportistas que han empezado a tener serios problemas para pagar las letras de su vehículo.

Resistencia a la concentración

En momentos de crisis, y en un mercado tan atomizado como el del transporte, sería lógico pensar en estrategias de fusión que fortaleciesen a las pequeñas empresas. Sin embargo, desde el propio sector se reconoce que el transportista cántabro es muy remiso a unir fuerzas, a pesar de que una fórmula cooperativa le permitirían tener acceso directo al mercado de las cargas sin depender del operador de turno. Por ello, aunque no pueda descartarse alguna fusión de empresas a lo largo de 2009, no es esa la perspectiva más probable. Aun reconociendo esa atomización, los autónomos confían en que se restablezca el equilibrio entre oferta y demanda para que el trabajo alcance a todo el sector, porque, según Asemtrasan, “en circunstancias normales de equilibrio del mercado, aquí seguimos cabiendo todos”.

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