Editorial

Los más de veinte años que lleva Red Eléctrica Española tratando de poner en funcionamiento el tendido de 400.000 voltios entre Soto de Ribera y Penagos son un buen ejemplo de cómo pueden llegar a encenagarse unas autorizaciones oficiales, los deseos de una empresa e, incluso, los de una administración pública (es un proyecto declarado de interés general). Y en una región donde las afecciones de todo tipo son múltiples, por la dispersión de las viviendas, el valor ambiental de las zonas o las propias infraestructuras ya existentes, no será nada sencillo pintar los emplazamientos de 600 molinos en un mapa. Revilla, el político más intuitivo, ya se dio cuenta el pasado año de q u e el asunto puede quemar más que un hierro candente y su partido trató de despejar el área lanzando el problema a la siguiente legislatura, pero su socio de gobierno quería resolverlo ya. Quizá no calculó que, a pocas demoras que acumule, se le echaría encima el final de legislatura y pisar los callos en esos recodos finales suele ser muy problemático. Bastante mal están las cosas como para que al PSOE o al PRC se le levanten las huestes allí donde más le duele al partido regionalista, en el medio rural.

El dilema está servido: seguir afrontando todos los riesgos o bajar el diapasón y dejar que concluya la legislatura. El Gobierno sabe que la mayoría de las empresas adjudicatarias no están en disposición de presentar los planes de instalación de los parques en los meses que restan, pero hay algunas que tenían buena parte del trabajo realizado antes de fallarse el concurso y es posible que sí lo hagan, dando el banderazo de salida a las primeras polémicas.
Para los adjudicatarios tampoco es cómoda la situación. Están comprometidos a hacer las inversiones industriales y de I+D+i previas, y aunque la investigación puede justificarse con poco más que una oficina y un par de microscopios, no es tan fácil escamotear una fábrica.
Poner el dinero de estas inversiones de riesgo mucho antes de sacarle rendimiento alguno a los molinos no costaba mucho cuando sólo se trataba de escribir una propuesta atractiva sobre un papel, pero es más incómodo que un dolor de muelas ahora que llega el momento de materializarlo. Y da la impresión de que nadie quiere darse mucha prisa en echar la mano al bolsillo. El Gobierno quedará en entredicho si les deja recular porque sin fábricas, ni se engrasa el Plan Eólico ante una opinión pública que no las tiene todas consigo, ni hay votos.

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