Ni siquiera hizo falta el sol para llenar

El magnífico verano turístico hace que suban con fuerza los precios y la hostelería se resarza del cierre

Aunque saliesen todos de veraneo, los 46 millones de españoles no podían compensar a los 83 millones de extranjeros que llegaban al país antes de la pandemia pero en Cantabria era más fácil tapar el hueco de los foráneos que no han podido venir. Su modelo turístico es eminentemente nacional y el mercado interno ha respondido. Ni siquiera ha hecho falta el sol. Los 40 grados que han sufrido en agosto otras regiones les ha empujado a refugiarse en los 22 de Santander hasta llenar los hoteles, los restaurantes y las infinitas terrazas. Un éxito que el sector ha aprovechado para subir los precios.


El fin de semana de la virgen de agosto era imposible encontrar una habitación de hotel en Cantabria, a pesar de que seguía sin lucir el sol. En algún momento del sábado, probablemente como resultado de una cancelación, aparecía una habitación en el Hotel Vinci (un cuatro estrellas ubicado en Puertochico), a 385 euros.

La noche siguiente, la marcha de los visitantes de la primera quincena deparaba alguna posibilidad de alojamiento, pero las tarifas no aflojaban yel Vinci mantenía ese precio; en el Helguera Palacio Boutique (un cinco estrellas que se ha abierto este año en Las Presillas) las habitaciones se ofrecían a partir de 410 euros (a 617 tres días después). El Bahía (un 4 estrellas de referencia en Santander) se ofrecía a partir de 219 euros; el Hotel Sardinero, del mismo grupo, pedía 249 y el Palacio del Mar, 216.

Los 300 euros del Hotel Real empezaban a parecen modestos para un cinco estrellas, cuando Chiqui y Abba Santander (tres estrellas) estaban en 200 o por encima; el Milagros Golf, en la playa de Mogro, pedía 339 y 349 El Muelle, de Suances, (tres estrellas). En la mayoría de estas tarifas ni siquiera se incluyen los desayunos. El caso más llamativo es el del Hotel Alfonsina, de Villacarriedo, un dos estrellas que fijaba la estancia en 1.100 euros.

La ausencia del sol que dejó las playas casi desiertas muchos días de este verano no fue óbice para que restaurantes y hoteles hicieran una temporada mejor, incluso, que la del año pasado o la de 2019, antes de la pandemia. FOTO: DAVID G. BUSTAMANTE

Esa noche empezaban las Fiestas de Gracia en una ciudad tan turística como Barcelona, pero solo diez de los 139 hoteles de la ciudad con cuatro estrellas superaban los 200 euros en Booking.com. La mayoría pedían por una habitación entre 110 y 130 y en 29 de ellos se ofrecía por menos de 100.

Si en la crisis anterior, y especialmente en 2013 y 2014, los hoteles de Cantabria rebajaron drásticamente las tarifas hasta llegar a situarlas por debajo de la media nacional para garantizarse la ocupación, resulta evidente que esta vez no sienten el mismo dramatismo. La pandemia ha obligado a tener cerrados los establecimientos durante meses pero no hay problema de demanda. El público llega a Cantabria y está dispuesto a pagar más que en otros lugares.

Esa posición tan sólida hace que hayan subido los precios en todas las categorías. De los 63 hoteles que ofrecía Booking en Cantabria en agosto, solo tres estaban por debajo de los 100 euros, mientras que 28 se encontraban por encima de los 200. A pesar de tener una planta hotelera muchísimo mayor, en Valencia solo cuatro superaban los 200 euros, tresen Bilbao y diez en Barcelona.

¿Hacia un ‘modelo Marbella’?

Es difícil encontrar en otros destinos turísticos una oferta hotelera tan dirigida a un público de alto poder adquisitivo como la de Cantabria, donde no solo la capital ha tenido en agosto muchas más habitaciones por encima de los 150 euros que por debajo. Un modelo que llega al paroxismo en Marbella y sus alrededores donde, en esas fechas de agosto, tan solo podía encontrarse un hotel por menos de 150 euros la habitación mientras que 18 pedían más de 500 y siete superaban los 1.000 euros la noche.

