Ecrimesa amplía y robotiza sus naves de Parayas

Con la llegada de los países asiáticos al campo de la fundición de pequeñas piezas, el único camino que les queda a las empresas occidentales para mantenerse en el mercado es automatizar los procesos. Sobre todo cuando, como en este caso, se trata de un sector tecnológicamente maduro en el que no cabe diferenciarse por la vía de la innovación.
La empresa cántabra Ecrimesa, una de las pocas firmas españolas dedicadas a la microfusión, ha puesto en marcha un plan para automatizar sus instalaciones con el fin de eludir la amenaza que representan esos países emergentes, cuyos bajos salarios les abren las puertas de grandes clientes, como los fabricantes de maquina-herramienta y, sobre todo, los de automoción.
Para ello va a acometer la construcción de una nueva planta, de unos 4.000 metros cuadrados, que estará situada en el polígono de la Avenida de Parayas (Santander), en un solar muy próximo a las actuales instalaciones de Ecrimesa y de Mimecrisa, la filial del grupo dedicada a una técnica especial de microfusión: el MIM (Metal Inyection Moulding).

Reordenación

La nueva planta podría estar operativa el próximo año y permitirá concentrar en una misma superficie las distintas operaciones de acabado (prensas, soldaduras, mecanizado, tratamientos térmicos y superficiales, etc), que ahora están dispersas en las distintas naves de que consta el complejo fabril que desde 1964 ha ido levantando Ecrimesa en Parayas. El espacio así liberado permitirá introducir nuevas máquinas robotizadas para automatizar los procesos de inyección o corte, entre otros, y aumentar la producción. La creación de estas áreas robotizadas resulta especialmente importante para la fabricación de grandes series como las que demanda la industria de la automoción, que supone en este momento el 50% de la demanda total de Ecrimesa.
La automatización también permitirá disminuir los costes de mano de obra, que en la microfusión son muy altos, dado que se trata de procesos que tradicionalmente han requerido mucho empleo. Esto no preocupa en países con bajos salarios como India, China o Brasil, las potencias emergentes en este campo, pero sí inquieta a los fabricantes europeos, para quienes la reducción de costes laborales es la estrategia más obvia para poder competir.
Ecrimesa cuenta con una plantilla de 187 trabajadores, a los que hay que sumar unos 35 subcontratados. En la otra empresa del grupo, Mimecrisa, prestan servicio 52 operarios, entre propios y subcontratados y en Mecansa, el taller de mecanizados que Ecrimesa adquirió en Gajano hace algo menos de un año, hay 40 empleados más, repartidos a partes iguales entre directos e indirectos.

Piezas más complejas

La fabricación por el proceso de microfusión permite elaborar piezas de acero de geometría compleja y con mayor calidad superficial, lo que ahorra costes en el mecanizado. Esto supone una notable ventaja frente a otras tecnologías como la fundición en arena. En microfusión se elaboran piezas con pesos que van desde los diez kilos hasta los cien gramos. Para piezas aún más pequeñas se utiliza una técnica especial (MIM) basada en la inyección de una mezcla de polvo de acero y partículas de plástico, que, una vez conformada la pieza, se eliminan mediante un proceso catalítico que las transforma en gas. De este modo se consigue fabricar piezas de acero de menos de un gramo de peso como las pinzas para biopsias que produce Mimecrisa. Este ejemplo da idea de la amplia gama de sectores a los que van destinadas las más de 6.000 referencias que ha fabricado la empresa desde su fundación o las mil de Mimecrisa, de las cuales alrededor de un 90% han ido a la exportación.
Ambas empresas suministran piezas de microfusión a mercados tan diversos como el de máquina-herramienta, valvulería, armas, maquinaria textil, medicina y, sobre todo, a la automoción. Para este último, Ecrimesa fabrica desde piezas para cajas de cambio hasta intercambiadores de calor, pero la carga de trabajo que proporciona el automóvil es muy irregular, con puntas de demanda para proyectos de corta duración, lo que le convierte en un mercado inestable. Mientras que una empresa de máquina-herramienta puede demandar seis mil piezas diarias durante diez años, en automoción el flujo puede agotarse en seis meses o durar, a lo sumo, dos años. En proyectos tan cortos y donde los márgenes son tan ajustados es prioritario asegurar la máxima productividad desde el primer momento y uno de los modos de lograrlo es la automatización de procesos que Ecrimesa va a acometer en cuanto tenga levantada la nueva nave, que elevará la superficie de la factoría santanderina hasta los 20.000 metros cuadrados.

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