El sector hostelero, que tradicionalmente calculaba sus éxitos en función de la ocupación, hace tiempo que presta más atención al rendimiento por habitación, que también tiene en cuenta el precio al que se vende. Cuando la flecha de los dos componentes marca en la misma dirección, como ha ocurrido ahora, los resultados son óptimos. A pesar de que el comienzo del verano fue titubeante, y de que el repunte de la covid situó a Cantabria en ese momento como la comunidad más afectada, lo que dio lugar a muchas cancelaciones de reservas, los empresarios del sector comprobaron que la demanda seguía siendo sólida. En el mercado nacional había ansiedad por venir a Cantabria y aprovecharon para subir los precios: la tarifa media diaria experimentó en julio una subida del 15,3%. Al aumentar también la ocupación con respecto al año pasado, que ya fue buena, el ingreso por habitación disponible creció un espectacular 39,8%.

Esa cifra puede parecer menos brillante si se compara con el conjunto del país, donde se disparó un 67,9%, al crecer tanto los precios como la ocupación, pero hay que tener en cuenta que Cantabria tuvo un magnífico verano turístico en 2020 (la base de cálculo), al llenar prácticamente con los visitantes nacionales y, en cambio, la ausencia de extranjeros dejó casi vacíos otros destinos turísticos que dependen mucho más de la clientela foránea. En Cantabria los extranjeros nunca han superado el 20% de todos los visitantes, y aunque este año las restricciones impuestas por muchos países a los viajes también se han dejado notar, es probable que su aportación se sitúe en torno al 15%.

Mónica Quevedo, alcaldesa de Corvera de Toranzo, ante el complejo rurtal que ha abierto este verano con su marido en Alceda. Desde el primer día ha estado lleno, antes incluso de aparecer en los portales especializados del sector.

Los datos oficiales de agosto no están disponibles a la hora de escribir esta información, pero ya se sabe que la afluencia a las instalaciones turísticas del Gobierno cántabro ha superado todos los récords anteriores, lo que permite suponer que van a ser muy buenos, incluso históricos. El tiempo no ha acompañado, con un insólito número de días sin sol y más temperatura en el agua del mar (23º) que en exterior, donde durante semanas no se pasó de 22. Quizá el turismo de playa se haya visto defraudado pero, a cambio, llegó un flujo nacional imprevisto, huyendo de la ola de calor que asolaba sus regiones de residencia.   

Los datos de consumo de la primera mitad del verano también confirman el éxito. En junio, Cantabria fue la comunidad donde más aumentó el gasto con tarjetas de crédito realizado por españoles no residentes en la región, según el BBVA, y en julio ha sido la segunda.

96% de supervivencia

El tirón de la hostelería se ha dejado notar sobre el empleo. Este verano ya solo quedaban poco más de 2.000 trabajadores cántabros en ERTE (en los peores momentos de pandemia llegaron a ser casi 40.000) y pocos de ellos vinculados a este sector, que no encontraba camareros ni cocineros suficientes. De hecho, agosto ha cerrado con 228.873 afiliados a la Seguridad Social en Cantabria, un récord histórico de empleo, muy superior a las cifras que se daban  en 2007-2008, los años más boyantes de las dos últimas décadas.

Casi 25.000 trabajan en la hostelería (4.971 autónomos y 19.632 asalariados), 2.200 más que el año pasado en las mismas fechas aunque no alcancen los 25.649 de 2019, la cifra más alta que haya conocido el sector.

En los días de sol, el limitado aforo de las playas provocó largas colas, pero durante la mayor parte del verano, la afluencia estuvo condicionada por las bajas temperaturas y el semáforo permitía el paso sin problemas.

Si este verano acaba por resarcir las cuentas de los hosteleros, el colectivo habrá superado el gran zarpazo del covid con menos estragos de lo que cabía esperar o de lo que ellos mismos calculaban. Es cierto que el número de autónomos se ha reducido en unas 200 personas con respecto a antes de la pandemia (un 3,5%) y el de asalariados en 864 (un 4,1%) pero estos porcentajes son bastante inferiores a los que se han producido en el comercio, otro de los sectores más dañados.

Incluso con esta pequeña pérdida de empresarios y asalariados, el sector turístico cántabro es hoy mucho más grande que al comienzo de la gran crisis de 2008. En aquellos años de gran crecimiento y consumo, la hostelería cántabra ocupaba en la temporada alta a 5.667 autónomos y 14.828 asalariados, cuatro mil trabajadores menos de los que ha tenido este verano, lo que indica que, pese a todo, su participación en el PIB regional sigue creciendo año tras año.

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